CAPITULO 34

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CAPÍTULO

34


El attor mantuvo sus dedos congelados sobre mi brazo mientras me arrastraba hacia la sala del trono. No se molestó en quitarme las armas. Los dos sabíamos que no servían de mucho.

Xichen. Mian Mian y sus sobrinos. Mis hermanos. Hua Cheng. Yo recitaba en silencio sus nombres una y otra vez mientras el attor se alzaba sobre mí, un demonio de malicia. De vez en cuando, las alas correosas crujían una contra la otra, y si hubiera sido capaz de hablar sin gritar, tal vez le habría preguntado por qué no me mataba ahí mismo.

El attor me empujó hacia delante con un paso suave, deslizante.

Las garras de los pies rasguñaban de modo perezoso sobre el suelo de la cueva. Me puso nervioso descubrir que era idéntico a la forma en que lo había pintado.

Había caras burlonas, crueles y rudas, que miraban cómo pasaba.

Ninguna de ellas, ni una sola, se preocupó un poco o pareció ni remotamente disgustada por verme en las garras del attor.

Muchísimos inmortales..., pero muy pocos altos fae.

Atravesamos dos puertas de piedra antiguas, enormes, más altas que las de la mansión de Xichen, y entramos en una vasta cámara tallada en la roca pálida, sostenida por innumerables pilares de piedra. La pequeña parte de mí que volvía a ser insignificante e inútil notó que lo que estaba tallado no era solo una serie de diseños de decoración, sino que.realmente había inmortales, altos fae y animales representados en varios entornos y en diferentes actitudes. Había incontables historias de Gussu talladas allí.

Y candelabros recubiertos de joyas que colgaban entre los pilares, manchando de color el suelo de mármol rojo. Ahí, ahí sí había altos fae.

Una multitud ocupaba la mayor parte del espacio; algunos bailaban siguiendo el ritmo de una música extraña, sin armonía; otros caminaban mientras hablaban; era una especie de fiesta.

Pensé que había visto algunas máscaras entre los invitados, pero todo era un revoltijo de dientes afilados y ropa exquisita.

El attor me arrastró hacia delante y el mundo pareció girar ante mis ojos.

El frío suelo de mármol no cedió cuando caí sobre él; mis huesos crujieron. Me apoyé contra el suelo para incorporarme un poco; veía chispas ante mí, pero me quedé en el suelo mientras miraba el estrado. Unos pocos escalones llevaban a la plataforma.

Levanté la cabeza.

Ahí, sentada en un trono negro, estaba Sha Hualing .

Aunque era hermosa, no era tan devastadoramente bella como la había imaginado, no era una diosa de negrura y desprecio. Y eso la hacía todavía más terrorífica. Llevaba trenzado el pelo entre rojo y dorado, entretejido en una corona de oro, color que le realzaba la piel blanca como la nieve, y en esta, a su vez, destacaban los labios de color rubí.

Pero aunque le brillaban los ojos de color ébano, había algo que afeaba su belleza, algún tipo de desprecio permanente en los rasgos que hacía que su atractivo pareciera frío y un tanto artificiara

Pintarla me habría llevado a la locura.

Era la alta comandante de las fuerzas del rey de Qishan. Hacía ya muchos siglos, había aniquilado ejércitos humanos enteros, había asesinado a sus esclavos para no verse obligada a liberarlos. Y había capturado a todo Gussu en apenas unos días.

Después miré la roca negra que estaba junto a su trono y se me aflojaron los brazos.

Él seguía con la máscara dorada, la ropa de guerrero, la cinta de cuero sobre el pecho aunque no había cuchillos en ella, no llevaba ni una sola arma encima.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora