40. El fino arte de besarte

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Isabel Caballero

Me gustaba ser amada, había crecido como esa chica que suspiraba en las películas románticas cuando el chico llevaba un ramo de rosas en la mano, mi padre a pesar de todo era un hombre muy romántico más o menos recuerdo, le gustaba sorprender a mi madre con desayunos sorpresas, bailaba con ella cualquier canción romántica que sonaba en la radio y siempre le recordaba lo mucho que la quería. Así que me gustaba ser amada, de la forma en la que se que Emiliano me compra ese algodon de azucar morado en las ferias porque le gusta como se me pega en la nariz, de la forma en la que Sebastian me presta sus libros favoritos y me deja poner frases en los márgenes, de la forma en la que mi hermano me abre los brazos en el momento en que alguna lágrima sale de mis ojos, de la forma en la que veía a Sarah por la ventana enorme a mi lado titubear al tocar la puerta de cristal en casa de mis mejores amigos.

— Te buscan Isabella.

— Necesito dos segundos más. — grité con una pierna fuera del baño en donde Emiliano me estaba ayudando a desenredar los collares que tenía en el cuello.

— Pasa, Sarah, esos dos segundos se terminarán convirtiendo en dos horas.

— Gracias. — escuche de forma leve y temblorosa.

— ¿Quieres algo de tomar? ¿De comer?

— Estoy bien gracias.

Levante la cabeza para ver a Emiliano que seguía batallando con los miles collares, me gustaba vestir con demasiados accesorios pero ahora lo estaba odiando, él trato de no encontrar mis ojos con los suyos porque los tenía ocupados. No quise hablar porque sabía que estaba irritable desde la semana pasada, sabía que todo el mes estaría irritable y si no pasaba esos exámenes probablemente todos los años. Sus manos estaban cada vez más temblorosas y sabía que era porque no estaba mi hermano para tocarlas, no se habían visto en toda la semana porque ambos estaban demasiado ocupados. Al final cuando todos los collares estaban en su lugar tome sus manos y me pare en puntas para darle un beso en la mejilla.

— Llama a Benji, véanse porque lo necesitan. — sonrió.

— Disfruta tu cita, bicho.

Camine por el pasillo lleno de pinturas minimalistas y adornos sin nada de sentido pero ninguna foto familiar, así eran los Hernandez fríos como el hielo. La conversación de Sarah me golpeó antes de verlos porque era una casa enorme con mucho eco. Sebastian le estaba hablando sobre el negocio de sus padres, cosa de niños ricos con las que Sarah se podía identificar pero ella no hablaba mucho.

— Perdón por interrumpir, — hable aclarandome la garganta. — pero tengo un cita con una mujer hermosa y me parece que la estás agobiando.

— Hola. — hablo Sarah con un fino hilo de voz levantándose de un salto del pequeño sillón de piel como si le quemara.

— Estaba entreteniendo porque ustedes dos tardan mucho...

— Sebastian, adios. — lo interrumpí para que dejara de hablar y de paso se fuera. El chico no necesitaba otra señal pues se levantó, tomó la lata de refresco frente a él empinándose para tomar lo que sobraba y se dirigió hacia mí no sin antes voltear de nuevo hacia Sarah.

— Un gusto, Sarah, que la pasen bien. — ella solo sonrió como respuesta balbuceando lo que yo me imaginaba era un "Gracias, igualmente" — Rompete una pierna, enana.

Y se fue tarareando una canción feliz topándose a su primo en el camino y comenzando a gritar obscenidades por el pasillo antes de subir a su habitación. No pude evitar reírme un poco y entonces recordé lo que estaba pasando frente a mi. Sarah se mantenía recta en su lugar con una mano sosteniendo la otra como si se fuera a caer en cualquier momento y balanceando su peso entre sus talones, parecía una niña pequeña.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora