Capítulo 13

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-¿El juego de "nunca, nunca pasó"?- preguntó sin comprender viendo como el menor asentía- ¿No es el "yo nunca, nunca"?- inquirió curioso.

-No, no. Ese es diferente-.

-Mmmm entonces creo que nunca lo he jugado- respondió tratando de hacer memoria, pues, Herny y los demás siempre lo hacían jugar a cosas fuera de lo común, juegos de otros países. Recordó que el último que jugó fue con cartas españolas llamado "Chancho", según lo que su amigo le dijo era un juego de Argentina- ¿Es muy diferente al "yo nunca, nunca"?- le preguntó.

-Si, tu y tus amigos se ponen de acuerdo y hacen cosas o dicen cosas de las cuales luego nunca hablarán, como si lo que hicieron o dijeron no hubiese pasado- explicó el rubio mientras miraba el suelo por dónde pasaban para evitar una caída.

-Sigo sin entender muy bien cómo va- dijo el mayor curioso- cuidado con esa raíz que sobre sale de la tierra- advirtió.

Rubén trató de pensar en algunos ejemplos para que el mayor lo entendiera- mmm romperé las reglas para contarte... no, no, no, juguemos- dijo frenando de golpe mientras el mayor se giraba para mirarlos- solo di "nunca, nunca pasó" y comenzará el juego, lo que se diga o se haga jamás lo volveremos a hablar entre nosotros y no podremos contárselo a nadie-.

-Mmmm bueno, "nunca, nunca pasó"- dijo tratando de saber de qué iba aquel juego.

-Cuando éramos pequeños, mi hermana Irina, y yo, nos comíamos los dulces de Auron, o sea mi hermano Raúl, mientras jugábamos al "nunca, nunca pasó" entonces luego jurábamos a muerte que no habíamos sido nosotros porque en realidad "nunca, nunca pasó"- dijo haciendo énfasis en las comillas con sus dedos.

-Joooeeerrr chiqui, que complicado por un par de chuches- dijo riendo.

-Ya, te digo que eso pasaba cuando éramos niños- respondió recordando aquellos viejos y buenos tiempos.

-Y cuando ya no quieres seguir jugando ¿Qué debes decir?- preguntó el mayor mirando al cielo ya casi nocturno.

-"Ya no sigo" y se acaba, si uno termina los demás también- respondió con calma. Lo vio meditar por un momento, quizás no se explicó bien- ¿Si lo entendiste?- inquirió con una sonrisa burlona.

-Claro que sí, subnormal- bufó el mayor volviendo en si, y es que un recuerdo se paseó con rapidez por su mente, una acción que tuvo que reprimir en aquel específico momento, cerró sus ojos y dijo muy suavemente- "nunca, nunca pasó"-.

-¿Cómo?-.

La espalda de Rubén terminó contra un viejo árbol detrás de él y se derritió por completo. Samuel se había pegado a él, con ambas manos en su talle, tan cerca que podía distinguir el aliento del otro, el mayor bajó su cabeza apoyándola en el hombro de el, ya ruborizado, menor susurrando un "Doblas... huele bien". Trayendo a la mente de Rubén aquel viejo momento, en un pasillo oscuro, con música fuerte, rodeado de parejas que compartían un poco de intimidad; sintió su corazón latir con fuerza y su oxígeno escapar por completo de sus pulmones. Y lo sintió. Lo que creyó que jamás pasaría, lo tomó por sorpresa. Sintió que los labios del mayor eran cálidos y suaves y que aún conservaban rastros de aquel jugo de naranjas que habían bebido juntos momentos atrás, sus ojos estaban abiertos de par en par sin poder dejar de lado su asombro. El mayor tenía sus ojos cerrados, razón por la que pudo ver lo hermosas y espesas que eran las pestañas de Samuel. La presión de los dedos del mayor en su cintura lo hicieron reaccionar y con cierto temor cerró sus ojos correspondiendo al beso, moviendo sus labios con suavidad contra los del mayor.
El corazón de Samuel se aceleró al sentirle corresponder aquel beso y ese sentimiento de "querer más", que siempre controlaba, se salió de control, al sentir como las manos de Rubén subían por su pecho, acariciando su cuello y su rostro hasta instalarse detrás de su nuca, jalando levemente de su cabello, atrayéndolo más hacia él.
Lo presionó aún más contra aquel árbol y sus brazos de cruzaron alrededor de la pequeña cintura del rubio, mientras sus labios se movían aumentando la velocidad, en el momento en que Rubén entre abrió su boca, introdujo su lengua con cierto miedo de recibir un rechazo pero al contrario, lo escuchó jadear, y sintió la suavidad de la lengua del menor yendo a su encuentro.

Mi trébol de cuatro hojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora