22. Soy hetero pero me gusta besarte modo lesbiano

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Sarah Rodriguez

Ahora me parecía extraño como yo llegaba más temprano que ella porque la puntualidad era una cualidad que siempre me había faltado, siempre llegaba tarde a la escuela, a las prácticas de coro y a los entrenamientos de natación pero no a las asesorías con Isa. Y aunque ella siempre había presumido de serlo desde que había empezado a salir con Natalia no lo era, porque siempre era una anécdota, se habían quedado besándose o a ella se le rompió la bolsa o alguna cosa que me contaba con alegría mientras su novia se alejaba en donde podíamos verla por la ventana de cristal.

El estruendo que se provocó frente a mi me despertó de mi transe, una libreta había caído frente a mi en la mesa abierta en una hoja limpia con una frase escrita, operaciones matemáticas y un numero en un circulo rojo. Isa estaba frente a mí sin nadie a su lado, mire un poco hacia atrás mientras Natalia salía del establecimiento con un andar nervioso. Su boca se movía pero no podía escucharla por la música dentro de mis oídos, me saque un audífono.

— ¿Qué?

—  43758. — Su sonrisa era amplia y luminosa.

— ¿ 43758 que?

—  43758 son los aguinaldos que puede hacer Juan. — parecía que todo lo que salía de su boca estuviera en otro idioma porque realmente no entendía qué estaba diciendo. — Sarah, ponme atención.

— Ok perdón, repíteme todo.

Ella solo señalo la libreta en medio de las dos, no se había sentado aún y algo me decía que no iba a hacerlo hasta que yo le festejara lo que me estaba mostrando. Me incline para verlo mejor y trate de enfocar mis ojos como si fueran dos binoculares, siempre traía mis lentes de contacto puestos, nunca los normales pero a veces me aun me costaba acostumbrarme si me había pasado el fin de semana sin usarlos. En la hoja blanca frente a mi volvía ver frases, operaciones matemáticas y algo en un círculo rojo pero ahora lo entendía. Juan tiene dieciocho variedades de dulces... así comenzaba la frase, era el problema que ella no había podido resolver en una de nuestras primeras asesorías, ese que tenía rellenado al final de su libreta en múltiples hojas, ese que le había costado tanto que de pronto me invadió la felicidad de ella.

— ¡No mames que hermoso! — fue lo primero que se me ocurrió decir, me golpee mentalmente.

— ¡Ya sé!

La mire con una sonrisa enorme como la suya, estaba aprendiendo matemáticas por fin. Iba a alardear de mi misma, de como solo lo había conseguido por estar conmigo y en verdad iba a elegir un comentario sarcástico hasta que ella se sentó a mi lado.

— Nat me explicó el problema y de pronto todo hizo clic.

Me perdí a mitad de comentario. Natalia se lo había explicado, Natalia era la razón por la que ella había podido aprender algo que yo ni siquiera me había molestado en ayudarle a entenderlo. Como no lo había visto venir antes, eso tenía sentido ahora. Un sabor amargo invadió mi boca, sabía a metal y decepción pero trate de tragarmelo porque al fin y al cabo ella había aprendido algo. Pero tan solo pensar en ambas sentadas en la cama de la otra repasando todo lo que se necesitaba para saberlo, Natalia haciéndola entrar en razón y dándole un beso en los labios cada que entendía algo, la imaginación me enfermo de forma preocupante, no tenía porque sentirme celosa. Así que me limite a sonreírle mientras me platicaba toda su travesía, todavía tenia uno de los audífonos en el oído así que traté de enfocarme en la música para no escucharla a ella.

— Ok pero en una semana es tu segundo examen.

— Dos semanas. — me corrigió sacando algo de su mochila.

— ¿Qué es eso?

— Patines. — contestó con una sonrisa maliciosa y de pronto sacó otra hoja de su mochila y la puso sobre la mesa. La lista.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora