Ruina Parte 2

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Pensé que la segunda parte no iba ser tan pedida pero por alguna razón lo fue.

Anyway, disfruten ;)

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—Entonces, ¿cuál es el nombre de este ser sumamente encantador? —preguntó Magnus acariciando las mejillas del ojiazul.

La piel en sus manos se enrojeció y una hermosa voz habló —Alexander Lightwood, Alec, prefiero Alec.

—Bien, Alexander —saboreó el nombre en sus labios y fue más que aprobado —. Soy Magnus Bane, Gran Brujo de Brooklyn.

Magnus tenía miedo de que al momento de decirle su posición como brujo, la chispa que había surgido entre ellos se apagara y todo se fuera abajo. Alec lo sorprendió.

—Un gusto conocerte, Magnus —sonrió Alec con dulzura.

El aire que tenía retenido inconscientemente en él salió y sus miedos se fueron.

De la nada el olor del omega a naranjas y a vainillas lo trajo a la realidad. Había un omega en el Instituto y el olor provenía del chico frente a él.

Magnus abrió la boca como un pez y volvió a cerrarla —¿Tú eres el omega del Instituto?

Alec frunció el ceño confundido —¿El omega del Instituto?

—Bueno, muchos de los subterráneos de alto rango sabemos que hay un omega en el Instituto.

Los ojos del ojiazul se abrieron como canicas —¿U–ustedes saben que h–hay un omega en el Instituto?

—Alexander, la Clave tiene suerte de que los que sepan de tu existencia seamos demasiado viejos,  conozcamos los castigos de la Clave y decidamos no interferir. De quien deberían de preocuparse son de los subterráneos novatos e inexpertos, pero como ellos piensan que solo eres un rumor no harán nada.

—Oh —exclamó Alec. Sus ojos adquirieron un brillo travieso pero con algo de inseguridad detrás —. ¿Y ahora sí interferirás por el omega? ¿A pesar de todo lo que pueda hacer la Clave?

—Me enfrentaré a la Clave por Alexander Lightwood, no por un omega.

°•°

—¿Sueno algo atrevido si te pregunto si ya tienes una pareja? —preguntó Alec después de minutos de silencio.

—Desde hace años deje de buscar una pareja, aunque justo ahora estoy viendo a alguien que puede que borre ese pensamiento.

Alec se sonrojó —Que casualidad, yo tampoco tengo pareja y estoy viendo a alguien que puede hacer que eso cambia.

—Casualidades de la vida.

—Tal vez sea una señal.

—¿Señal de qué exactamente?

—Eso aún no lo sé.

Se miraron fijamente. Azul con dorado. No dijeron nada y no era necesario. Su silencio era cómodo y nada tenso. Ambos disfrutaban de las presentaciones del otro cerca suyo.

—Alexander, ¿has escuchado de las parejas predestinadas?

—Yo... si.

Magnus sonrió —¿Crees en ellas?

Alec asintió con la cabeza.

Sopa de letras MalecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora