CAPITULO 43

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CAPÍTULO

43

Para la última prueba me entregaron mi vieja túnica y mis pantalones…, manchados, rotos y malolientes, pero a pesar del olor mantuve el mentón en alto cuando me escoltaron hacia la sala del trono.

Las puertas estaban abiertas de par en par y el silencio que reinaba en la estancia me abrumó. Esperaba las burlas y los gritos, el brillo del oro que los apostadores intercambiaban, pero esta vez los inmortales solo me miraron; los que estaban enmascarados lo hicieron con una intensidad especial.

El mundo descansaba sobre mis hombros. Liu Qinghe lo había dicho. Pero no me pareció que lo que se veía en esos rasgos fuera únicamente preocupación.

Tuve que tragar saliva con fuerza cuando varios se llevaron los dedos a los labios y después me extendieron las manos, un gesto para los caídos, un adiós a los muertos que se honran. No había nada malicioso en su gesto.

La mayoría de esos inmortales pertenecían a las cortes de los altos lores, habían pertenecido a esas cortes mucho antes de que Sha Hualing  tomara esas tierras y con ellas sus vidas. Y si Lan Xichen y Liu Qinghe jugaban para mantenernos con vida…

Avancé por el sendero que me dejaron libre, directo hacia Sha Hualing. La reina sonrió cuando me detuve frente a su trono. Lan Xichen estaba en su lugar de siempre, a un lado, pero no quise mirarlo, todavía no.

—Ya has superado dos pruebas —comenzó Sha Hualing  mientras se sacaba una mota de polvo del guante de color rojo sangre. Le brillaba el cabello, una oscuridad brillante que amenazaba con tragarse la corona dorada—. Queda solo una. Me pregunto si no será peor fracasar ahora…, cuando estás tan cerca. —Me hizo un puchero burlón y las dos esperamos la risa de los inmortales.

Pero solamente sisearon algunos de los guardias de piel roja. Todos los demás permanecieron en silencio. Hasta los miserables hermanos de Hua Cheng. Incluso Liu Qinghe, si es que estaba entre la multitud.

Parpadeé para aclararme los ojos, que me ardían. Tal vez, como en el caso de Liu Qinghe, los juramentos de alianza y las apuestas contra mi vida y la grosería no habían sido más que un espectáculo para ellos. Y tal vez ahora, que el final era inminente, también querían afrontar mi posible muerte con la dignidad que les quedase.

Sha Hualing  les dirigió una mirada furibunda, pero cuando sus ojos se posaron de nuevo en mí, sonrió con una sonrisa amplia, dulce.

—¿Alguna palabra que quieras decir antes de tu muerte?

A mí se me ocurrió una plétora de insultos, pero miré a Lan Xichen en lugar de dar rienda suelta a mis deseos. Él no reaccionó…, tenía los rasgos como de piedra. Deseé verle la cara aunque fuera solo un momento. Aunque lo único que necesitaba ver en realidad era ese par de ojos.

—Te amo —dije—. No importa lo que ella diga al respecto, no importa que sea solo con este insignificante corazón humano. Aunque me quemen el cuerpo, voy a seguir amándote. —Me temblaban los labios y se me nublaron los ojos, y después unas lágrimas tibias se deslizaron por mi cara congelada. No me las limpié.

Él no reaccionó…, ni siquiera apretó con fuerza las manos alrededor de los brazos del trono. Yo supuse que era su manera de aceptarlo aunque eso me hiciera sentir que se me rompía el corazón. Aunque su silencio me matara.

Sha Hualing  dijo con insidiosa dulzura:

—Vas a tener mucha suerte, si queda algo de ti para quemar.

Le dediqué una mirada larga y dura.

Pero no hubo burlas, sonrisas ni aplausos entre la multitud. Solamente silencio.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora