CAPITULO 3

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CAPÍTULO

3

 

 

La nieve pisoteada que cubría el sendero hacia la aldea estaba manchada de negro por el paso de los carros y los caballos. Yanli y Wuxian hacían chasquear la lengua y ponían caras raras mientras trataban de esquivar las partes más asquerosas cuando caminábamos. Sabía por qué estaban ahí: las dos vieron las pieles que yo había doblado para meter en el morral y habían cogido sus capas.

No me molesté en hablarles, así como ellas no se habían dignado a dirigirme la palabra desde la noche anterior, aunque Wuxian se había despertado al amanecer y se había puesto a cortar leña. Con toda probabilidad porque sabía que yo vendería las pieles en el mercado y que, por lo tanto, volvería a casa con dinero en el bolsillo. Las dos me siguieron por el camino solitario que describía su curso a través de los campos cubiertos de nieve hasta la aldea ruinosa.

Las casas de piedra de la aldea eran idénticas y aburridas, más tristes aún bajo la luz tétrica del invierno. Pero era un día de mercado, lo cual significaba que el pequeño espacio cuadrado en el centro de la aldea estaría ocupado por todos los vendedores que se hubieran atrevido a salir en esa fría mañana.

Una calle antes, flotó hasta nosotras el olor de la comida caliente: aromas que colgaban en el borde de mi memoria, llamándome.

Yanli dejó escapar un gemido suave detrás de mí.

Especias, sal, azúcar…, sabores muy poco frecuentes en nuestra aldea, absolutamente fuera de nuestro alcance.

Si me iba bien en el mercado, tal vez tendría suficiente dinero como para comprar algo delicioso. Abrí la boca para sugerirlo, pero en ese momento giramos una esquina y casi tropezamos unas con otras al detenernos.

—Que la Luz Inmortal brille sobre vosotras, hermanas —dijo la joven de túnica pálida que estaba de pie cortándonos el paso.

Wuxian y Yanli  hicieron ruidos de desaprobación; yo dejé escapar un suspiro. Lo último que necesitaba era.que los hijos de los benditos estuvieran en la aldea, irritando y molestando a todo mundo.

En general, los ancianos de la aldea les permitían quedarse durante unas pocas horas, pero la sola presencia de esos tontos fanáticos que seguían adorando a los altos fae ponía nerviosos a todos. A mí también. Hacía tiempo, los altos fae habían sido nuestros señores, no nuestros dioses. Y no habían sido amables, por cierto.

La joven extendió sus manos blancas como la luna en un gesto de bienvenida; un brazalete de campanillas de plata — plata de verdad— le tintineaba en la muñeca.

—¿Tenéis un momento para oír la palabra de los benditos?

—No —gruñó Wuxian, ignorando las manos de la joven y empujando a Yanli  para que siguiera adelante—. No tenemos un momento.

El pelo oscuro y suelto de la joven brillaba en la luz de la mañana, y la cara limpia, fresca, se le abrió en una preciosa sonrisa. Había otros cinco acólitos tras ella, todos jóvenes, mujeres y varones, con el cabello largo, sin cortar; todos buscaban a quien los escuchara en el mercado.

—Un momento solamente —dijo la mujer, y volvió a ponerse en el camino de Wuxian.

Era impresionante, realmente impresionante, ver a Wuxian enderezarse hasta quedar recta como un clavo, lanzar los hombros hacia atrás y mirar a la joven acólita como una reina sin trono.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora