Prólogo

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- ¿Eso es todo?- pregunté, con un hilo de voz. 

Le miré a través de las lágrimas de mis ojos. Mantenía una expresión fría, sin emociones, como si no acabara de romperme el corazón. 

- Sí - respondió, secamente. 

Me quedé mirándole por más de cinco minutos, esperando que se riera y me dijera que todo había sido una broma. Que no había salido conmigo durante nueve meses para luego decirme que, en realidad, nunca había sentido nada por mí. Que todo había sido un amorío de instituto. 

- Te odio - le dije, aunque ambos sabíamos que no era cierto. 

- Lo entiendo. 

Prefería que me dijera que él también lo hacía a que actuara con indiferencia. Ni siquiera había tenido tacto al decirme que nunca fue reciproco, como si mis sentimientos le dieran completamente igual. 

- Buenas noches, Celia - dijo, yéndose. 

No le respondí, no creo que hubiera podido hablar. Me dolía todo, como si acabaran de darme una paliza. Había escuchado millones de canciones sobre rupturas, pero nunca pensé que dolieran tanto. 

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