CAPITULO 24

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CAPÍTULO

24


No fue el amanecer el que me despertó, sino más bien algo parecido a un zumbido. Gruñí mientras me sentaba en la cama y vi a la mujer robusta con piel de corteza que servía el desayuno.

—¿Dónde está Mian Mian? —pregunté, frotándome los ojos para arrancar de ellos el sueño. Seguramente Lan Xichen me había trasladado ahí, me había llevado en brazos todo el camino de regreso a casa.

—¿Qué? —La mujer se dio la vuelta hacia mí. La máscara de pájaro me era familiar. Pero yo recordaría con claridad a una inmortal con esa piel. Ya la habría pintado.

—¿Se encuentra mal Mian Mian? — pregunté, deslizándome fuera de la cama. Esa era mi habitación, ¿verdad?

Una mirada rápida. Sí.

—¿Qué es lo que te pasa? — preguntó la inmortal. Me mordí el labio —. Yo soy Mian Mian —afirmó ella con una risita, y con un movimiento de la cabeza se metió en el cuarto de baño para prepararme el agua.

Imposible. La Mian Mian que yo conocía era regordeta y rubia y parecía una alta fae.

Me froté los ojos con el pulgar y el índice. Un hechizo, eso había dicho Lan Xichen. Era esa magia la que le había puesto el aspecto que yo había visto hasta esa mañana. Pero ¿por qué molestarse en hechizarlo todo de esa forma?

Porque yo había sido un humano cobarde, por eso. Porque Lan Xichen sabía que me habría encerrado en mi habitación con llave y no habría vuelto a salir si hubiera visto ese mundo tal como era.

Las cosas empeoraron cuando bajé a mi encuentro con el alto lord. Los pasillos estaban repletos de inmortales enmascarados que nunca había visto antes. Algunos eran altos y semejantes a seres humanos, altos fae como Xichen, otros… otros no. Traté de evitar mirarlos porque ellos parecían estar aún más sorprendidos por mi presencia.

Casi estaba temblando cuando llegué al comedor. Hua Cheng, por suerte, se parecía a Hua Cheng. No pregunté si eso era porque Xichen le había pedido que utilizara otro hechizo mejor o porque nunca se había molestado en tratar de ser algo que no era.

Lan Xichen estaba en su silla de siempre, pero se enderezó cuando me detuve en el umbral.

—¿Qué pasa?

—Hay… hay muchos… inmortales… Por todos lados. ¿Cuándo han llegado?

Casi había gritado cuando miré por la ventana del dormitorio y vi todos los inmortales que paseaban por el jardín.

Muchos, todos ellos con máscaras de insectos, cortaban los setos y se ocupaban de las plantas en flor. Esos inmortales eran los más raros de todos, con alas iridiscentes, zumbonas, que les brotaban en la espalda. Y, claro está, estaba lo de la piel verde y marrón, y los miembros demasiado largos, y… Lan Xichen se mordió los labios para no sonreír.

—Siempre han estado aquí.

—Pero… pero yo nunca oí nada…

—Claro que no —dijo Hua Cheng despacio mientras hacía girar una de sus dagas entre las manos—. Nos aseguramos de que no vieras ni oyeras a nadie excepto a los indispensables.

Me ajusté la túnica.

—Es decir que… que cuando corrí detrás del puca esa noche…

—Tenías público —terminó Hua Cheng por mí. Y yo que creía que había sido tan cautelosa. Mientras tanto, había pasado de puntillas delante de inmortales que seguramente se habían muerto de risa viendo a ese humano ciega que perseguía una ilusión.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora