Celia.
Subir en un coche con Nil era sinónimo de pasarme todo el rato tratando de no mirarle. Además, estaba fumando, lo cual, no hacía falta aclarar que era peligrosísimo.
- ¿A qué se viene este interés tan repentino por hacer deporte?- preguntó, rompiendo el silencio que solo la música llenaba -. Creo recordar que era tu mayor enemigo.
- Y lo es - aclaré, para no perder las costumbres -. Solo necesito entretenerme con algo, estar de vacaciones me aburre.
- ¿Por qué no pintas? - inquirió, bajando el volumen de la música -. Sigo esperando el retrato que me prometiste hacerme.
Me reí por eso último y él me siguió.
Adoraba pintar, pero lo dejé hace mucho. La última vez que pinté fue poco antes de mudarme a Londres. Me llevé el cuadro para corgarlo en algún sitio de la casa, pero en una discusión con Richard, lo rompió clavándole unas tijeras. No pude volver a pintar.
No quería dedicarme a pintar, a vender mis cuadros... Para mí, eran privados, todo lo que expresaban no podía compartirlo con todo el mundo y dejar que lo juzgasen. Además, me gustaba la arquitectura.
- Ya no pinto - sentencié, apartando la mirada -. Tiré todos los materiales.
- ¿Tiraste el cuadro de la playa?- preguntó, horrorizado -. Era precioso, Celia.
- No, los cuadros están en el desván - contesté -. Mi madre me prohibió tirarlos.
- Hizo bien - murmuró, aparcando el coche.
Bajó del coche y sacó la pelota de baloncesto. Le seguí hasta la cancha vacía y dejé mis cosas en las gradas.
- ¿Sabes jugar?- preguntó, medio riéndose.
Que sí, que era penosa en deportes, pero... seguro que había mejorado un poco.
- Sí, me enseñó Gabe - le dije, bebiendo agua.
Gabe fue algo así como mi novio, pero nunca fuimos nada realmente. Nos acostamos un par de veces y ya. A mí me gustaba, pero no podía enamorarme de él estando tan cerca de Nil.
- Pues entonces no sabes jugar - soltó, lanzándome la pelota.
La agarré y corrí hacia canasta con ella. Nil parecía no esforzarse mucho y me dio rabia, no quería que me subestimase.
- Juega bien - le dije, señalándole con el dedo.
Entonces, se acercó a mí y me arrepentí de haber dicho eso. ¿Por qué parecía tan intimidante cuándo jugaba? No se me ocurrió nada mejor que lanzar a canasta y rezar para que entrase.
No lo hizo, pero rozó el aro.
- ¿Por qué Gabe te cae mal?- curioseé, intentado distraerle para robarle la pelota.
- No me cae mal - respondió, cambiando el balón de dirección para que no se lo robara -. Pero debería callarse la boca de vez en cuando.
Rodé los ojos y, no sé ni cómo, logré quitarle la pelota. Corrí con ella y la canasté, fue un milagro.
- ¡Llevo un punto más que tú!- le grité, emocionada -. ¿Ves que sí sé jugar?
Nil asintió, aplaudiendo lentamente.
El partido duró bastante más. En algunos momentos - para quitarme la pelota - Nil tuvo que acercarse a mí. Quizá no lo utilizaba como distracción, pero funcionó.
ESTÁS LEYENDO
Volver a ser nosotros
RomanceEx... esa persona de la que tanto odiamos hablar. Eso incluye a Celia, que después de ocho años sin saber nada de su ex, se ve enfrentada a ser su vecina. ¿Cómo afectará esto a su vida actual? ¿Cómo afectará a su relación con su actual pareja? ¿Có...