Capítulo XVIII

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Celia.

Volvía muy tarde de trabajar y tenía muchas ganas de irme a dormir. Ya estaba imaginándome acostada en la cama y durmiendo pacíficamente cuando vi que en la puerta de casa de Amaya estaba Chelsey.

Se giró, emocionada, al escuchar la puerta del ascensor abrirse, pero luego volvió a poner cara de mal humor. Tenía el rimel corrido, como si hubiera estado llorando.

- ¿Estás bien?- pregunté.

Pude haberla ignorado y haberme metido en casa, pero tenía la ligera sospecha de que esas lágrimas eran culpa de Nil. No quería que lo pasara mal por él.

- Sí - contestó, apartando un par de lágrimas que había en su cara -. ¿Te importa acaso?

- No mucho - respondí, honestamente. Sabía que ella no iba a molestarse -. Pero, si quieres contarle a alguien por qué estás llorando enfrente de una puerta que no es tuya, puedes contármelo a mí.

Ella pareció dudar, mirándome de arriba abajo.

- Si buscas a Nil, no está - dije finalmente, poniendo la llave en mi cerradura.

Amaya me comentó que se iban a cenar. Me había invitado, pero no acepté.

- Y tú lo sabes, claro - dijo, amargamente -. ¿Por qué lo sabes? ¿Tenéis algo?

No me esperaba esas preguntas, pero sí me interesaba de donde salían. No parecían preguntas que se le acabaran de ocurrir.

- Nil se piensa que soy tonta - me contó, apoyándose en la pared -. Pero desde que te vi, me he dado cuenta de que no me quiere a mí. Te quiere a ti.

Fruncí el ceño.

- Eres rubia y tienes los ojos verdes, como yo - pensé que era una estupidez, eran rasgos muy generales en las personas, pero luego añadió: -. Cuando nos vemos, Nil solo recalca cómo de bonitos son mis ojos y cuánto le gusta mi pelo. Nunca me ha dicho nada que no sea eso, nunca hablamos de nada que no sea mi físico.

En verdad, Chelsey y yo nos parecíamos más de lo que yo había visto en un principio. Éramos más o menos igual de altas, nuestra nariz era pequeña y ambas éramos delgadas con los pechos grandes.

Y, el por qué de que nunca alabara su interior, era porque Chelsey y Lisa, eran iguales. Se creían el centro del universo, eran altivas y, muy en el fondo, eran personas inseguras.

- Lo siento muchísimo.

Sí lo sentía. Sentía que Nil hubiera utilizado a Chelsey para llenar un vacío.

Nil.

- ¿Te pasa algo?- me preguntó Jessica, mientras caminábamos por Londres mirando las estrellas.

- Solo estoy... pensando - contesté, fijándome en Maya y Adam, que se daban besos unos metros delante de nosotros -. Hacen buena pareja, ¿verdad?

Jessica asintió, dándole una cucharada a su helado.

- Me acuerdo cuando Adam vino súper contento a nuestra habitación de hotel diciendo que se había enamorado de la camarera - sonreí, recordándolo -. Adam nunca había mostrado tener sentimientos por ninguna persona, hasta que apareció Maya.

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