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Celia.
No me había salido muy bien eso de salir para despejarme. Nil y la chica que había visto antes, estaban sentados en una esquinita hablando tranquilamente. Vi que levantó la mirada y la aparté enseguida, no necesitaba que me pillara mirándole.
Sinceramente, ya no sabía ni por qué tenía ganas de llorar. Puede que fuera por lo que había pasado con Richard, porque Nil era mi vecino o porque odiaba trabajar donde trabajaba y no podía dejarlo. Solo sé que tenía muchas ganas de irme a otro universo y empezar mi vida de nuevo.
Estaba oscureciendo y decidí volver, mañana tenía que madrugar de nuevo. Caminé lentamente el camino de vuelta a casa, sintiendo la brisa en mis piernas y viendo a adolescentes volver a casa. Echaba de menos ser adolescente, de alguna manera.
Nil estaba en la puerta, fumándose un cigarro. Como se atreviera a decirme algo, iba a pagarlo con él.
- Buenas noches - murmuró, mirándome de arriba abajo.
No le respondí. No era nada personal - aunque en verdad sí lo era - simplemente estaba enfadada y no era uno de mis mejores días.
- Celia... - se me erizó cada maldito vello del cuerpo cuando pronunció mi nombre - ¿Estás bien?
Estaba muy cerca de subir al ascensor e irme, podría haberlo hecho, pero necesitaba expresar mis sentimientos con alguien.
- ¿Y a ti qué te importa?- pregunté, girándome para mirarle.
- Vale, vale, lo siento por preguntar - alzó las manos en señal de rendición -. En fin, dale recuerdos a Richard.
Oh, la había cagado muchísimo. Entendí el tono de reproche porque ellos alguna vez fueron amigos, pero él no tenía ningún derecho.
- Dáselos tú a Lisa - noté que la sonrisa le temblaba un poco -. ¿Seguís quedando o prefiere quedar con otros?
Se quedó en silencio, dándole caladas cada vez más largas al cigarro y sin apartar la vista de mí ni un solo minuto. Juraba que quería irme y encerrarme en el baño hasta que amaneciera, pero me sentía obligada a quedarme.
- Me alegro de que seas muy feliz con Richard - dijo de repente -. No pensé que fuese tu tipo, pero he visto cosas más sorprendentes.
No entres en su juego, no entres en su juego, no entres...
- ¿Por qué no iba a ser mi tipo?- aparté las recomendaciones que me hacía mi mente.
- Es un poco... imbécil - susurró eso último, como si alguien pudiera escucharnos.
- Pues mi tipo.
Se rio y lanzó la colilla al suelo.
Nil.
Me había dormido pensando en ella. Siempre había adorado la forma de sus ojos cuando estaba enfadada con alguien, los entrecerraba y miraba por encima de sus gafas - cuando las llevaba, ahora parecía llevar lentillas -. No recordaba que tuviera tanto carácter, supuse que lo habría desarrollado por los años.
Me desperté de repente porque noté que alguien estaba en mi habitación. Joder, era Adam. ¿Qué había hecho mal?
- Una chica pregunta por ti en la puerta - me dijo.
- Pues que se vaya - murmuré, tapándome hasta la cabeza.
Me quitó el edredón y me obligó a levantarme. Por el rabillo del ojo, vi que eran las nueve de la mañana, ¿Qué chica venía a buscarme a esas horas?
- ¿Vas a ir a verla así?- me preguntó, señalando mi pijama y mi cara -. Parece que estés muerto.
- Ojalá - susurré, yendo al baño para lavarme la cara y hacerme un poco el pelo.
Una vez estaba listo, fui a la puerta. No había nadie y me giré indignado hacia Adam, que ahora sostenía una tarta con velas y tenía a su derecha a Maya con una cajita pequeña envuelta en papel de regalo.
Mierda, era mi cumpleaños.
- ¡Felices veinticinco!- gritó emocionado.
- ¡AAAAAAAAAAAH!- gritó un poco exagerando Maya -. ¡Deberíamos hacer una fiesta!
- No, nada de fiestas de cumpleaños con confetis como la última vez - advertí, sentándome en un sillón -. ¿Para esto me habéis despertado a las nueve de la mañana?
- Oye, que es tu cumpleaños - repitió Maya, sentándose enfrente de mí -. Alegra esa cara, seguro que hoy te llama un montón de gente para felicitarte.
No lo harían. De hecho, las únicas personas que esperaba que lo hicieran ya lo habían hecho. Mi padre y yo nos llevábamos bastante mal y su orgullo era tan alto que no le permitía descolgar el teléfono para felicitarme.
- Déjalo - le dijo Adam -. Siempre ha odiado su cumpleaños.
Lo cierto era que no siempre, lo empecé a odiar a los quince. Mi madre murió ese día en un accidente de coche porque salió antes del trabajo y así podría llevarme a ver un partido de fútbol de mi equipo favorito. No llegó a recogerme, un camión se la llevó por delante.
Hacía diez años. Diez años en los que no había podido celebrar mi cumpleaños en condiciones y sin culparme por lo que había pasado.
- Gracias.
Las palabras salieron sin pensarlas.
- Somos tus amigos, Nil, vamos a hacerte una tarta cada año - insistió Maya -. Y aunque no quieras, voy a prepararte fiestas con confeti.
Sonreí ligeramente y me levanté para soplar las velas. Tenía oficialmente veinticinco años.
Celia.
Miré el calendario del trabajo: 10 de junio. Era el cumpleaños de Nil.
Sonó el teléfono, sacándome completamente de mis pensamientos.
- Jones - habló mi jefe, cuando respondí -, te quiero en mi oficina ahora.
- Entendido.
Fui hasta allí con la esperanza de que hubiera leído las propuestas de la reunión y le gustara alguna. Me emocioné todavía más cuando vi que tenía ese papel en la mano, pero me pidió que tomara asiento de una forma muy seria.
- A ver, Jones... ¿Para qué me envías esto? ¿Te crees que estamos en el colegio y me puedes enviar notitas porque no quieres que tu compañero de pupitre se entere?- rodó los ojos, haciendo una bola la hoja y lanzándola a la papelera -. Todo lo que desees decir, lo dices en la reunión como hacen el resto de tus compañeros.
Me sentó muy mal. Puede que tuviera razón, pero me hizo sentir mal que desperdiciara todas mis ideas de esa forma. Seguramente, ni siquiera las habría leído.
- Lo siento - contesté -. Pensé que sería útil y...
- No te he pedido explicaciones, solo te he recordado cuál es tu puesto en esta empresa - me interrumpió, haciéndome un gesto con el dedo para que saliera de su despacho.
Con la poca dignidad que me quedaba después de eso, salí lo más rápido que pude y me incorporé con el resto de mis compañeros. Yo estaba en un segundo plano en este proyecto y la mayoría de las veces me enviaban a por cafés a las máquinas. Por supuesto, creían que no era lo suficientemente válida para colaborar.
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Volver a ser nosotros
RomanceEx... esa persona de la que tanto odiamos hablar. Eso incluye a Celia, que después de ocho años sin saber nada de su ex, se ve enfrentada a ser su vecina. ¿Cómo afectará esto a su vida actual? ¿Cómo afectará a su relación con su actual pareja? ¿Có...