47. El Mal de Ti

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Isabel Caballero

— Emiliano por favor, deja de moverte.

Su primo lo trataba como un niño chiquito mientras intentaba peinar su cabello de una forma linda y presentable para que no pareciera un vagabundo, él se lo había pedido pero en medio de un camión en movimiento todo parecía demasiado difícil. Más de cuarenta estudiantes escandalosos gritaban y reían en los asientos desgastados mientras se reclinaban para platicar con todas las personas que pudieran al mismo tiempo y en general todo tenía una vibra demasiado caótica para ser sinceros. Yo estaba ahora sentada junto a mi hermano dormido con una gorra en la cara para evitar cualquier caso de vandalismo facial y es que en la primera hora de viaje me habían asignado con Emiliano para que según Mendoza los dos novios no hicieran cochinadas en medio de todo, a la hora cambié de asiento para estar junto a Sebastian que se había quedado a la mitad de relato sobre su nuevo libro porque su primo le había pedido ayuda con su cabello.

— ¿Qué piensan hacer después de todo esto?

— Ya tuvimos esta plática, — contestó Sebastian con un pasador en la boca. — Universidad.

— Tú no opinas, niño rico. — Al graduarnos Mendoza tomaría su verdadera forma de mortificador de jóvenes adultos, ya no tenía que ser amable con nosotros, nos habíamos graduado. — Me refería a la clase media y me refería a esta noche.

— ¿Cenar tacos de 3 x 10?

— Suena razonable, — para nada. — me gustaría invitarlos a cenar, ya que por bajo presupuesto esto es lo más que alcanzaron como cena de graduación.

— Oiga, un viaje a Chapultepec es increíble, el castillo, la historia, el arte....

— Peda en la casa de Mendoza. — lo interrumpe su primo generando alboroto en todo el camión.

El hombre frente a nosotros solo rodo de los ojos antes de levantarse y regresar a su lugar justo al frente de todos los asientos, junto a la chica con mejor promedio que la había hecho cargar su maletín todo el semestre, realmente todos los semestres pero hasta este dejó de quejarse. No sabía si lo decía en serio pero no corrigió a Emiliano ni a nadie cuando comenzaron a hablar de la fiesta que organizaron en menos de diez minutos en su casa pero lo averiguaremos al final del día. Por ahora lo único que me preocupaba es que mi hermano no me babeara el hombro mientras dormía.

Llegamos a Chapultepec a las 10 de la mañana y después de muchos gritos de pubertos que jugaban como niños de cinco años bajamos todos del camión para tomarnos la foto de graduación frente a un castillo de más de trescientos años. Nos había ofrecido una sesión de fotos con togas y birretes muy al estilo película gringa de amor y adolescentes pero lo habíamos desechado para que un profesor medio miope la tomara con outfits del día a día con su celular que tenia una raya en la pantalla por dejarlo caer sin importarle nada desde el segundo piso para probar el punto de que era indestructible, no lo era. Pero ey, éramos felices.

— Quien no sonría es...

— Eso es homofóbico. — gritamos antes de que pudiera terminar la palabra.

— Quien no sonría no se gradúa. — corrigió después de casi mentarnoss la madre y después de convencer a una señora mayor para tomarnos la foto mientras todos saltábamos como orangutanes. — Muy bien, ineptos, tienen cuatro horas para hacer lo que ustedes quieran, a las 3 los quiero en donde acordamos para comer, gracias.

La bola adolescentes se desintegró demasiado rápido corriendo y riendo sobre que visitar primero, podíamos ser unos maleducados y escandalosos pero no unos incultos y nos gustaba demasiado estar aquí con nuestros amigos de toda la vida. La primera hora dejamos a Sebastian tomar la palabra mientras caminaba frente a nosotros como si fuera guía de un museo, la gente lo veía de esa forma incluso una mujer con su esposo le preguntaron varias que cosas (que el respondio felizmente) antes de darse cuenta que ese no era su guia y disculparse un millón de veces pero es que esto era Sebastian, un cerebrito esperando el momento de compartir los 99 datos más innecesarios de Benito Juárez que había almacenado en su cerebro desde qe tenia 10 años. Grace y Daniel parecían una pareja de películas, tomados de la mano con los outfits más pretenciosos en la historia, me refiero a que si, yo los hice pero son pretenciosos, las parejas de más edad los miraban como si miraran un espejo a una época que se había olvidado hace tanto tiempo y sonrieron de forma linda. Por su parte mi hermano y su novio parecían estar encerrados en su propio mundo sin molestar a nadie en el suyo, porque estaban conscientes del lugar en que se encontraban, de la mentalidad de los alrededores pero al mismo tiempo parecían tan absortos en su amor que me daban demasiada envidia.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora