Capítulo XXVIII

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Celia.

A veces, detestaba hablar con mi hermana. Chloe hacía que todos mis problemas parecieran chorradas. No lo hacía a propósito, simplemente daba consejos que parecían muy simples en cuanto no lo eran a la hora de realizarlos.

Puede que dejarse llevar para ir o no a ver a tu amiga sirva, pero no para bajar la guardia con tu ex. Nil podía haber cambiado, podían haber pasado ocho o mil años, pero el pasado no se borraba. No me consideraba una persona rencorosa, solo precavida.

En cuanto le conté lo de Richard y Lisa, se puso a insultar al primero como si no hubiera un mañana. De ella no mencionó nada.

- ¿En qué piensas?- me preguntó Amaya, mientras el resto preparaba las cosas para el picnic.

- Nada interesante - respondí -. Es que no sé qué haré en cuanto vuelva a casa. Me paso el día trabajando y... ahora que estoy de vacaciones no tengo nada que hacer.

Además, estaba sola. Sabía que si a Amaya le pedía ir al cine conmigo, no se negaría, pero Adam estaba de vacaciones también y no quería quitarles tiempo juntos.

- Bueno, podemos hacer un montón de planes ahora que te tengo todo el día para mí - murmuró, pasándome un brazo por los hombros -. ¿Qué te gustaría hacer?

Pensé en ir al museo, pero no se lo dije porque seguro iba a pensar que era aburrida.

- Ya veremos - dije, apartando la mirada.

Odiaba no ser una persona divertida y capaz de tomar decisiones arriesgadas sin pensar en todas las consecuencias que estas iban a tener. Mi hermana era divertida, Amaya también... A las dos les iba bien en la vida. A mí no, a mí me iba de pena.

- Claro, si tenemos todo un mes para idear algún plan - insistió, volviendo a sentarse con Adam en una tumbona.

Aparté la mirada y me senté en la arena, mirando al mar. Me gustaba mucho la playa, me recordaba a Norwich y a mi infancia. Las playas de Canadá eran bastante más soleadas y el agua no estaba tan fría, pero olían exactamente igual y me transmitían lo mismo.

Vi que alguien se sentaba a mi lado. Me giré y vi a Nil, apoyando su barbilla en sus rodillas y ladeando la cabeza para mirarme.

- ¿La echas de menos?- preguntó, señalando con el dedo índice el mar.

- Algunas veces - contesté.

Solo cuando necesitaba descansar y olvidarme de todo lo que conocía.

- ¿Tienes pensado volver a Norwich?- inquirió, bajando cada vez más la voz.

Nil solía hacer eso cuando conversaba con otra persona. Se relajaba y no se preocupaba por ser escuchado, solo se centraba en escuchar.

- No lo sé - respondí, para sorpresa de ambos -. Adoro Norwich, es mi hogar y no creo que ningún sitio en este mundo se compare con eso, pero... Me he pasado muchos años ahí encerrada.

- Te quieres quedar en Londres - supuso.

- No - me apresuré a decir -. Quizá algo cercano, pero no creo ser capaz de pasar el resto de mi vida en una ciudad tan grande y estresante. Además, quiero poder ver el mar desde mi casa.

No añadió nada más, pero se rio en voz baja. Le miré con curiosidad, pero Nil ya estaba mirando al horizonte muy concentrado.

Nil.

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