23. Dueles

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Sarah Rodriguez

Me había sentido enferma, mi madre había llamado a un doctor después de que no me levantara ni para desayunar, ni para comer ni para cenar. Era un viernes normal y los mensajes no paraban de llegar a mi celular, lo podía escuchar al otro lado de la habitación sonar pero no quería ni levantarlo, no lo había hecho desde ayer y no lo haría hasta pasado mañana o tal vez nunca. Sabía que en esos mensajes había mensajes de Isabela, ya sea para regresarle los patines con los que había corrido fuera del establecimiento sin importarme si llegaba a casa con una nariz rota o para hablar de lo sucedido, de cualquier forma no quería hablar con nadie. La única persona con la que había compartido palabra era con el doctor, que me había dado unas pastillas para dormir, según su diagnóstico tenía una crisis de estrés tan fuerte que me daño la salud en un segundo, necesitaba dormir. Pero tampoco podía porque cada que cerraba los ojos me invadía su sonrisa, su aroma, sus labios y lo bien que se sentía sobre los míos. Diablos pero qué imbécil soy.

Las náuseas estaban allí después de todo, tratando de recordarme que yo no era así, que a mi no me gustaban las mujeres, que a mi no me gustaba Isa.

Un toque doble sonó en la madera de mi puerta, grité que no quería ver a nadie pero eso a mi hermano no le importó, llevaba una bandeja con comida y cerró la puerta con su pie. Me recosté con la cabeza debajo de la almohada.

— No quiero nada.

— ¿Un abrazo? — no conteste. — bueno por lo menos tienes que comer algo, ayer apenas y cenaste.

Tampoco conteste pero dejó el plato a mi lado, pude oler el caldo de pollo de la mujer que hace la comida en mi casa cuando realmente quieren comer en casa, era una mujer muy buena pero siempre olvidaba su nombre. Sentí como mi cama se contorsionaba con el peso de mi hermano sobre los pies y como su mano se posaba en mi pierna tratando de reconfortarme.

— Sarah come algo.

— Ya te dije que no quiero nada.

— Entonces háblame, grítame si quieres pero no te quedes callada. — levante la almohada para mirarlo. — por favor, linda, me preocupas.

Quería decirle que estaba bien con una sonrisa porque era muy fácil hacerle creer a mi familia que realmente lo estaba, no me conocían lo suficiente para saber que estaba mintiendo pero no pude, volví la cabeza a la almohada.

— Hice una estupidez, Elías. Una estupidez que no voy a poder arreglar nunca.

No necesité contarle los detalles, él no los necesitaba porque me entendía, Elías siempre había sido alguien de pocas palabras, pocas palabras salían y pocas entraban así que no fue necesario nada más que una frase, una simple frase pero lo que había pasado no era nada simple, en absoluto.

— Besaste a Isa. — repitió con los ojos abiertos después de decidir contarle. — Déjame serte sincero, wow. Y ¿como estas con eso? Me refiero a que...Sarah ¿te gustan las mujeres?

No había pensado en eso, si las primeras cinco horas pero las demás me había repetido una y otra vez que no era el caso, me había enfocado en que había arruinado una relación, el preguntarme si realmente sentía lo mismo que yo pero la verdad es que no sabía lo que yo sentía.

— No, claro que no. — comencé a defenderme con una voz seria.

— Ok, eso está bien. — me interrumpió con las manos al frente como si el que se estuviera defendiendo de algo fuera él. — Pero si al final decides que sí, aquí estaré para ti.

Asentí y de pronto las diferentes reacciones inundaron mi cabeza, el que yo aceptara algo que no se me había pasado por la cabeza nunca en la vida, algo que sabía que no era cierto pero la posibilidad allí estaba. Me imaginaba a mis padres dándome la espalda, mi familia sacándome de la casa, los chicos en la escuela riendo, mis amigos dejando de hablar. Todo eso era una locura. Mi celular volvió a sonar en el tocador y mi hermano me miró esperando que le dijera que me lo pasara o que yo misma me levantara para tomarlo pero no lo hice. Él lo hizo sin que yo le dijera nada, ni siquiera que no lo hiciera porque muy en el fondo si quería saber lo que Isa tenía que decir.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora