Capítulo 7

16 6 0
                                    

Noli comenzó a quitarse las cosas extras que le estorbaban, y se las pasó a Marcus.
La multitud ya se estaba haciendo mayor por lo que indicaba que las puestas estaban por iniciar. Se podían oír gritos que aclamaban y unos cuantos que le apostaban al Zafiro Negro, lo cual no le sorprendía.
-Se ve confiado, aunque parece torpe -le dijo Marcus en voz baja-. Sabes lo que tienes que hacer -Noli asintió-, y espero que lo hagas rápido para que podamos seguir con nuestros asuntos. No tengo que recordarte que no podremos quedarnos mucho tiempo hoy.
Las reglas estaban planteadas antes de subir: hoy solo espadas. En ocasiones, dos dagas podían considerarse equivalentes a una espada y eso le agradaba más a Noli. Aunque en ese momento decidió que sería más prudente seguir las reglas.
No espadas, pero claro que Marcus traía una de tantas suyas que cargaba siempre que venían. Esta era una de sus preferidas por el pomo anillado que adornaba la empuñadura y que le daba un equilibrio perfecto.
Subió al cuadrilátero sosteniendo su arma con una mano y la otra la ubicaba sobre su cadera con aire despreocupado. Esperaba a que el chico se posicionara.
El réferi se apartó en cuanto pronunció las palabras que Noli sabía de memoria:
-Armas fuera de lugar tendrán amonestación y al momento de desarmar a su oponente y detenerlo, acaba todo.
A continuación, bajó del cuadrilátero, dejando a la Dama sin Sombra y al Zafiro Negro mirándose a los ojos.
Cuando subía a pelear, Noli no era capaz de captar del todo lo que sucedía a su alrededor, apenas y oía a la multitud, muy lejana, todo lo demás, se quedaba amontonado en un rincón. Era como si pudiera tomar las partes de su vida que quisiera y meterlas en una caja fuerte para sacarlas en un momento más oportuno. A veces, si pensaba mucho en su familia, sus fuerzas disminuían, así que debía de ser muy cuidadosa con lo que tenía en mente antes y durante una pelea.
Tan solo en el momento en que entraba al club, dejaba de ser la chica que los demás conocían y podía actuar de la manera más deliberada que quisiera. En cuanto pisaba el cuadrilátero, sus miedos y temores parecían desaparecer y se convertía en la persona que deseaba llegar a ser. Deseaba poder actuar de la misma manera sin necesidad de una máscara. Sabía que ese pensamiento la incitaba a hacer cosas peligrosas, a pensar en lo que podría pasar si se quitara la máscara de la mentira y se mostrara tal cual ante los demás, esperaba poder contar con el mismo valor.
La pelea inició y comenzaron a moverse, caminando alrededor del cuadrilátero, calculando sus posibilidades, evaluando a su contrincante. Ahora tenía la espada sujetada por ambas manos, esperando el momento en que el chico avanzara. Éste sostenía una espada negra muy sencilla y, gracias a los conocimientos de Noli, casi podría haber jurado que no era un arma que hubiera hecho su padre porque comúnmente le daba más detalles.
Ninguno de los dos parecía ser el primero en lanzar un golpe, fue así como la Dama sin Sombra se cansó de esperar y rápidamente blandió su espada y se acercó a él.
Se escuchó el ruido del metal al chocar, el chico soportó el peso de su golpe con su propia arma y después intentó zafársela usando su misma espada de manera que los siguientes segundos se inclinaban de lado a lado.
La Dama sin Sombra se zafó y supo que el chico tenía un agarre muy fuerte con su arma, tendría que idear un modo de quitársela.
Volvió a moverse hacia adelante, con una mano sostenía la espada y con la otra le daba un puñetazo en el estómago para intentar sacarle el aire y que aflojara su agarre. Pero no fue suficiente, la espada seguía en su mano, solo había bajado un poco y usó ese movimiento para girar y hacerle un corte sobre su hombro bronceado. Su camisa se rasgó y vislumbró una fina línea roja debajo, pero él ni se inmutó.
Se distanciaron y, un segundo después, el chico le hizo un movimiento que casi le arrancó la espada.
Intentó quitar la mano con la que sostenía la espada para clavarle un codazo a él, pero parecía como si hubiera intuido su movimiento cuando la atrapó por el antebrazo para inmovilizarle en una incómoda posición. Se sintió atrapada, odiaba sentirse así, entonces levantó una pierna y le atisbó un golpe en la espinilla. No movió mucho su agarre, pero ahora tenía su brazo libre, solo necesitaba distraerlo un momento. Pero el momento parecía no llegar.
Comenzó a sentir el sudor resbalar por su espalda y dejó de concentrarse. El Zafiro Negro le zafó la espada de la mano y voló en el aire. Cayó a sus pies y tuvo que agacharse a recogerla, teniendo un momento de vulnerabilidad.
Recuperó rápidamente su arma y giró hacia atrás para evitar el corte que hubiera tenido en el cuello. Apenas terminó de enderezarse, el chico la tomó desprevenida y, con un solo giro, la puso de espaldas frente a su pecho. Si no fuera por las espadas que estaban ciñéndose delante de su cuello, seguramente le hubiera hecho un corte profundo.
Se quedaron forcejeando en esa posición unos segundos. Podía sentir la respiración del desconocido sobre sus hombros, en su espalda y después junto a la oreja. No soportaba estar tan cerca de alguien, especialmente de esa manera. El chico inclinó su cabeza hacia ella desde atrás y le susurró al oído:
-Eres más de lo que esperaba, pero dejémonos de jueguitos y pelea de verdad.
Ella aprovechó que su agarre era menor y se separó de su cuerpo. Sus espadas no tardaron en volverse a encontrar, pero esta vez había más espacio entre ellos. Ella podía alcanzar a ver cómo se flexionaban y tensaban sus músculos debajo de su camiseta. Se obligó a concentrarse.
Volvieron a chocar, metal contra metal, una y otra vez. Ninguno de los dos parecía rendirse y el estrépito se fue elevando poco a poco.
No veía nada más que a ese chico de sonrisa burlona que cortaba la distancia entre ellos. Notó que el sudor hacía que su playera se adhiriera más a su pecho, relevando una serie de músculos bien definidos. Apartó la mirada, comenzaba a sentirse molesta con el desconocido, quería vencerlo solo por haber tenido ese acto de atrevimiento y debía hacerle saber que esa actitud le iba a costar.
Hazlo, pensó. Se negaba rotundamente a usar su don, aunque en ocasiones como esta, lo sentía como algo necesario. De vez en cuando lo utilizaba para hacer movimientos menores, siempre con discreción, pero esta ocasión parecía diferente. Quería que fuera diferente.
Los choques de metal siguieron y tomó una decisión. Separó ligeramente las puntas de sus dedos del agarre de su espada y soltó un golpe fuerte, y otro, y otro, todos con la misma rapidez y fuerza. Los sonidos vibraban al ritmo en que la adrenalina corría por su cuerpo.
De pronto se oyó un ruido ensordecedor e hizo que su oponente cerrara levemente los ojos mientras ella se giraba para dar el último golpe con todas sus fuerzas. No era la primera vez que lo hacía, pero no tenía mucha práctica.
La espada de su contrincante estaba rota, se había desprendido la hoja casi desde la empuñadura. El chico pareció sorprendido y desvío su mirada hacia la parte que aún sostenía. Noli le puso la punta de su propia espada frente a sus ojos declarando por terminada la pelea.
El Zafiro Negro aceptó su derrota con una sonrisa que, creía Noli, estaba fuera de lugar así que pronto dejó de señalarlo y bajó. Se sentía un tanto incómoda, quería alejarse de él, salir de ahí y perderse entre la multitud.
Por primera vez, quería irse lo más pronto posible de ese lugar. Por suerte, Marcus ya estaba esperándola y ahora le entregaba sus cosas. Comenzó a sentirse mejor con sus dagas puestas y su amigo a un lado.
-¿Ya reclamaste el dinero? -le preguntó con descaro.
-Ya -la miró atentamente unos segundos-. Pero parece que te hubieras quedado sin sangre, ¿quieres ir con <<ella>>? -tampoco se arriesgaban a decir el nombre de Lena.
-Estoy bien, solo quiero tomar algo -dijo con desdén.
En cuanto terminó de hablar, notó que alguien se acercaba a ellos.
-¿Porqué no me dejas invitarte un trago? -propuso el Zafiro Negro.
Noli se sentía débil y ya no servía de nada intentar discutir con él. Además, si pagaba le hacía un favor aunque comenzaba a sentirse un poco mal por lo que le hizo a su espada. Tal vez no debía mostrarse grosera con su propuesta. Dijo que sí y, juntos, se dirigieron hacia Agua y Fuego.

Sangre y lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora