Capítulo 94

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La mafia. Maldita sea, ya se había pellizcado un par de veces para asegurarse de que no estaba en un sueño o en una pesadilla; estaba acostado en la cama boca arriba, contemplando el techo y dándole vueltas a todo lo que Elyas le había contado. Es que simplemente era para flipar ¿Tanto por un collar? ¿Realmente Frank y Bruno estaban metidos en todo aquello? ¿Qué querían ganar con todo aquello? ¿Separarlo de Rubén? ¿Todo era por él? No, esto era algo más, no podía simplemente ser por él, no podía solo ser para separar a una pareja. Esto se estaba yendo de las manos y del entendimiento de cualquiera.

-¿Samuel?-.

La voz de Victoria lo sacó de sus pensamientos, devolviéndolo a la realidad abruptamente.

-Te traje un té de menta, querido- dijo dejando la taza sobre la mesa.

-Gracias Victoria- respondió tomando la taza.

-¿Estas bien?- inquirió la mujer sentándose frente a él en la silla de visita- tu padre me dijo que habías discutido con Rubén- dijo de forma delicada para que no sintiera que se estaba entrometiendo en su vida ni nada de eso- ¿por eso Rubén no vino?- preguntó.

Dio un largo sorbo a su té pensativamente- Victoria- la llamó un par de minutos después- ¿papá y tú han tenido alguna pelea?- preguntó con curiosidad.

La mujer lo observo sorprendida- por supuesto que sí, cariño- respondió con una de esas sonrisas maternales- es normal entre parejas tener algún choque, disgusto, cambio de opinión, ya sabes- agregó con calma- ¿fue una pelea muy fuerte?- preguntó.

-No, no creo que fuerte, pero de seguro estará molesto conmigo- respondió.

-No dejarías de amarlo sólo por el mal entendido ¿cierto?- le preguntó con una sonrisa.

-¡¡Claro que no!!- exclamó- realmente lo amo demasiado- agregó volviendo a darle un sorbo a su te.

Victoria le sonrió- cuando lo veas de nuevo, recuérdaselo-.

Ella volvió a su trabajo llevándose aquella taza de té ya vacía y dedicándole una sonrisa al salir. Él regresó a un trabajo en su ordenador antes de perderse en sus pensamientos nuevamente, no podía hacer nada al respecto con lo que estaba sucediendo, así que debía continuar su vida con normalidad o lo más normal que pudiera.
Pasaban de las nueve de la noche y Rubén no daba indicios de aparecer, creyó que quizás el menor cumpliría su amenaza de no ir aquella noche. Suspiró resignado, al menos esperaba que le enviara un mensaje diciéndole que estaba en su casa y que estaba bien. Se puso de pie y se encaminó hasta la ventana de la habitación, dejando recargada su frente sobre el cristal, cerró sus ojos por un momento, sintiendo el frio que emanaba del vidrio sobre su rostro; cuando los abrió notó una figura en el, a sus espaldas y giró rápidamente para verlo.

-Te traje algo de comer- dijo Rubén caminando hacia la pequeña mesa para dejar su mochila con sus cosas de la universidad y la bolsa del mercado. Comenzó a quitarse el abrigo y al dejarlo en el gancho cerca de la puerta de entrada, sintió su cuerpo siendo envuelto por los brazos de su novio, mientras su cuello era besado.

-¿Eres mi cena, chiqui?- preguntó con una sonrisa, arriesgándose a que el menor se molestara, pero fue todo lo contrario.

-Ya quisieras- suspiró dejándose besar.

-Perdóname, Rub- dijo abrazándolo con fuerza ocultando su rostro en su hombro- no quiero que discutamos, perdón por no decirte lo de Luzu, pero es que es su decisión y lo que ellos hagan, no importa el que, no quiero que influya en nosotros-.

Mi trébol de cuatro hojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora