Capítulo 32

429 57 8
                                    

Apenas pudo prestar atención a la cena, ni a la conversación de las chicas sobre la prueba de la semana. Kagami iba ganando, pero todavía ninguna de ellas había encontrado el huevo dorado, así que había esperanzas de que lo encontrara Marinette. Adrien rezaba para que Lila no se adelantara, no estaba seguro de aguantar más tiempo del necesario con ella.

Después de la cena se dio una larga ducha, y tras ella se dedicó a inspeccionar minuciosamente su ropa. Al final optó por colocarse un bañador negro acompañado por una bata azul claro y una toalla de mano. Se echó un poco de spray bucal de fresa y se colocó el pelo un poco desordenado, tal y como sabía que a Marinette le gustaba.

Estaba controlando bien sus nervios hasta que una imagen malhumorada de su padre se coló en su mente. Con un lamento, se tiró boca abajo sobre la cama y enterró la cabeza en la almohada.

-¿Qué estoy haciendo, Plagg? ¡Los dos sabemos que esa propuesta no tenía nada de amistoso! Mi padre me va a matar, no pasaré de los veinticinco. Puedo dejar una carta de despedida a Marinette explicándoselo todo, así me odiará y no llorará en mi funeral. Es un plan perfecto.

El único inconveniente era que no quería morir.

-Dejaré que Marinette se quede con tu custodia, eso hará que me sienta mejor.

Plagg lo miraba fijamente sin soltar ni un maullido. A veces sentía que era su manera de juzgarlo en silencio.

-No me juzgues -suplicó-. ¿Cómo iba a decirle que no? Estaba tan nerviosa... Y después tan atractiva con esa expresión de enfado que me vuelve loco. ¿Acaso mi padre hubiera dicho que no a una propuesta así de mi madre? ¡No, por supuesto que no! ¡No es nada justo que yo me sienta mal!

Suspiró y volvió a caer contra la almohada. Pensar en sus padres en esa situación tampoco ayudaba demasiado.

Estaba a punto de meterse en un problema enorme. Se preguntaba si alguien le había lanzado una maldición o si la vida era tan injusta de darle lo que soñaba para quitárselo después. Pero ya no podía acobardarse, se había comprometido. De no ir, Marinette nunca se lo perdonaría.

Y algo que su padre siempre le decía era que tenía que cumplir con su palabra. Por una vez, podía jugar con sus propias normas.

Con esa nueva determinación en mente se colocó el micro y salió de su habitación dispuesto a no ser más un cobarde.

Marinette ya se encontraba allí cuando llegó.

Estaba algo cambiaba. Su rostro llevaba algo de maquillaje suave, y su cabello estaba recogido en una trenza enroscada como un moño. Decir que estaba hermosa era quedarse corto.

-Hola. -La envolvió con los brazos y dejó un beso rápido en su nariz. Aunque lo que quería era atrapar sus labios, sabía que no podría parar en cuanto los rozara-. Parece que hay cambio de look.

-¿Te gusta? -Devolvió su abrazo envolviéndole el cuello con los brazos y lo miró casi tímida-. Chloe me ha ayudado. Y no puedo creer que me encante. Se le da bien maquillar y peinar. Si fuera un poco más amable conmigo, se lo reconocería.

-Estás preciosa. Si te sirve de consuelo, el mérito es más tuyo que suyo -susurró en su oído-. Aunque aun se lo puedo agradecer.

-¡Ni se te ocurra! -Su expresión de cariño pasó a ser de amenaza, Adrien soltó una risita-. Entonces no me dejará tranquila nunca.

-Está bien. Este será otro de nuestros secretos, Chloe nunca sabrá que crees que tiene talento.

Miró el jacuzzi. Sintió como todo su cuerpo se ponía nervioso ante la perspectiva de estar junto a ella dentro de esa bañera de burbujas.

¿Quién quiere casarse con un modelo? AU AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora