CAPITULO 9

50 9 0
                                    

CAPÍTULO

9

ᵉᵈⁱᶜᵃᵈᵒ ᵃ EduardoTalavera6

A la mañana siguiente, mientras Mian Mian y otra mujer me preparaban el baño, diseñé mi plan. Lan Xichen había dicho que él y Hua Cheng tenían obligaciones que cumplir, y aún no los había visto. Así que localizar a Hua Cheng, estar con él a solas, sería el primer punto de la lista.

Una pregunta como despreocupada que le formulé a Mian Mian hizo que me revelara que creía que Hua Cheng patrullaría las fronteras ese día y se encontraría en los establos preparándose para partir.

Cuando me hallaba a mitad del jardín, caminando apurado hacia los edificios que había visto el día anterior, oí a Hua Cheng a mi espalda que me decía:

—¿No has preparado una trampa hoy?

Yo me quedé paralizado y miré por encima del hombro. Él estaba de pie, a tan solo unos pasos.

¿Cómo lo había hecho para llegar caminando sobre la grava del sendero de forma tan silenciosa? La capacidad de sigilo de los inmortales, sin duda. Me obligué a calmarme física y mentalmente. Y respondí de la forma más amable que pude:

—Dijistes que estoy segur aquí.

Lo oí con claridad.

Los ojos de él se entrecerraron, pero hizo lo que supuse era el intento de una sonrisa agradable.

—Mi trabajo de esta mañana se ha pospuesto —dijo. Era verdad, no llevaba la túnica de siempre, tampoco la banda de cuero, y las mangas de la camisa blanca estaban enrolladas hasta los codos, dejando ver sus antebrazos musculosos—. Si quieres recorrer a caballo estas tierras…, si te interesa tu… nueva residencia, te guiaré.

Otra vez se esforzaba por acercarse, aunque cada una de las palabras que había dicho parecieron dolerle. Tal vez Hua Cheng pudiera hacerlo cambiar de opinión. Y hasta entonces…, ¿cuáles serían mis posibilidades si él era capaz de llegar al límite de hacer que los suyos jurasen no hacerme daño para protegerme del tratado? Sonreí con suavidad y le dije:

—Creo que prefiero pasar el día a solas. Pero gracias por el ofrecimiento Él se puso tenso.

—¿Y si…?

—No, gracias —lo interrumpí, maravillándome un poco de mi propia audacia. Pero tenía que hablar con Hua Cheng a solas, tenía que tantearlo un poco. Tal vez ya se habría marchado.

Las manos de Lan Xichen se cerraron en puños, como si estuviera luchando contra el deseo de sacar las garras. Sin embargo, no hizo otra cosa que darse la vuelta y caminar despacio hacia la casa sin decir una sola palabra más.

Con suerte, muy pronto él ya no sería mi problema. Me apresuré a dirigirme a los establos, tratando de ocultar lo que sabía. Tal vez un día, si me liberaban, si había un océano y años entre nosotros, volvería a pensar en el pasado y me preguntaría por qué se molestaba Lan Xichen en acercárseme.

Intenté no parecer demasiado ansioso, de no agitarme en exceso cuando por fin llegué a los establos. No me sorprendió que los mozos de cuadra también llevaran máscaras con la cara de un caballo. Sentí un poco de lástima por lo que les había hecho la plaga, las máscaras ridículas que tenían que usar hasta que alguien descubriera cómo deshacer el hechizo que las ligaba a esas caras. Pero ninguno de los mozos me miró siquiera, ya fuera porque no valía la pena o porque ellos también estaban resentidos por la muerte de Minghue. Los comprendía.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora