Nil.
Había sido una semana muy larga, de verdad. No había vuelto a salir de fiesta, pero quedé con Chelsey, la chica de la fiesta, más veces de las que me gustaría admitir. En el fondo, sabía que la llamaba cada vez que Maya comentaba algo de Celia o cada vez que la veía en la terraza y no estaba orgulloso de hacerlo. Pero es que... Chelsey se parecía tantísimo a ella. Al menos, físicamente.
Fui al gimnasio todos los días y Jessica me presentó a su grupo de amigos. Eran simpáticos, pero no encajaban demasiado conmigo. Maya y yo habíamos discutido porque no le pareció bien que hubiera invitado a Chelsey, decía que debíamos irnos a un hotel.
- Te he dicho que no toques mis plantas - escuché exclamar a Maya desde mi habitación -. ¿Y ahora por qué lloras? - alguien murmulló algo -. Que tengas más dinero que yo no significa que tengas que hacer lo que te dé la gana en mi casa.
Entonces, alguien dio un portazo.
Me di la vuelta en la cama y noté que Chelsey no estaba. No se solía quedar a dormir, pero ayer se nos hizo tarde y me supo mal decirle que se fuera. Claro que no contaba con que Maya sería una borde y la mandaría a la mierda.
Me vestí con lo primero que encontré en la pila de ropa de mi habitación y me dirigí a la cocina. Maya, que jugueteaba con sus plantitas en la terraza, vino hacia mí hecha una furia.
- ¡No la soporto!- espetó, muy alto -. No sé que has visto en ella y tampoco me importa, pero cuando vaya a venir avísame antes y así me largo de aquí.
- ¿Se ha ido?- pregunté, por servirle una taza de té o no.
- Ya me gustaría - rodó los ojos -. Creo que está en el baño.
En verdad, podía llegar a entender que Chelsey llegaba a ser... irritante. Bueno, no es que tuviéramos conversaciones muy largas y muy profundas - casi que lo prefería -, pero por lo poco que habíamos hablado, no parecía muy simpática. De hecho, compartía personalidad con una de esas chicas rubias de las películas estadounidenses.
Llamé a la puerta del baño, para asegurarme de que podía entrar y no ver nada inapropiado. Lo cual no tenía sentido.
- ¿Puedo pasar?- pregunté -. Te he hecho té.
Recé porque le gustara, no había nada más que un triste zumo de naranja que dudaba que estuviera bueno.
Ella abrió la puerta, con los ojos llorosos. No me apetecía consolarla, pero no me quedaba otra.
- Tu amiga me trata fatal - se quejó, siguiéndome a la habitación -. Yo solo quería ver sus plantas, parecen muy bonitas.
No, las plantas no parecían bonitas, estaban medio muertas. Maya era pésima cuidando plantas, se le morían todas. Y dudaba que le hubiera gritado solo por eso, adoraba enseñar y presumir de sus plantas.
- ¿Tú crees que le caigo mal?- me preguntó, acariciándome la mandíbula con la mano.
- Bueno... Yo creo que solo le desagradas - comenté, recordando las palabras que tanto le agradecía ahora mismo a Adam -. A Maya no le gusta mucho la gente, solo es eso.
Le acababa de soltar una mentira bastante grande, Maya adoraba a la gente.
Ella pareció sentirse mejor y decidí que quizá era un buen momento para empezar a conocerla, solo sabía que su padre podía comprar toda la manzana y aún le sobraría dinero.
Celia.
Me había pasado la semana trabajando, discutiendo con Richard porque le seguía sin parecer bien que fuera amiga de Amaya y sin pegar ojo por culpa de mis queridos vecinos. Al final, tuve que irme a la habitación de invitados a dormir.
- Cariño, tu padre pregunta si podemos ir a comer el próximo fin de semana a Norwich - me informó Richard, tapando el altavoz del móvil-. ¿Qué opinas?
- Sabes que tengo mucho trabajo y me viene fatal coger un vuelo ahora solo para una comida - me excusé -. Dile que lo siento y que por su cumpleaños intentaré estar allí.
Era una mentira a medias. Tenía un montón de trabajo - de hecho, estaba en mi estudio acabando un informe que me habían pedido - y muy poco tiempo, pero también me faltaban las ganas de ir. No es que no echara de menos a mis padres, claro que lo hacía, pero ir allí con Richard era aguantar como mi padre preguntara constantemente por la fecha de la boda y escuchar sus halagos sobre lo grandioso que era su yerno. Ya tenía suficiente.
- ¿Seguro que es por eso?- preguntó.
- Sí - me encogí de hombros con simpleza, alzando la vista para mirarle.
- Claro.
Lo dijo con cierto tono de sarcasmo que decidí ignorar hasta que terminara de hablar con mis padres. Una vez dejé de escuchar su voz, bajé al salón para preguntarle.
- Richard - le llamé cuando terminó -. ¿Qué insinúas?
- ¿Yo?- preguntó, haciéndose el inocente -. Nada. Solo me resulta curioso que antes te quejases de que echabas de menos a tu madre, y ahora que se te da la oportunidad de ir a verla, te niegues.
- Estoy harta de tus celos - dije. Me arrepentí enseguida.
- ¿Celos?- preguntó, riéndose -. ¡Solo soy realista! ¡Mírame a la cara cuando te hablo!- exigió, agarrándome el mentón y obligándome a mirarle -. Te gusta eso de tenerle cerca, ¿no? ¿Y todos los vestidos que te pones últimamente son para que los vea él?
- Me he puesto un vestido solo - me defendí, apartándole la mano de mi cara -. Y no, la idea de tenerlo cerca no me parece divertida.
Resistí las ganas de llorar porque no iba a darle el placer de ver que me afectaba lo que pensara de mí.
- Pues lo parece, porque vas a su casa muy a menudo - apuntó, empezando a levantar la voz de nuevo -. ¿Dónde os lo montáis? ¿En su habitación o en el salón?
No me molesté en explicarle que Amaya era mi amiga, porque ya lo sabía.
- Tienes un problema, Richard - comenté, poniéndome los zapatos para irme -. Deberías confiar en mí como yo confío en ti, en eso consiste una relación.
Estaba muy cerca de rodar el pomo e irme, pero dijo algo que me dejó helada.
- ¿Y tú qué coño sabrás de lo que es una relación? La última que tuviste mira cómo salió.
Había sido un golpe muy muy bajo. Richard sabía cómo de mal lo pasé tras mi ruptura con Nil, sabía que me había pasado noches en vela y días sin comer porque me costaba levantarme de la cama. Que me sentí fatal después de haber hecho eso porque pensé que era una exagerada y que no tenía derecho a llorar por algo que nunca había sido real. Richard lo sabía porque había estado ahí y ahora lo utilizaba en mi contra.
- Que te den - murmuré antes de abrir la puerta para irme.
No tenía adonde ir y ya era la hora de comer. Encima, no había cogido dinero para comprarme algo en cualquier restaurante. Esta vez, sí tenía las llaves.
Habría ido a casa de la Señora Pulman, pero estaba en Alemania visitando a su único hijo y a su primera nieta. La idea de llamar a Amaya, entrar a su casa y que Nil estuviera allí, no me apetecía, pero no me quedaba otra opción.
En cuanto abrió la puerta, me lancé sobre ella para darle un abrazo. Hacía mucho tiempo que necesitaba uno.
- Celia, estás... estás llorando - parecía muy sorprendida cuando cerró la puerta y me condujo al sofá -. ¿Qué te ha pasado?
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Volver a ser nosotros
Любовные романыEx... esa persona de la que tanto odiamos hablar. Eso incluye a Celia, que después de ocho años sin saber nada de su ex, se ve enfrentada a ser su vecina. ¿Cómo afectará esto a su vida actual? ¿Cómo afectará a su relación con su actual pareja? ¿Có...