Adrien sentía que no podía estar más enfadado. Se había comportado como su padre quería, no había tratado de huir nuevamente ni había hablado más de la cuenta. Incluso se mostraba abiertamente cercano a Kagami, aunque fuera como amigo.
Y, aun así, no habían podido concederle una última cena fuera de la casa. Sospechaba que temían que tratara de escapar de nuevo, lo que lo hacía sentir un idiota.
Contrario a su petición, habían decidido organizar la cena dentro, algo que no le servía para nada. Solo podía pensar en la carta que ahora no tenía manera de hacerle llegar a Marinette. La había escrito asegurándose de que nadie pudiera leer lo que escribía. ¿Y ahora no tenía manera de dársela? Sabía que era cuestión de tiempo que su padre se le adelantara con Marinette, si es que no lo había hecho ya.
Un par de golpes en su puerta lo sobresaltaron. Después escuchó la voz de Chloe.
—Adrien, abre la puerta. Ya han servido la cena.
—Que os aproveche —respondió él sin poder ocultar su mal humor.
—Estás siendo tan... —Chloe se cortó en medio de la frase y soltó un gruñido—. ¡Ridículo! Para que lo sepas, tenemos visita.
—¿Quién? —Preguntó con poco interés.
—¿Crees que te lo voy a decir? Sal y averígualo tú mismo. Pero antes dúchate, aféitate y ponte ropa decente. Últimamente pareces un vagabundo. ¡Y eso me hace quedar muy mal a mí!
Soltó un bufido. Lo último que le apetecía era recibir visita, y mucho menos porque sospechaba que debía tratarse de su padre o Nathalie. Eran las únicas personas que los visitaban, y también las últimas a las que quería ver.
Pero, por otra parte, Chloe no era la única a la que su informalidad debía estar molestando. Estaba seguro de que su padre estaría ardiendo de rabia al verlo comportándose como el hijo que no había criado. Las apariencias eran lo que más le importaba. Decidió que cenaría con el invitado sorpresa, pero bajo sus condiciones. Era su mejor acto de rebeldía.
Se echó a Plagg al hombro y salió de su habitación para unirse a la dichosa cena.
Se arrepintió de ignorar las órdenes de Chloe en cuanto la vio. Casi como un espejismo, allí estaba Marinette, tan hermosa como siempre mientras lo observaba todo con una sonrisa de añoranza. De repente el resto del mundo dejó de tener importancia, incluso las cámaras o lo que su padre pensara. Solo importaba que volvía a estar junto a ella.
Dio varios pasos hacia ella. Necesitaba tocarla y comprobar que no era fruto de un sueño. Pero entonces sus ojos azules se enfocaron en él, y pasaron de una expresión de felicidad a una de frialdad.
Adrien frenó de golpe mientras sentía el miedo renacer en su interior.
—¿Marinette? —Fue lo único que pudo balbucear—. Estás aquí. ¿De verdad eres tú?
—Hola, Adrien —dijo ella—. Ha pasado un tiempo.
Si sus ojos parecían de hielo, su tono de voz solo terminó de confirmarle sus sospechas. Ella ya lo sabía todo.
Al salir de su ensimismamiento se dio cuenta de que no solo su manera de mirarlo había cambiado. Parecía haber cambiado también su forma de vestir. Todo su atuendo, desde el vestido ceñido azul y el maquillaje hasta la colonia, gritaba marca Agreste.
—Siento que ha sido una eternidad —respondió él tras aclararse la voz.
—Para mí no lo ha sido tanto. He estado ocupada.
—Puedo imaginarlo. ¿Eres la nueva modelo de la empresa? —La señaló.
Por un segundo, le pareció que ella se tensaba.
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¿Quién quiere casarse con un modelo? AU Adrinette
Hayran KurguEl concurso del año ha llegado, esta vez con la participación de Adrien Agreste, que tendrá que convivir durante unos meses con cuatro pretendientas totalmente diferentes que se disputarán su amor. ¿Quién será la favorita de Adrien? ¿Triunfará el am...