35. Se sabia

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Isabel Caballero

Las asesorías con Sarah habían regresado a la normalidad, no había querido hablar en seguida porque todo seguía dándome vueltas en la cabeza, el beso, Natalia, la playa, su confesión. Todo era demasiado para mi y en seguida que llegue a mi casa termine vomitando el té, mi madre me había preguntado si estaba bien, incluso me había llevado al doctor pero todo estaba en orden, claro solo físicamente.

No le había dicho nada sobre Natalia pero sabía que dentro de mi quería decírselo, quería saber lo que ella pensaba, lo que ella sentía pero las cosas habían sido tan rápidas.

Ahora estaba frente a mi casa con mi mochila al hombro casi temblando de frío mientras esperaba a que mi hermano y Emiliano se terminaran de besar en el auto para que me pudieran llevar a mi asesoría.

— ¿Qué estás esperando, sunshine? — preguntó mi mejor amigo abriendo su puerta para que lo escuchara. — Sube.

Me tardé más de lo normal en abrir la puerta corrediza y sentarme en uno de los sillones esquivando los tambores de la batería guardados todavía allí.

— ¿Nunca van a sacar los instrumentos de aquí?

— Algún día.

— Podría ser mañana.

— O podría ser que no.

Sonreí. Me gustaba ver a mi hermano feliz con su no... bueno diría que novio pero es que nadie estaba realmente seguro de lo que eran ellos dos. Novios oficiales claramente no porque solo se besaban en lugares en que sabían que nadie podía verlos, me refiero a personas de autoridad como mis padres o los tíos de Emiliano y aunque sabíamos que no sería tanto problemas con su familia también sabíamos que era mucho problema con la nuestra. Mi padre apenas y había regresado a pasar más tiempo en casa porque yo había roto con Natalia como para enterarse que a su hijo también era parcialmente gay.

— Vamonos, tontos, que ya voy tarde.

— Oh, como si Sarah fuera muy puntual.

Pero lo era, lo había aprendido a ser y eso me gustaba. Fue lindo que lo hubiera aprendido de mi. Mi hermano estaba hablando sobre su próximo concierto, era este fin de semana por eso no habían bajado los instrumentos desde hace un mes. Era de nuevo en el lugar del padre de Ximena, no sabía si ella sabía que Benjamin ya no quería nada con ella pero podía ser porque una de las características de Ximena era no importarle absolutamente nada. Se conseguiría a otro ligue próximamente, era bonita y muy agradable.

— Nos vemos en dos horas. — asentí mientras bajaba de la camioneta haciendo que alguien sonará el claxon por parar el tráfico.

— Los amo.

— No mates a nadie.

— O escondelo muy bien.

Emiliano me guiñó el ojo mientras pasaba la calle corriendo para que nadie me arrollara y vi como la camioneta desapareció de mi vista. Camine hacia la cafetería saludando con la cabeza al policía solo por ser cortés, mi madre siempre me platicaba de como antes todos se saludaban en la calle incluso sin conocerse, era una de sus cosas favoritas para decir. Las grandes ventanas de cristal del café me hacían posible ver dentro en donde Sarah ya estaba sentada mirando su reloj, no era tan tarde pero al entrar el gran reloj de aspecto viejo que decoraba la primera pared me anunciaba que había llegado media hora tarde.

— Lo siento, no me di cuenta de la hora.

— ¿Natalia?

El simple hecho de su mención me hizo tensarme apretando mi mandíbula y los puños tratando de no enterrarme las uñas en las palmas pero era casi imposible, pero tenía que manejar esto de la mejor manera, ya había llorado lo suficiente, ya no me dolía solo era extraño. Así que negué sentándome junto a ella, fue cuando me di cuenta que no estaba sentada en donde siempre, en la mesa junto al balcón pero lo suficientemente escondido para que nadie que pasara por la calle pudiera vernos y en el establecimiento solo podían vernos las espaldas, ahora estaba en el centro en uno de los bonitos sillones de terciopelo verde frente a una mesa bajita que le golpeaba las pantorrillas cuando trataba de acomodarse la falda para que se viera perfecta.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora