Capítulo XXXIX

8 2 41
                                    

Celia.

Me encontraba fatal. Nil estaba preparándome un té pero no podía parar de sentir que seguía en esas cuatro paredes con dos pares de ojos mirándome y pensando que no servía para nada.

Además, había dimitido. Abandonado. Yo, que toda mi vida me había dejado la piel estudiando algo, me gustara o no, solo por no dejarlo a la mitad.

- Celia, deja de comerte la cabeza - habló Nil, sentándose a mi lado -. Te has ido por su culpa. Tu jefe es un cabrón con complejo de rey que no se merece que trabajes para él. Es que, por merecerse, no se merece ni que fueras amable con él.

Esbocé una sonrisa, me hacía gracia verle tan enfadado.

- ¿La taza de café? Deberías habérsela tirado a él - continuó, atrayéndome hacia él -. Me cae fatal, que lo sepas.

- ¿En serio?- ironicé -. Los últimos mil insultos no me lo habían dejado lo suficientemente claro.

Sonrió orgulloso y me besó. Le correspondí el beso, hundiendo mi mano en su pelo. Nil, posando la palma de su mano en mi cadera, me empujó hasta su regazo. La mano que tenía libre, se hizo hueco por debajo de mi camisa.

Me detuve a mirarle mientras desabrochaba mi sostén. Tenía los labios hinchados y rojos por mi pintalabios y los rizos de su pelo eran un desastre. Estaba muy guapo.

Antes de poder examinarlo del todo, mi cuerpo entero estaba expuesto ante él.

- No te voy a quitar esa falda porque te queda excesivamente bien - murmuró.

Me moví en su regazo lentamente, haciendo fricción. Noté su erección en mi intimidad. Nil bufó. Movió sus manos a mis pechos, que acarició al mismo tiempo que su respiración se aceleraba.

Me levanté para que pudiera deshacerse de su pantalón, en lo cual fue bastante rápido.

- Menudo impaciente - me reí, acariciándole el pecho.

Volvió a entralazar nuestras bocas. Me miró, como si me pidiera permiso para hacer lo que estaba apunto de hacer. Entonces, entró dentro de mí.

Llevaba el ritmo de mis movimientos con mucha calma. Yo quería más, había tenido un día muy duro.

Me moví mucho más rápido, provocando que Nil echara la cabeza hacia atrás y gimiera. Bueno, yo hice lo mismo, que el chaval también tenía su mérito.

- ¿Quién es la impaciente... ahora?- preguntó, sonriendo.

Joder, qué guapo. Sabía que era guapo pero es que en ese momento me pareció la persona más guapa que había visto nunca.

Le besé para quitarle la sonrisa y, en esa posición, ambos acabamos. Ahora seguía sonriendo y trazaba líneas por todo mi cuerpo, que seguía encima del suyo.

- Mierda, Celia - exclamó Nil, apartándome -. Tomas anticonceptivas, ¿verdad? Antes las tomabas, por eso...

- Sí, me las sigo tomando - le tranquilicé.

Antes, aunque no mantenía relaciones sexuales, mi madre me hacía tomarlas por si algún día "surgía el momento". Surgió dos años después, con Gabe, pero utilizamos condón de todas formas.

Volver a ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora