Capítulo XXXXI

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Nil.

- ¡Lo tengo, Celia!- dije, entrando por la puerta.

Ella estaba limpiando, con la música muy alta. Se giró cuando la bajé, por lo que asumí que no me había escuchadoal entrar.

- Oh, hola - me saludó, dándome un abrazo -. ¿Qué tal te ha ido?

- Súper bien, he conseguido el trabajo.

Entonces, se puso a dar saltitos de alegría y a darme besos. De lo último no me quejaba, la verdad.

¿Os acordáis del trabajo que me dijo Celia? El de entrenador de un equipo de fútbol de niños. Bueno, pues me han contratado y empiezo el lunes.

- ¡Te lo dije!- exclamó, entusiasmada.

- Te hace más ilusión que a mí - le dije.

- Vas a volver a jugar a fútbol, claro que me hace ilusión.

- No voy a jugarlo, voy a enseñarlo - corregí.

Celia rodó los ojos, riéndose.

- Me da igual, hay que celebrarlo.

Ya me estaba gustando que estuviera tan emocionada.

La subí en volandas. Celia me dio un beso y yo besé su cuello. La apoyé en un pilar para quitarle la camiseta con facilidad. Ella sonrió.

- Cuando dije celebrarlo, me refería a una cena - musitó, moviendo sus caderas contra mí.

- Bueno, pues si quieres paro y limpiamos juntitos - ofrecí.

- Ni se te ocurra.

Me reí y ella se dispuso a callarme dándome un beso.

Celia.

Era el primer día de Nil en el trabajo y, como dijo él, exigí ir con él. ¡Solo quería saber como era! Y porque me gustaban mucho los niños.

Vi como entraba al club y me dispuse a irme, pero vi que daba la vuelta y volvía. Se asomó por la ventana y dijo:

- ¿Quieres quedarte al entrenamiento? No serás la única, cuando yo entranaba dejaban que los padres se quedasen.

Sonreí y bajé del coche. Siguiéndole. Si fuera sido un perro, estaría moviendo la cola de feliz.

- Gracias por dejarme entrar.

- Bueno, sé que te gustan los niños y no quiero que te quedes toda la tarde en casa - anunció.

Entramos por unas puertas correderas y vimos el campo verde enseguida. Habían un par de madres con sus hijos en la puerta.

- Buenas tardes - saludó, acercándose -. Soy Nil Taylor, el entrenador.

Me di cuenta de que un par de mujeres hablaban entre ellas mientras le echaban miradas largas y lascivas a Nil. ¿Iba a pasarle eso todos los días? Porque sé por experiencia que nunca es cómodo.

- ¿Quién eres tú, bonita?- me preguntó una mujer, que probablemente sería la abuela del niño que la agarraba de la mano.

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