34. Ella es bonita

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Sarah Rodriguez

La camisa, el suéter, el otro suéter, la corbata, la falda enorme, los calcetines, los zapatos bien lustrados, los lentes de contacto y el cabello alisado. Todo se veía perfecto en el retrovisor del auto, parecía una niña que podía conseguir todo lo que quería pero eso no era cierto. Mi cabeza era un desastre, no había comido en dos días y mi horario de dormir era tan extraño que podía quedarme dormida a las dos de la tarde sobre mi pedazo de pizza.

Como si Dios me quisiera castigar, mis padres habían pasado las últimas semanas en casa por alguna razón divina así que estaban cada vez más preocupados por mi. Pero al mismo tiempo en todo este caos podía ver algo de luz, esa luz brillante y dorada como su cabello, como sus ojos. Isabel.

— ¿Sarah?

— ¿Qué pasó?

— Vamos a comer en la tarde. — mi madre me recordó, me había llevado a la escuela como si fuera una niña pequeña pero no me había quejado si yo hubiera estado manejando el auto amanecería con tantos golpes. — En el restaurante del centro.

— Mmmm no puedo. Tengo estas asesorías con Isa.

— ¿Isa? — me interrumpió. — ¿Isabel Caballero? ¿La pequeña Isa?

— Si, mami.

— ¿Ya son amigas de nuevo? — asentí aunque no estaba para nada segura. — Eso es increíble, amor. No te preocupes, ve a tu asesoría y saldremos a comer otro día.

Mi madre no era de hacer preguntas, nunca lo había sido, una mujer de pocas palabras decían mis abuelos, en estos momentos me parecía una de las mejores cualidades de mi madre porque si seguía hablando podría desbordarme. Claro que había hablado frente al espejo muchas veces, había sacado todo llorando, cantando, gritando pero decírselo a otra persona viva era otra cosa.

— Nos vemos, mami.

Me despedí saliendo del auto y entrando por la puerta trasera de la escuela en donde podía subir directo a mi salón de clases sin encontrarme con casi nadie de gente. Pero cuando subí las escaleras allí estaba él, con el cabello más largo de lo normal, me parecía extraño que lo hubieran dejado entrar. Julio reía junto a una de las chicas de nuestro grupo mientras probablemente le coqueteaba para hacerle su tarea, era su especialidad. Las ganas de vomitar comenzaron a arremolinarse en mi estómago mientras los recuerdos que trataba de borrar de esa noche en la playa regresaban hacia mi. Trate de dar un paso hacia atrás pero choque con un cuerpo delgado y huesudo.

— Rodríguez, a su salón.

— Si, señorita, García.

Me escabullí entre las personas para poder entrar al salon sin toparme con Julio y aunque fue casi imposible logre hacerlo. Me senté casi en el fondo, en donde no era normal verme pero en estos momentos no me importaba.

— ¿Puedo sentarme?

Asentí con la cabeza mientras una de las chicas se sentaba en el asiento junto a mi, no quería ver ni a Karen, ni a Vanessa, las había tratado de evitar la primera semana pero había sido casi imposible. Con Julio lo había logrado porque se había ido de vacaciones por una semana entera pero aquí estaba y no sabía cómo actuar frente a él.

No había sido mi intención hablar sobre nada en esa fiesta, mucho menos sobre cómo había besado a la chica que "todos odiamos" y nos habíamos burlado semanas atrás. Pero había pasado y ahora era momento de arreglarlo, o enterrarlo hasta que se le olvide, elijo la segunda opción.

— Todos dentro, ahora.

Solo fueron cuatro horas, cuatro horas en donde me dediqué a estar con la cabeza agachada, las manos metidas en los bolsillos o pretender que hacía una tarea, nadie me molestaba era como si entendieran que no quería hablar. Solo tenía que soportar el almuerzo y dos horas más, sería libre por fin sin tener que pasar ninguna vergüenza. Cuando sonó la campana fui una de las primeras en salir del salón esquivando a gente y golpeando a otra.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora