Capítulo 24

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Arlet

Después de cambiarme, salí de la habitación y me dirigí a la mesa en la que estaban tres platos de comida. Estaba sola en la mesa.

Tomo asiento, me acomodo en la silla y contemplo lo que hay en el plato. Conejo. El mismo conejo que había asesinado con una pistola hace algunas horas. Se me hace imposible no sentir asco. El estómago se me revuelve. Las ganas de vomitar comienza.

—¿Todo bien? — Dice Lyam saliendo de la cocina con una bandeja en las manos.

No puedo verlo a los ojos después de lo que hicimos.

—Sí, todo bien — respondo.

Deja la bandeja en la mesa y coloca unos vasos de jugo al lado de cada plato.

—Todo listo. ¿Tienes hambre? —pregunta.

—Un poco— respondo. La verdad es que si estaba hambrienta, pero al ver las extremidades del conejo no me provoca ni lo más mínimo.

Samantha sale de la cocina con otra bandeja en las manos con tres copas con un líquido rojo espeso. «Parece sangre Pienso. Samantha coloca la bandeja en la mesa y reparte las copas, coloca cada copa al lado de cada plato. El olor a metal proveniente de la copa impacta en mis fosas nasales. El estómago se me revuelve un poco más y amenaza con vomitar provocándome unas arcadas que se me hacen difícil de disimular.

—El manjar está listo —dice Samantha. Deja la bandeja encima de la bandeja que había traído Lyam anteriormente y la coloca en todo el centro de la mesa. Samantha toma asiento, pega su silla más a la mesa y junta sus manos en señal de… ¿Oración? —Gracias Altísimo por los alimentos que precedes en nuestra mesa.

—Gracias Altísimo —responde Lyam quién está en la misma posición que Samantha.

Ambos me miran. Me sonrojo. Lyam hace una seña con la mano, intentando decirme algo que no entiendo.

—Tu turno — dice por fin.

—¡Oh! — se me escapa sin darme cuenta —Gracias Altísimo —digo finalmente. Lyam y Samantha agarran los cubiertos y comienzan a comer. Los sigo luego de unos minutos. 

Miro el plato de comida que tengo al frente. Se ve delicioso, pero aún así no puedo sacarme de la mente, la idea de que lo que está en mi plato es un Conejo y que yo fui quien lo mató.

«Vamos Arlet, tu puedes». Pienso «No puede ser tan malo. Es eso o morir de hambre»

Corto un tozo con el cuchillo y lo agarro con el tenedor. Lo pienso un momento. Lyam parece darse cuenta de mi sufrimiento.

—Está bien, nena. Te acostumbrarás a comer animales muertos—. Dice — El conejo no es tan malo.

Me quita el tenedor de las manos, se lo acomoda en su mano derecha y lo lleva a mi boca.

—Abre grande —dice. Hago caso. Abro la boca y él lleva el pedazo de carne de Conejo a mi boca. Observo a Samantha que está disfrutando de esta escena— Lo ves, no es tan malo.

Tiene razón, no sabe tan mal. Pero aún así sigue sin agradarme la idea de estar comiendo un animal que yo misma maté.

Unos minutos después, Lyam y Samantha han terminado sus platos. Yo por mi parte, he comido lo más que he podido.

—Bien, es hora del brindis — dice Lyam y toma la copa con el líquido rojo. De coloca de pie, Samantha y yo hacemos lo mismo— Brindo por Arlet y por esta nueva relación que está naciendo. Salud.

Impactada. Todo chocamos las copas.

—Brindo porque Simon se recupere pronto — dice Samantha — Salud.

Todos chocamos las copas nuevamente. ¿Qué habrá querido decir con eso?

—¿Le pasó algo a Simón? — pregunto.

—¡Shh! — dice Lyam. Su semblante cambió— Este momento es sagrado.

—Oh, descuida. Creo que debe saberlo— responde esta vez Samantha bajando la copa a la mesa—. Simon tuvo un accidente. Pero está bien, no te preocupes.

—¡¿Qué?!—pregunto preocupada —¿Cómo?

—Un automóvil en el que iba chocó con un poste— dice— Fue el más herido de todos los pasajeros del auto.

—¡Dios! ¿Estará bien?

—Solo tuvo un rasguño, no es para tanto — dice Lyam con desagrado— Es tu turno de brindar.

Asiento.

Levantó la copa y miro al techo.

—Brindo porque Simon este bien— Me llevo la copa a la boca sin pensar en su contenido. Tomo un pequeño sorbo, el líquido hace contacto con mis papilas gustativas. Tiene buen sabor, algo que no había probado antes—¿Qué es eso? —pregunto.

—Es Vino Rojo del año 804 — responde Lyam— Una delicia de las más deliciosas reliquias de la antigüedad. La última persona que tuvo el vino en su poder. Fue el mismísimo Rey, antes de su muerte.

No tenía ni idea de todo esto, no lo había probado nunca. Pero está delicioso.

—Deliciosos ¿verdad? — Dice Lyam cuando ve mi expresión.

—Si, un poco—Me encojo de hombros, asiento.



Luego de la cena, vuelvo a mi habitación. Cierro la puerta y la aseguro para que nadie pueda entrar.  Camino nuevamente hacia la cama y tomo mi móvil y reviso si hay mensajes de mis amigos. No hay nada.

Busco entre mis contactos a Sebastián. Lo llamo y él contesta al segundo timbre.

—«¿Arlet?»— Dice.

—Sebastián. Escucha, no tengo tanto tiempo — digo en voz baja, tan baja que parece un susurro y dudo que Sebastián me haya escuchado.

—«¿Pasa algo?».

—Si, bueno… No.

—«No te entiendo»

—Si, si pasa algo. Pero, no es sobre mí—Tartamudeo un poco—. Es sobre Simon.

—«¡Ah! ¿Qué pasa con él?»—. Pregunta.

—Escuché que ha tenido un accidente y que se encuentra en el hospital. ¿Sabes algo sobre eso?

—«Arlet… ¿Cómo te haz enterado?»

Mi corazón comienza a latir. ¿Sebastián sabía? ¿Porqué no me ha dicho?

—¿Tu Sabías? —pregunto.

—«Si, claro que sabía. De hecho, yo también estuve en ese accidente junto con Marcos»

—¡Dios! ¿Están todos bien? —pregunto—. Lo siento tanto. ¿Porqué no me habían dicho nada?

—«La pregunta aquí es… ¿Cómo te enteraste tú?»—dice y me deja helada—«el accidente fue ayer y solo le hemos dicho a Abril, nadie más sabe»

Si la pregunta que había hecho hace poco me dejó helada, el saber que Abril, mi mejor amiga sabía y no me dijo nada, me congeló.

«Nadie más sabe» sus palabras resuenan en mi mente. ¿Cómo se habría enterado Samantha de esto, si según él no le habían dicho nada a nadie  a excepción de… Abril. ¿Abril tiene contacto con Samantha a escondidas de mi? No lo creo, pues ella no me lo habría dicho. Además, no le cae muy bien.

—«¿Sigues ahí?»— La voz de Sebastián al teléfono me saca de mis pensamientos—«Parece que no has encontrado respuesta alguna para mi pregunta»

—Si, sigo aquí — respondo luego de unos minutos— ¿Recuerdas a Samantha?

«¿Samantha está contigo?»—dice de golpe.

—Si —respondo con voz entrecortada—¿Por qué?

Lo siento, me tengo que ir— añade —acaba de llegar el doctor así que… me tengo que ir —termina la llamada. Por si voz nerviosa me hace creer que me está mintiendo. ¿Por qué se habrá puesto nervioso cuando le mencioné a Samantha?

Arlet - (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora