Capítulo 40

193 24 28
                                    

El lugar era un caos, papeles desordenados decorando el suelo, la mesa, las sillas, él sofá, los libros y cosas de las repisas todo esparcido por el suelo, como si un tornado hubiese arrasado con aquella habitación. Escuchó ruidos en la cocina y se dirigió hacia ella, también estaba hecha un desastre y notó como el menor estaba tratando de ordenar todo rápidamente, golpeó tenuemente la puerta de la cocina, mientras Rubén, quien estaba dándole la espalda, daba un pequeño salto sin mirarlo.

-Ah Roberto, me encontró ordenando jaja- se notaba nervioso- anoche vinieron unos amigos a tratar de animarme y se nos fue de las manos jeje la casa está patas arribas, pero estoy bien, voy a terminar de ordenar luego- dijo con rapidez- estoy bien, así que no hace falta que se moleste en ve...- se calló al girarse y toparse con Samuel, con sus brazos cruzados apoyado contra el umbral de la puerta- ¿Qué haces aquí?- preguntó en un hilo de voz.

-Un gusto verte a ti también, Doblas- dijo serio- así que... vinieron amigos- agregó mirando el desorden de aquella cocina- y yo que creí que el tornado "Rubén Doblas Gundersen" había arrasado con la sala-.

Rubén no respondió, se giró y continúo arreglando la cocina pero se notaba que era porque no sabía que debía decirle, estaba muy agobiado por cargar con todo lo que estaba golpeándolo.

-Lamento mucho lo de Ricardo, Rub- dijo apenado el mayor, sabiendo que tan importante había sido aquella mascota para el menor.

Rubén apretó sus dientes y sus puños, no quería seguir llorando aquella perdida. Pero no podía evitarlo.
De pronto, su móvil que estaba sobre la mesada, comenzó a sonar y su rostro de terror se hizo presente.

-Chiqui contesta- dijo Sam mientras el menor se alejaba del aparato y negaba.

-No- murmuró en un hilo de voz.

-Podría ser importante-.

-No lo es-.

-Doblas-.

-¡¡No quiero!! ¡¡Ya no quiero escucharlo!! ¡¡No más!!- cerró sus ojos aterrado.

Samuel se dirigió hacia el móvil para aceptar la llamada poniendo el alta voz, Rubén intentó evitarlo, porque no quería que Samuel hablara con él, los quería lo más lejos posible el uno del otro.

-"Hola Rubius"- saludó una voz conocida y agobiante para el menor pero desconocida para el mayor- "creí que no me atenderías, cariño. ¿Estás ahí? Supongo que sí. Ah, por cierto, hice lo que me dijiste ¿Cómo fue? Ah sí, "haz lo que quieras grandísimo imbécil asqueroso". Pues lo hice, le mandé a tu amorcito un lindo mensaje con una muy linda foto tuya. Veremos si quiere comerse algo que otros ya se han comido"- dejo escapar una risita burlona.

Los ojos aterrados y avergonzados de Rubén se toparon con los del mayor, y con rapidez desvió la mirada dejándose caer de rodillas. Samuel lo había visto, maldita sea, él lo sabía, que no debía haber enfrentado a Bruno. Se abrazó a sí mismo, era obvio que al final se alejaría, ya no podía soportarlo más. Había ocultado y soportado todo el solo y ahora...

-"¿Rubius, sigues ahí?"- preguntó la voz de Bruno- "me extrañas ¿Verdad, bebé? Pero no te angusties, pronto iré a verte"- agregó.

Samuel no pudo más- que bueno macho, me ahorrarás el tener que buscarte para romperte la cara a puñetazos- dijo con ira en su voz aunque la mantenía calmada. Rubén levanto la mirada hasta toparse con el rostro de Samuel y este... ¿Le estaba sonriendo?

-"¿Quién eres?"- inquirió Bruno sorprendido de aquella amenaza.

-Soy quien te va a enseñar a respetar a los demás, mocoso- respondió- quiero que sepas que Rub no está sólo, que me tiene a mí y nada de lo que hagas o digas va a cambiar eso, no quiero que tú ni tus amiguitos llamen a Rubén de nuevo. Ni llamadas ni mensajes, ahórratelos-.

Mi trébol de cuatro hojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora