Capítulo 43

4 1 0
                                    

Simon



Sebastián, Sam y yo nos separamos de Abril, Marcos y Daniel.

— Creo que es mejor que uno se quede afuera, necesitaremos a alguien que pida ayuda en caso de que todo salga mal— Sebastián habla en voz baja.

—Yo me quedo— Sam se ofrece.

— Muy bien— Sebastián vuelve a hablar— debes esconderte bien y estar alerta lo que pase.

Sam solo responde con un bien y con eso nos separamos dejando atrás a Sam. Sebastián se va hacia el lado izquierdo de la casa. Yo voy a la parte de atrás. Camino lo más despacio que puedo para que el ruido que provocan las ramas y las hojas cuando las piso no me delate. Aunque, todos deben de estar ocupados con Abril, Daniel y Marcos. Ellos deben estar aterrorizando a Lyam y Samantha.

Samantha. No puedo evitar sentir dolor en mi corazón cuando pienso en ella, no puedo creer todo lo que está haciendo. Sé que lo está haciendo por celos. Sabía que ella estaba enamorada de mí, aunque no fue ella quien me lo dijo, sino, la que en ese entonces era su mejor amiga Saray.

Saray fue quien me dijo todo lo que Samantha sentía por mí. Nunca sentí nada por ella, solo sentimientos de amistad. No quería formar con ella una relación que no saliera de mi corazón, tampoco la quería lastimar. Traté de hacer todo como amigos, sin darle mucha confianza, no quería que se confundiera.

Seguí caminando y crucé a la derecha para llegar a la parte de atrás de la cabaña. Por suerte, había una ventana. Sin pensarlo dos veces intenté escalar para poder entrar por ella. Me sentí seguro de lo que hacía, mis brazos estaban fuerte gracias al ejercicio. No sé me hacía difícil colgarme de una pared, pero todo falló cuando una ardilla cae sobre mi cabeza asustándome, haciéndome caer al suelo y produciendo un gran sonido capaz de llamar la atención de alguien.

Vi hacia arriba y vi el enorme árbol del cual había caído la ardilla. La agarré y la quité de mi cabeza, la sostuve en mis manos y vi su boca llena justo cuando un hombre asomaba la cabeza por la ventana. Derek. Lo vi. Su mirada estaba en los árboles. Al parecer, el ruido había llamado su atención.

Maldito traidor.  Digo para mí mismo. En este momento lo que quiero es golpearlo hasta partirle el rostro, pero me contengo cuándo veo que saca su arma. Aunque tengo la mía justo en mis piernas, se me hace imposible apuntarle porque estoy sujetando a la ardilla. ¡Eso es, la ardilla! . Pienso, luego la suelto y ella sale corriendo y se encarama en un árbol. Derek la ve y se convence de que ha sido la ardilla quien ha hecho el ruido. Cuando la ardilla desaparece de entre los árboles, Derek regresa y desaparece entre la casa.

Asomo la cabeza para comprobar que él se ha ido del todo. Luego, subo por la ventana hasta que por fin puedo entrar. Cuando por fin entro a la cabaña, la habitación en la que estoy es un poco grande. Al parecer, no es una habitación sino más bien, una oficina.

Lo primero que veo me deja helado, mi respiración al igual que los latidos de mi corazón se aceleran justo cuando veo una foto de todos nosotros pegada en la pared. Todas contienen unas líneas trazadas con marcador que llevan a un mismo objetivo: Arlet. Sigo caminando a través de la pequeña oficina improvisada, paso por el escritorio que está perfectamente centrado. De la nada siento un objeto que está entre el suelo y mi zapato. Acabo de pisar algo que ha llamado mi atención. Bajo la vista hasta que lo veo, es un celular. Pero no cualquier celular, el celular de Arlet. Toda su pantalla está rota. Me agacho y lo recojo del suelo. Para mi sorpresa, al encenderlo todavía funciona. Veo la foto de fondo de pantalla en el teléfono de Arlet: es una foto en la que estamos todos abrazados en la fiesta de Tomowrroland.

Guardo el móvil de Arlet en el bolsillo de mi vaquero y continúo observando alrededor de la oficina. Me llama la atención el computador que está encima del escritorio, estoy tentado a revisarlo. Sin dudarlo, presiono el botón de Enter y lo primero que veo son unas cámaras de seguridad. Son seis en específico. En algunas se refleja el frente, la parte trasera y los lados de afuera de la casa. En otras, se reflejaba la sala de estar, en otra puedo ver mi reflejo dando la espalda a la cámara. Me giro hacia atrás y veo la cámara justo encima de mi cabeza. La siguiente cámara hace que me hierva la sangre: dos hombres están golpeando a Marcos y Daniel mientras que Abril y Arlet están sentadas en el suelo llorando.

Los están torturando, pienso. Probablemente están tratando de sacarles información. Pero ¿Por qué Daniel, Marcos y Abril no los amenazaron con su arma? Hasta el momento, no he visto que ellos tengan armas, lo que sí, es que no sólo estaban Derek, Lyam y Samantha. Había más hombres con ellos, probablemente los chicos y Abril se han sentido inferiores a ellos.

Necesito pensar en algo rápido. Cuánto desearía que Sam o Sebastián estuvieran conmigo en este momento, todo sería más fácil. Pero ahora estoy yo solo y necesito actuar lo antes posible. No puedo permitir que sigan golpeando a Marcos y Daniel. Agarro mi arma y apuntó hacia el frente, con los ojos bien abiertos y atento a cualquier movimiento salgo de la oficina. Llego a la sala de estar, está vacía. Camino a través de un pasillo y entró en la primera puerta del lado izquierdo: el baño. Está vacío. Entro y lo primero que puedo ver son un par de manos en la ventana, luego aparece el rostro de una persona y lo reconozco al instante. Sebastián.

Sebastián atraviesa la ventana cayendo encima del inodoro. Se levanta y me da un gesto de aprobación.

— Estoy bien— dice.

Cierro la puerta detrás de mí mientras que le hago una seña a Sebastián para que baje la voz. Ya que estamos aquí dentro no podemos correr el riesgo de que nos escuchen y nos encuentren aquí,

— Escúchame bien — le digo mientras me acerco a él para que pueda escuchar mis susurros — Estamos perdidos, Lyam se está saliendo con las suyas. Ha atrapado a Marcos, Daniel y Abril. Nos ha tendido una trampa y hemos caído en ella.

El rostro de Sebastián palidece. Pienso muy bien lo que voy a decir.

— Hay un problema con Daniel y Marcos.

— ¿Marcos? ¿Qué paso con el?— La preocupación en su tono de voz es evidente.

— Lyam y sus hombres los están golpeando.

— ¿Qué?

— Si, lo pude ver en una de las cámaras que están en la oficina de Lyam.

— ¿Por qué lo hacen?

— No lo sé, creo que deben de estar sacando información ,

— Maldito — dice y me agarra fuertemente del cuello de mi suéter — Te juro que cuando lo tenga enfrente lo voy a matar.

Entiendo perfectamente su rabia hacia Lyam y entiendo que todo esto se deba a que Lyam y sus hombres están golpeando a su hermano. Aunque ellos no sean mis hermanos de sangre, yo los considero hermanos y toda esta situación también me duele. Haría lo que fuera por Sebastián y Marcos.

— Todavía no es momento de atacar— le digo.

— ¿Qué rayos te pasa? —susurra con rabia —¿Crees que me voy a quedar aquí viendo como esos estúpidos golpean a mí hermano? ¡Estás muy equivocado!

Carga el arma.

— ¡Apártate! — me ordena en medio de susurros, pero no me muevo de donde estoy.

— Sabes que no te dejaré ir.

— Entonces, te quitaré yo de en medio.

Inesperadamente Sebastián me empuja fuertemente hacia una de las paredes del baño, mi cabeza golpea el espejo que estaba colgado en la pared haciéndolo añicos. Me desestabilizo cuando mi cabeza golpea el lavabo del baño rompiéndolo por la mitad.

Mi cuerpo se tambalea de lado a lado, el mundo comienza a dar vueltas. La desorientación comienza, mi equilibrio se pierde.

Caigo en al suelo.

Arlet - (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora