Capítulo V

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Celia.

Me desperté a la mañana siguiente cuando el despertador sonó. Me giré y miré a Richard, durmiendo pacíficamente justo a mi lado.

Fui corriendo a cambiarme y le eché una ojeada a la ropa que me compré. Había una falda en especial que me apetecía mucho ponerme, no me ponía faldas desde el instituto y la idea de volver a hacerlo resultaba agradable. No me lo pensé dos veces, simplemente lo hice.

Salí de casa, tratando de no hacer mucho ruido. Me encontré a Adam en el rellano, preparándose para irse. Iba trajeado, por lo que supuse que iba al trabajo.

- Buenos días - susurró, sonriendo un poco.

- Buenos días - dije también.

Miré el reloj y me di cuenta de que me había entretenido demasiado. Tenía cinco minutos para llegar y la oficina estaba a treinta minutos. Y tenía una reunión a primera hora de la mañana, perfecto.

Finalmente, llegué en veinte minutos. Y entré a la reunión aunque ya había comenzado.

- Jones...- murmuró mi jefe -. ¿Estabas demasiado ocupada poniéndote guapa como para llegar a tiempo?

Un par de mis compañeros - por llamarlos de alguna forma - se rieron. Algunos otros, se limitaron a mirarme atentamente.

- Lo siento.

Él me indicó que me sentara y noté cómo me miraba a cada paso que daba, me sentía... insegura, como si hasta al andar me equivocara.

- Bien, ¿Alguien sería tan amable de explicarle a la Señorita Jones qué ha pasado mientras ella no estaba?- preguntó, mirando a todos.

Nadie se animó a levantar la mano hasta que un hombre al que le quedaban meses para jubilarse se ofreció voluntario. No pasé por alto el hecho de que me lo explicaba todo como si fuera boba y no me hubiera sacado la misma carrera que él, pero aun así lo agradecí.

Durante la reunión, intenté aportar datos que nos ayudarían con los presupuestos, pero, si alguien los escuchó, no lo demostró. Así que me limité a escribirlos en un papel que le entregaría más tarde al Señor García.

Nil.

Maya no me hablaba desde que le dije que se callara en el coche.

- Maya - le llamé, mientras tocaba suavemente a su puerta -. Te he hecho el desayuno.

No recibí respuesta, pero luego salió. Me miró con los brazos en las caderas, esperando algo.

- Perdón por lo de ayer - dije -. Tienes el desayuno en la terraza, por si te apetece.

Se sentó y comenzó a comer mientras yo me preparaba un té y, en el momento en el que iba a salir para sentarme con ella, levantó su mano y saludó a alguien.

- Hola, Richard.

Obviamente, no salí. Me quedé con el té en la mano pensando en el Richard que yo conocía. ¿En serio...? No, no podía ser que estuvieran juntos. Richard fue mi amigo cuando éramos pequeños y nos llevábamos bastante bien en el instituto. El último año nos distanciamos, es verdad.

Maya me miró y negué con la cabeza. Ella siguió hablando con él y, cómo no, lo invitó a cenar un día de estos. Se me habían quitado las ganas incluso de beberme el té.

Cuando se fue, me senté con Maya y empecé a desayunar en silencio. Ella me miró un poco, tratando de buscar la razón de que estuviera, según sus palabras, mustio.

- Me acabo de levantar, por eso estoy así - dije -. ¿Puedes dejar de mirarme?

- ¿Qué vas a hacer hoy?- preguntó, cambiando de tema.

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