Capítulo X

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Celia.

Amaya me había invitado a desayunar y, como me encontraba mucho mejor, acepté. Últimamente no tenía mucho trabajo y podía permitirme hacer estas cosas. 

- ¿No sabes quién es Emma Chamberlain?- preguntó, asombradísima -. Vale, no sé si es porque eres europea o simplemente porque necesitas una clase de cultura de internet. 

- Seguramente la última opción - aseguré, mientras recogíamos nuestras cosas. 

- Pues ahora te vienes a mi casa y te pienso explicar absolutamente todo - dijo, subiendo a mi coche -. Tú podrías hacerme una clase de historia de arquitectos importantes y esas cosas. 

Dudaba que eso le interesase, pero a mí me parecería muy interesante darle una clase. Llegamos a casa y Adam bajó de su despacho para darle un beso a Amaya y saludarme, luego volvió a subir. 

- Vale, siéntate aquí - me señaló el sofá -. Vengo enseguida. 

Y vino con dos álbumes llenísimos de fotos de mucha gente diferente. Joder, yo pensaba que ser YouTuber consistía en grabarse y ya. 

- De pequeña estaba obsesionada con la moda y coleccionaba recortes de revistas o fotos que veía de modelos - me contó, dejando todo encima de la mesa -. Muchas de ellas, son muy importantes en la historia de internet. ¿Lista?

- Completamente - asentí, sonriendo al verla tan concentrada. 

Y empezó a hablarme de todas y cada una de las modelos - con fechas de nacimiento incluidas, maridos, hijos...-. Admiraba muchísimo su memoria y escucharla hablar con tanto fanatismo era muy inspirador. 

De repente, la puerta se abrió y ambas desviamos la vista para ver quién era. 

Era Nil, con el pelo revuelto, cara de no haber dormido bien y  más de un chupetón en el cuello. No era una sorpresa que se fuera de fiesta y llegara por la mañana, pero tenía la esperanza de que hubiera madurado aunque fuera un poquito. 

- ¡Maya!- gritó él, corriendo a darle un abrazo. 

Como estábamos sentadas una al lado de la otra, pude oler a alcohol y colonia de mujer. No me importaba si se había acostado con una, dos o tres personas, lo que me importaba era que parecía no haber dormido en mucho tiempo. 

Cuando se apartó, se quedó mirándome y después parpadeó más de una vez, para obligarse a mantener los ojos abiertos. Cuando le devolví la mirada, la apartó enseguida. 

- ¿Dónde estabas?- le preguntó Adam, que acababa de bajar. 

- Ya está aquí papá - murmuró, sentándose a mi lado -. Estaba en una fiesta. 

El sofá no era lo suficientemente grande como para que los tres pudiéramos sentarnos y hubiera espacio entre nosotros, así que parte de la pierna de Nil estaba encima de la mía y su mano rozaba la mía. Contuve la respiración y me esforcé mucho por no girarme a mirarle. 

- Son las diez de la mañana - le reprochó -. Es la segunda noche que sales de fiesta.

Pude haber movido la mano, pero la mantuve ahí. Nil movía los dedos por los nervios y acariciaba los míos delicadamente. 

- No tienes por qué echarme la bronca, ¿sabes?- le dijo, casi susurrando -. No ahora. 

Adam me miró de reojo, suspiró y añadió: 

- Ven. 

Él subió a su despacho de nuevo y Nil, tras soltar un gran resoplido, le siguió. 

 Nil. 

Sé que debería haberme ido a dormir, pero ver a Celia en el sofá me lo impedía. Esos malditos ojos verdes que tanto me gustaban, el olor a fresa de su pelo y lo suave que era, como entrecerraba los ojos cuando fruncía el ceño... Seguía siendo la misma aunque se escondiera. 

- ¿Qué te pasa?- me preguntó Adam, cruzándose de brazos -. Y no es por lo de las fiestas, eso no me sorprende del todo, es porque te noto... distante, como si vivieras más en tu cabeza que en este planeta. 

- ¿Y?- me encogí de hombros y toquetee un montón de papeles que tenía Adam en el escritorio. 

- Pues que desde que te conozco nunca habías estado así por una chica - aclaró, acercándose más -. Sé que hubo algo entre vosotros, pero esperaba que me lo contaras tú. 

Levanté la cabeza de golpe y le miré con los ojos muy abiertos. 

- A ver, que no estoy ciego - comentó, con obviedad -. Y si a Richard no le haces mucha gracia, debe ser por algo. 

Tampoco tenía nada que ver. A Richard no le gustaba nadie, solo él mismo. 

Me quedé un rato en silencio, tratando de aclararme. La idea de contarle que fui un completo capullo con ella, me ponía de mal humor porque la única persona con la que me había abierto sobre eso, era Louis. 

- Eso ha quedado en el pasado - dije, dando vueltas por la sala -. Ella tiene novio y yo... estoy muy bien soltero. 

- ¿Salisteis?- inquirió, sin moverse de su sitio. 

- Sí - contesté muy bajito, esperando que no lo oyera -. Pero... le hice daño y ahora me odia, es simple. 

- Yo no creo que te odie - opinó, aún quieto en su sitio -. Igual solo le desagradas. 

- La utilicé para darle celos a su mejor amiga y  poder salir con ella, Adam - expuse por fin -. Ella me quería y yo no supe verlo hasta que Lisa me dejó. Intenté hablar con Celia otra vez, pero su hermana me dejó claro que no quería saber nada de mí y que me alejase de ella. 

Esperaba que Adam pareciese sorprendido, pero no lo hacía. ¿Era tan normal que hiciera ese tipo de cosas como para que a él no le sorprendiesen?

- ¿Y ahora qué sientes?- preguntó, cogiéndome del hombro para que me quedara quieto de una vez -. Porque está claro que algo sientes. 

- No tengo ni puta idea - esputé -. Yo... le tuve cariño en su momento y se lo sigo teniendo, no puedo borrar diecisiete años de mi vida. 

- Tú sabes lo que es estar enamorado, no tengo que explicarte el sentimiento. 

Y me quedé pensando. No estaba enamorado de Celia, pero cada vez que la veía mi corazón se paralizaba y me costaba encontrar las palabras para dirigirme a ella. Quería acariciarla, verla despertar, besarle en el costado y que se quejara porque le hacía cosquillas... Quería que volviéramos a ser Nil y Celia, como en el instituto. 

- Pues eso ha sido un silencio muy largo, eh - me dijo, dándome una palmadita en el hombro y sentándose a leer los papeles esos -. Mi consejo es que le digas lo que sientes, a lo mejor si ve que tienes sentimientos empiezas a desagradarle menos.

Asentí y bajé para irme a mi habitación. Celia se había ido y Maya, aunque intentaba disimularlo, sentía mucha curiosidad. 

Antes de acostarme, pensé en lo que me había dicho Adam y me di cuenta de que no podía decírselo. ¿Y si volvía a hacerle daño? ¿Y si no era suficiente? ¿Y si ella ya no me quería? Estuvimos nueve meses juntos y fueron muy bien, pero ahora éramos adultos.

Volver a ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora