Capítulo 30

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Simon



—¿Qué hacemos ahora?— Marcos se acerca a mi.

—Esperar a que el doctor llegue— responde Sebastián.

—No me refiero a eso— continúa Marcos— ¿Qué hacemos con el plan de Abril?

—Lo seguiremos como lo teníamos planeado—Digo— Ahora que llegue el doctor con mi salida firmada, salimos de una vez y tomamos un avión hasta allá.

—¿No es muy arriesgado?

—Para nada. Todo sigue igual.

—¿Y qué tal si no fue del todo un accidente? — pregunta Sebastián sentado en el sofá que está en la esquina de la habitación.

—¿Qué?

—Si, ¿Qué tal que en vez de haber sido un accidente haya sido un atentado contra nosotros y lo hubieran hecho parecer un accidente?

—No lo creo —añade Marcos— ¿Quién sería capaz hacernos ésto? Además, no creo que seamos nosotros un blanco.

Marcos tiene razón. ¿Quién querría hacernos daño en nuestra propia ciudad? Aquí conocemos a la mayor parte de la población y no creo que algunos de mis conocidos a los que llamó “amigos” me hayan intentado matar.

—Escucha — Comienza Sebastián — La razón por la que sospecho es que…

—Es que qué — digo yo al  ver que Sebastián no continuaba.

— …Hay alguien que le está pasando información a Arlet.

Marcos abre los ojos como platos.

—¿Cómo sabes eso? —pregunto.

—Tuve una llamada de Arlet. Me llamó exclusivamente a  preguntarme cómo estabas tú después del accidente.

¿Enserio preguntó por mí? Eso quiere decir que… ¡Le importo!

—¿Y que tiene de malo que pregunte por mí?

—A ver, pensemos un poco— Sebastián añade — Ayer cuando tuvimos el accidente, solo llamé a Abril para informarle a ella de lo que había pasado y que por eso no podíamos llegar ayer mismo.

Hace una pausa y toma aire.

—Y ayer cuándo me llamó luego de unas horas y lo primero que dijo cuando apenas contesté la llamada fue: “¿Cómo está Simon?”. Yo no entendí como ella había tenido esa información, si hasta el momento solo lo sabíamos Abril y yo. Y eso no es todo… le pregunté quién le había dicho y a que no sabes quien fue.

—¿Quién? —repunto.

—Samantha.

Un fuerte dolor sube a mi cabeza como una corriente. La piel se me hace de gallina y mi corazón comienza a latir.

—¿Samantha?

—Si, la misma que canta y baila.

—Pero…¿cómo?. Me dijo que iba a estar en la casa de su padre en Londres.

—Ya vez que no fue así

—Entonces… ¿Ella también tiene a Arlet secuestrada? ¿Es parte de todo esto?

—Probablemente sí, o por lo menos, eso fue lo que Arlet me dijo al teléfono.

—No puede ser posible. Además ¿Qué vínculo tendría ella con Lyam?

—No lo sé.

No puede ser cierto, Samantha es mi mejor amiga de años y no creo que me haya hecho esto. Ella no es así, la conozco. O por lo menos eso creo.

—Lo siento, disculpen la demora. Tengo otros pacientes que atender y algunas otras salidas por firmar—El doctor entra en la habitación e interrumpe mis pensamientos —Con este papel pueden salir. Los medicamentos los reclaman al salir. Por favor, Simon necesita reposo— le tiende el papel a Sebastián mientras le da las instrucciones.

—Todo listo — digo mientras que intento levantarme de la camilla.

—Que alguien lo agarre — grita el doctor —¡Se va a caer!

Marcos y Sebastián corren a toda velocidad hacia mi y me agarran cada uno de un brazo antes de que me caiga al suelo.

—Qué joven tan terco ¿No ves que la camilla está alta? ¿Te quieres morir o qué? —Me regaña el doctor.

No había visto la altura de la camilla. Es una gran distancia hacia el suelo.

—Esperen aquí — el doctor sale un momento de la habitación.

En lo que llega, me quito la bata de hospital y me pongo mi ropa.

—Ten, por favor sáquenlo aquí — el doctor entra con una silla de rueda.

Me siento y Sebastián me saca de la habitación.

—Como última recomendación. No puede estar caminando por ahí porque le puede producir algún mareo. —Toca el hombro de Sebastián—Lo dejo en tus manos, muchacho. Hasta pronto.

—Muchas gracias, Doctor. Hasta pronto.

Todos nos despedimos y salimos del hospital. Afuera en la calle hay una fila de taxis parqueados, así que tomamos el primero de ellos. Muy despacio, Sebastián me ayuda a subirme al auto mientras que Marcos guarda el equipaje en el maletero.
Sebastián corre nuevamente hacia el hospital y devuelve la silla de ruedas.

Una vez adentro los tres, nos dirigimos al aeropuerto a seguir con el plan de rescatar a Arlet.



Cuando llegamos al aeropuerto, el taxi nos deja en toda la entrada. Marcos se vuelve a encargar del equipaje, mientras que Sebastián se encarga de mi. Paso mi brazo por encima de su hombro para poder sujetarme mejor.  Al entrar en el aeropuerto, el aire acondicionado golpea en mi piel, obtengo la mirada de cada persona que pasa.

—Creo que deberías quitarte la venda que traes en la cabeza —Me advierte Sebastián— Eres el centro de atención. Todo el mundo nos mira.

No recordaba que tenía la venda puesta. Dudo un poco en quitármela porque puede que el dolor de cabeza o el mareo regrese. Pero aún así, sabiendo el riesgo que podría traerme quitarme la venda, lo hago.  Caminamos hacia la recepción de nuestra línea aérea para cambiar los tiquetes que teníamos.

—El próximo vuelo sale en treinta minutos, esperemos a ver si nos pueden meter ahí — dice Sebastián — Si contamos con suerte, llegaremos dentro de dos horas.

Antes de  llegar al lugar en el que vamos a cambiar los tiquetes, Sebastián me deja en los brazos de Marcos y él me conduce hacia la sala de espera donde tomamos asiento unos minutos mientras que Sebastián hace el cambio de vuelo. Cuánto desearía tener ahora mismo la silla de ruedas. No creo que sea capaz de subir al avión solo. Las encargadas de la aerolínea nos ofrecen una botella de agua y nos preguntan si todo está en orden.

Minutos después, Sebastián regresa.

—¡Todos listo!— dice y puedo notar un tono de felicidad en su voz— Pude cambiar el vuelo. Despegamos en treinta minutos.

—Eso sí que fue rápido— añade Marcos.

— Le avisaré a Abril — Sebastián se aleja de nosotros.

Sé que me esperan dos largas horas de viaje, será horrible viajar en este estado. No quiero imaginarme cómo se sentirán las turbulencias en este estado. No quiero vomitar como la última vez, cuando estaba con… Arlet. Espero verla pronto, espero que esté bien. Comienzo a imaginar todo lo que le voy a hacer a ese Lyam, prometo que tomaré su cabeza y lo golpearé hasta que suplique clemencia, hasta que llore y de se coloque de rodillas a pedirme perdón.

—Pasajeros del vuelo 9-16 por favor acercarse a la sala de abordaje— la voz de una amable asistente suena a través de los enormes parlantes que están ubicados en cada esquina del aeropuerto.

—Ese es nuestro vuelo — añade Marcos —Vamos.

Me levanto de la silla y permito que Marcos pase mi brazo por su hombro mientras que le hace una seña a Sebastián de que se haga cargo del equipaje. Caminamos hacia la puerta de abordaje dónde nos recibe una hermosa sobrecargo. Marcos le muestra los tiquetes y nos deja abordar.

—¡Voy a salvarte, Arlet! —digo justo antes de subir un pie en el avión.

Arlet - (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora