Capítulo XXXX

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Celia.


Como iba a salir a cenar, aproveché para ponerme los vestidos que había metido en la maleta cuando estuve en Norwich.

Elegí uno negro ceñido con la espalda descubierta. Era bastante corto y... bueno, no sabía si a Nil iba a gustarle. A mí me gustaba mucho, pero no quería que se enfadara.

Me puse unos tacones negros de aguja. Estaba acostumbrada a llevarlos a trabajar todos los días, no suponían una molestia. Me maquillé los ojos - estresándome porque no me salía la ralla del ojo - y me pinté los labios rojos. No sabía si recogerme el pelo o dejármelo suelto, pero opté por esto último. Lo acompañé todo de un bolso minúsculo negro.

Nil estaba en su piso cambiándose, así que me dirigí hacia él con una sonrisa. Adam me abrió la puerta, que no se había arreglado mucho. ¿Iba a ser la única arreglada?

- Vaya, qué guapa vas - me dijo, dejándome entrar.

- Gracias - respondí, quedándome junto a la puerta.

Adam me tendió una cerveza a la que accedí encantada. Suspiró y se sentó en un taburete.

- Normalmente, Nil tarda dos minutos en estar listo, pero yo creo que quiere impresionarte - comentó, dándole un gran sorbo a su bebida.

Me reí en voz baja. Enseguida, salió Nil de su habitación.

- Madre mía, Celia - musitó.

- ¿Qué?- pregunté, preocupada -. ¿No te gusta?

- Pero... ¿Cómo no me va a gustar? Estás alucinante - contestó, acercándose a darme un beso.

Me había quitado un gran peso de encima. Jamás me hubiera imaginado que me hubieran dicho algo así con sinceridad.

Lo examiné, llevaba un pantalón vaquero ancho que todavía no le había visto y una camisa beige de botones ancha, de esas que son de manga corta. Olía muy bien.

- Tú también - admití.

Entonces salió Amaya, que llevaba una falda de terciopelo rosa con un top blanco. Y... unas deportivas. No entendía de moda, así que supuse que eso era lo que se llevaba.

- ¡Pero qué guapa!- exclamó Amaya, corriendo a darme un abrazo -. Prométeme que no nos separaremos tanto tiempo nunca más.

Me reí y le correspondí el abrazo.

- Te lo prometo.

Después de que Adam nos recordara que llegábamos tarde, ella se acercó a darle un beso. Él le susurró algo al oído y ella rio.

Nil.

Había hablado con Louis, que sí que estaba preocupado. Había pasado casi una hora y seguía sin dar con Richard. Menudo gilipollas. Ojalá haberle partido la cara cuando tuve oportunidad.

El camino al restaurante consistió en Maya hablando, Adam conduciendo y pidiéndole por favor a Maya que se centrara en darle indicaciones porque no tenía ni idea de donde estaba el restaurante, Celia riéndose y yo mirando el teléfono cada dos segundos para ver si Louis me enviaba algo.

Volver a ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora