Capítulo 5

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Esperó hasta estar en la oficina para hablar y, en cuanto cerraron la puerta, inició.
-Mac, ¿qué está pasando? ¿Porqué de pronto comienzas a hacer tratos con los niños mimados del rey? -preguntó exasperada.
-Bueno, no es tan malo como parece. Además solo estoy tratando con uno. Y, como te habrás dado cuenta, el costo por hacer este trabajo es demasiado alto como para rechazarlo. Creo que piensas lo mismo.
No podía negar que tenía razón. Odiaba que tuviera razón en tantas cosas y tan seguido.
-Entonces, ¿tu deuda gira alrededor de que no nos atrapen al robar al rey? Esto es serio... -se calló un momento antes de decirle lo que había pensado desde que le contaron el plan-. Si continuamos con esto, tienes que prometerme que pase lo que pase no dejaras que nos atrapen, no puedo hacerle eso a mi familia. Lo sabes.
Marcus le dio una sonrisa comprensiva.
-Te lo prometo, no te preocupes por lo que vaya a pasar. Saldrán bien las cosas, ya consideramos todos los riesgos y ahora estaremos juntos los tres. Si uno pierde, los otros también -dijo con una mirada piadosa.
Noli se sentó en una silla, frente al escritorio, y se quedó mirando el cuadro que estaba en la pared más cercana. Era un atardecer y había siluetas de personas en la orilla del mar, se veían todas oscuras y le gustaba pensar que podría ser cualquiera. Le ayudaba a concentrarse y por eso siempre le había gustado. Le encantaría llevárselo ahora mismo para contemplarlo en solitario.
-¿Al menos sabes de qué es el mapa?
-No me dio muchos detalles, solo sé que es algo muy importante -notó un toque de mentira en su voz, pero lo ignoró.
Sabía que no le convenía adentrarse demasiado en los intereses del príncipe y tampoco quería tener que ver con él más de lo necesario.
-Será mejor que me vaya, tengo que hacer mis propios planes.
-Lo sé... Espero que encuentres un bonito vestido, ansío dejar de verte con esos pantalones -sonrió al decirlo, por lo que Noli sonreía también.
-Sí, y espera a que se lo cuente a Lena, seguro que nos llevará al menos un día entero decidir el color.
Marcus rió y el ambiente entre ellos terminó de relajarse.
-Al menos espero que lo valga.
Llegaron a la salida y, en la puerta, Marcus le tendió una mano. Noli sonrió y entrelazó su mano con la de él para hacer su saludo-despedida de manos. No siempre lo hacían, pero era algo que siempre les recordaba que contaban en uno con el otro.
-Te veo mañana, y te aseguro que no habrá sorpresas ni encuentros incómodos -alzó las manos.
-Más te vale -dijo señalándolo con un dedo.

***

Conforme iba avanzando por las calles, pensaba en cómo hacer su trabajo para tomar el mapa y ganar su dinero. Le estaba dando vueltas al asunto de salir sin ser atrapada, veía muchas posibilidades y le aterraban. Entonces decidió que iría un paso a la vez y se concentró en cómo llegar. Tendría que colarse con la familia de Lena y estaría fuera de su distrito unos días, sus padres tendrían que saber que iría a un baile...
Eran muchas cosas que pensar y no quería hacerlo en casa, así que se dirigió al único lugar donde podía estar completamente sola y en paz: su pequeño departamento. Aunque todavía no era completamente suyo.
Había hecho un trato con el propietario para que le dejara pagárselo en mensualidades pequeñas, pero, a parte, le pidió su discreción para que no se corriera la voz de que ese espacio estaba siendo ocupado, lo cual le costó unos cuantos plásticos extras. Para eso utilizaría su dinero.
Debía mantenerlo en secreto, no podría contarle nada a su familia, si lo hacía estaría defraudando a todos de tener una vida como era debido.
Se permitió tener algo así, algo en secreto, consideraba que era más seguro. El departamento tenía muy pocas cosas, comúnmente la ocupaba para entrenar entre semana o para tomarse un respiro de todo y de todos. Generalmente iba en las noches, pero en casos como este, no podía esperar a que oscureciera.
La puerta estaba cerrada con un candado grande que tenía la pinta de ser viejo y oxidado, ella lo había disfrazado para que pensaran que el lugar seguía vacío. Sacó de su bolsa una llave y la giró en el candado. Luego cerró desde dentro y, finalmente, dejó soltar un respiro largo.
Se movió por la habitación, la cual era básicamente solo un cuarto con un baño, y se sentó sobre una alfombra color crema que había tomado de su casa. Necesitaba hacer algo más para aclarar sus pensamientos, odiaba las voces inquietas que se movían por su mente en ese momento.
Tenía unos cuantos muebles y se dirigió a una mesa baja de cristal en donde extendió el mapa y se dispuso a revisarlo con precisión hasta que le pareció demasiado soporífero.
Sobre la mesa también había un pedazo de acero en forma de bola, lo sostuvo entre sus manos y, después de sopesarlo, lo puso en el suelo frente a ella. Estiró los brazos, giró los hombros y se obligó a concentrarse. Puso las manos apuntando a la bola y las levantó a la vez que el metal comenzaba a rotar y levitar. Una vez en el aire, la hizo girar varias veces con el movimiento de los dedos. Eso la relajaba siempre.
Por desgracia, nadie veía lo que era capaz de hacer. El poder de los forjadores consistía en manejar los metales y claro, podían moldearlo a su manera. Era un poder que se heredaba con la línea sanguínea, como cualquier otro, pero en su mayoría (especialmente dentro de su familia) solo se le podía transmir a los varones.
Noli sabía que su tatarabuela lo tenía y su familia lo supo, pero la obligaron a que no aprendiera a hacer nada con él y, con el tiempo, desapareció. Desde que le contaron eso, decidió que no iba a compartir el hecho de que ella tambié lo tenía, jamás revelaría esa información con nadie. Conociendo a su padre, podría hacerle algo mucho peor que a lo que le pasó a su antepasada. No iba a dejar que le quitaran una parte de ella.
Tenía los conocimientos suficientes para controlarlo, había observado mucho a su padre y a su hermano. Incluso cuando le prohibieron ver, encontraba la manera de escabullirse para echar un vistazo. Además de los libros que pudo encontrar en la biblioteca de su casa. Pero que mejor vista que en la herrería, donde su familia explotaba su poder todos los días. Aunque no era suficiente y, si su padre había notado sus observaciones y esa era la razón por la cual la hacía trabajar fuera, nunca lo había mencionado.
Su padre y su hermano podían hacer, en promedio, hasta veinte objetos o armas por día. Noli solamente había hecho un pequeño cuchillo que le llevó tres semanas.
Le gustaba pensar que algún día podría hacer algo mayor, algo mejor. Que en algún momento su poder serviría no solo para enfriar el infierno que llevaba dentro. Pero por el momento, estaba conforme con girar su bola.
Tenía otras más pequeñas, pero esa era su preferida. Era de un tamaño considerable y tenía planeado convertirla en una espada algún día. Le hubiera gustado poder moldearla en ese momento, tal vez haría un cubo, pero con sus manos frías no podía hacer nada más que moverla. Si se hubiera instruido como es debido podría mantener la bola en el aire con solo mirarla, pero nunca había comprendido cómo hacerlo. Si tuviera al alcance todo su poder ahora, seguramente podría al menos crear algo pequeño.
Cada día, desde que descubrió su don, tomaba un tónico que le hacía Lena. Este le provocaba que su sangre se mantuviera fría, principalmente para que sus manos se mantuvieran así. Generalmente, cuando a un forjador le comienza a nacer su poder, sus manos espontáneamente se calientan hasta temperaturas extremas y a veces queman cosas. Noli no podía estar en su casa con las manos así, sobre todo cuando algo la irritaba y, a pesar de que con el tiempo lo supo controlar, prefería mantenerlo al margen de los demás. Así que, dos veces por día, tomaba un sorbo de su tónico. Aunque de vez en cuando, y sobre todo cuando peleaba, se saltaba una dosis. Este tónico en ocasiones hacía efecto más que en sus manos y se le subía por los hombros, es por eso que siempre andaba con una abrigo o algún suéter holgado puesto.
En una ocasión, cuando Noli se quedó sola en su casa, se saltó una dosis y se dispuso a ver qué más podría hacer con su poder. Metió sus manos en un balde con agua, esta hirvió rápidamente y lo utilizó para moldearlo causando que terminara chueco, luego ya no pudo regresarlo a su forma original. Cuando su familia volvió, casualmente su padre buscaba esa cubeta y Noli la había tirado. El regaño no fue tan fuerte porque nunca encontraron el objeto, pero Noli a pesar de sentirse culpable, también estuvo emocionada por su pequeño descubrimiento.
Dejó caer la bola y se tendió boca arriba ocupando todo el espacio en la alfombra. El techo estaba descolorido, tenía un aspecto de suciedad al igual que las paredes que indicaban haber visto tiempos mejores. No le agradaba del todo, pero no tenía dinero para hacer remodelaciones. Se quedó un rato en esa posición, reflexionando sobre qué haría con su vida a continuación y en cómo haría lo que quería. Ya había tomado su decisión, pero necesitaba rectificarla.
Finalmente, sintiéndose más tranquila y con fuerzas, se levantó. Tomó su bolsa y el mapa de los túneles. Acomodó su bola en la mesa y se dijo a sí misma, que bien valía la pena tomar un riesgo más.

***

-¿Quieres ir al baile? Creí que te resultaban tediosos -se podía notar la alegría en la voz de Lena, no solo en sus ojos.
Estaban en su recámara, sentadas sobre su cama, mirando un catálogo de telas lo cual le sirvió a Noli para sacar el tema.
-Bueno creí que estaría bien darle una oportunidad y ver de qué trata -contestó con disimulo.
-Ajá, o puede, que alguien más listo que yo te haya logrado convencer -dijo a la vez que le lanzaba una mirada desafiante.
Noli puso los ojos en blanco. Lena la molestaba a veces diciéndole que un chico alguna vez la haría cambiar de opinión sobre muchas cosas y que tal vez así entendería de una mejor manera lo que pasaba a su alrededor. También que se animaría a hacer cosas que no la pusieran en constante peligro.
-Lena, no es para tanto, solo quiero ir, dime si puedes llevarme sino...
La interrumpió.
-Sabes que sí, ni si quiera tienes que pedirlo ¡No sabes lo feliz que me haces, he estado esperando este momento! -le tomó las manos y comenzó a saltar con una gran sonrisa sobre sus labios que revelaba sus dientes blancos y brillantes. De pronto se detuvo-. Pero primero. No puedes presentarte en el palacio del rey vistiendo así, no te llevaré a ningún lado si no llevas algo que atraiga las miradas.
Ambas sonrieron.
-Bien, pero si vamos a hacer esto hagámoslo como es debido así que, propongo que vayamos a buscar vestidos caros y accesorios sofisticados -dijo Noli imitando la postura de Lena cuando usaba zapatillas o se metía en ajustados vestidos.
-Ja, ja, oye tendré que enseñarte a parar, que postura tan horrenda -se levantó y acomodó sus extremidades.
-Pues si así te paras tú, ¿qué esperabas? -ambas soltaron fuerte carcajadas y Lena le dio un toque leve en el brazo.
-¿Tienes pensado el color del vestido? Por tu tono de piel podríamos...
Noli la calló poniéndole un dedo sobre los labios.
-Nada anaranjado, cualquier color menos ese, ya lo sabes -le advirtió.
Lena hizo una mueca de disgusto y colocó ambas manos sobre sus caderas. Llevaba un vestido largo muy casual color crema y lo arrugó un poco con ese movimiento.
-Te queda el color, pero esta bien. Pásame el catálogo, hay cosas más importantes que el color.
-¿Porque no simplemente vamos a alguna de esas tiendas caras hasta que encontremos el vestido indicado?
Lena mecía los pies con emoción.
-Eres cruel. Tardaste demasiado, pero pacientemente esperé por este momento.
Noli se encogió de hombros y sonrió con timidez.

Sangre y lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora