Capítulo 27

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Practicar esgrima con Kagami significaba perder, no importa cuánto intentara ganar. Ella era muy hábil, casi no tenía piedad, y él había perdido práctica. Además, parte de su mente estaba distraído pensando en cómo le estaría yendo a Marinette.

–Ganarte sería divertido si al menos te esforzaras –dijo Kagami, tumbándolo de un solo golpe con uno de sus toques agresivos–. ¿Qué te pasa hoy, Adrien? Parece que no te encuentras aquí realmente.

–Lo siento, estoy un poco nervioso con el tema de la boda. Todas vosotras podéis elegir vuestro vestido, pero yo no tengo idea de qué voy a llevar. –No era exactamente lo que ocupaba su mente en ese momento, pero tampoco era mentira–. Simplemente... me agobia.

Reconocerlo ante Kagami no era fácil, pero ella lo miró comprensiva.

–Te entiendo, Adrien –asintió–. Yo también estoy nerviosa. Si te soy sincera, siempre tuve la esperanza de no verme en esta tesitura.

– ¿A qué te refieres? ¿No quieres casarte? –Trató de bromear, aunque por dentro estaba asustado.

Por una parte, rezaba para que justo fuera eso. Por otra, su padre lo mataría.

Kagami no rio con su broma.

–Adrien, eres es el único motivo por el que estoy aquí. A mí no me interesa ni la fama ni el dinero, solo tú. Te agradecería que no volvieras a sugerir algo semejante.

–Lo siento, solo intentaba bromear y conocerte un poco –dijo avergonzado.

–Siempre pensé que, si alguna vez decidía casarme, mi madre se encargaría de todos los trámites –explicó, interrumpiéndolo. Parecía apesadumbrada–. Me está ayudando, pero no puedo desentenderme tanto como querría. Ella necesita que ponga de mi parte. Y no me resulta agradable perder el tiempo en un compromiso que podríamos terminar con una firma rápida. ¿Quieres otra ronda?

Adrien negó con la cabeza. Se quitó el casco y lo dejó sobre la mesa antes de mirarla de nuevo. Aquella conversación lo estaba dejando muy intrigado.

– ¿Qué significa el matrimonio para ti, Kagami? –preguntó con curiosidad–. ¿No crees que sea un compromiso con alguien que amas?

Por sus palabras, en lugar de una boda parecía haber descrito un trámite administrativo. Y eso le hacía temer por la vida que tenían por delante.

Ella se mantuvo en silencio unos segundos hasta que reaccionó.

–El matrimonio tiene una connotación romántica, es indudable. Pero también representa una obligación. Serle fiel a una persona, acompañarla incluso aunque la odies, tener hijos y mantener el legado familiar... En resumidas cuentas, es un deber.

–Hablas del amor como si fuera una atadura –murmuró Adrien. Él no pensaba eso. El amor en el que creía era una elección voluntaria de respeto y amor por otra persona–. Yo creo que el amor debe ser más que eso. Debe ser felicidad y cariño.

–He hablado del matrimonio, no del amor. Tú me has preguntado. –Se encogió de hombros–. Son diferentes perspectivas que a fin de cuentas nos llevan al mismo punto.

–Amor y matrimonio están relacionados –insistió Adrien–. No tienen por qué darse juntos, pero van en la misma línea. Considerar el matrimonio con una atadura es como decir que te casarías conmigo por obligación. –Era un hipócrita por reprocharle lo que él mismo pretendía, pero su problema principal era darse cuenta de la realidad. No serían felices, siempre se sentirían obligados a estar con el otro. Y eso no era amor, por más que fuera la idea de este de Kagami. Trató de calmar su voz–. Solo quiero entenderte. Porque si nos vamos a casar, me gustaría que fuéramos felices.

¿Quién quiere casarse con un modelo? AU AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora