37. Mamá, me besuque a una morra

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Sarah Rodriguez

Tenía miedo, mucho miedo, miedo de absolutamente todo y de nada a la vez. Esa sensación era algo conocida, el dolor en el estómago, la forma en que me sudaban las manos, como mi corazón parecía ir al mil por hora, todo lo había experimentado antes, demasiado a decir verdad. No me gustaba decir que era algo con lo que había vivido pero lo había sido, todo había empezado en la secundaria, cuando conocí a Isa, no tiene nada que ver porque ella no tuvo nada que ver con el hecho de hacerme insegura pero ahora podía asociar todo a ella porque mi cabeza solo la trataba de encontrarla en todo lo que estaba pensando, era como una forma en que mi cerebro había encontrado para anclarme, antes era contar hasta 100 o encontrar un nombre por cada letra del abecedario, ahora era Isa.

Mierda, Isa, tenía que verla en la cafetería de siempre como cada viernes y se me estaba haciendo tarde, algo que ella entendía demasiado bien. Ya nos habíamos visto después del beso, dos veces solamente pero todo había sido como siempre, enseñar matemáticas, estúpidas matemáticas, y llevarle un pastel a su hermano mientras le pedí a su amigo Emiliano ser su novio, nos fuimos antes de ver el desenlace porque era un momento íntimo pero no habíamos hablado en absoluto. Incluso el tema del beso era extraño, no porque fuera prohibido pero no sabia que decir.

Mis pies caminaban en la acera de forma rápida sin pensarlo ni un poco, cuando estaba nerviosa tendía a caminar más rápido de lo normal, lo cual no me gustaba pero me había acostumbrado. Nunca había usado audífonos mientras caminaba por las calles porque sabía que era peligroso pero ahora era la único forma de que mis pensamientos no me comieran viva mientras caminaba, solo me habían pitado los autos dos veces cuando me pase la calle sin ver y hasta ahora estaba bien, hasta que llegue a la entrada de la gran cafetería con sus ventanales de cristal y la vi sentada jugando con la taza de té frente a ella, movía hojas del té con la pequeña cuchara de un lado al otro lo sabía porque siempre lo hacía, era como un tic o una forma de entretenerse.

Me quería acobardar, salir corriendo de allí y nunca regresar pero no podía, estaba harta de huir de mis problemas y sobre todo huir de los que no lo eran, los que en verdad eran cosas que yo quería hacer, que yo quería tener.

— ¿Vas a pasar?

El niño me miraba mientras sostenía la puerta para que pasara como un caballero, ahora ya no podía irme así que asentí mientras le agradecia, él murmuro alguna otra cosa sobre su madre pero no le preste atención y camine escaleras arriba para encontrarme con la rubia que intentaba no mirarme mientras se amarraba una pulsera a su mano usando los dientes.

— Hay formas más higiénicas de hacer eso, Bella.

— Buen día para ti también. — terminó de acomodar su pulsera y movió la mano frente a mi cara. — ¿Te gusta? Me costó veinte pesos.

— Un icono de la moda, señoras y señores.

— Deja de estar a la defensiva, Rodriguez, me estas cayendo mal.

Tenía una actitud infantil que muy pocas veces había tenido frente a mi, me refiero a que la conocía muy bien porque esa actitud tenía hace unos años pero nos habíamos burlado de ella así que la había escondido pero ahora estaba de nuevo aqui y me gustaba.

— ¿Qué vamos a ver hoy, señorita sabelotodo?

— Correlación lineal simple. — contestó con una sonrisa sacando su libreta y todo lo que necesitaba, y dejó de hablar.

En toda la primera hora no hablo más que lo necesario para entender las matemáticas que le estaba explicando pero fuera de eso ni un comentario, ni una risa, pero la entendía o algo así, por mi parte sabía que estaba siendo exactamente la misma. Por mensaje todo había sido más fácil, bonitos mensajes, sonrisas y todo pero ahora frente a frente parecía que ninguna podía decir nada.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora