CAPÍTULO
19
Al día siguiente, llegaron mis pinturas y suministros desde el lugar donde los hubieran encontrado los sirvientes o quienquiera que hubiera sido, pero antes de llevarme a verlos, Lan Xichen me guio pasillo por pasillo hasta que llegamos a un ala de la mansión en la que yo no había estado nunca, ni siquiera en mis exploraciones nocturnas.
Yo sabía adónde íbamos sin que él tuviera que decirlo. Los suelos de mármol brillaban tanto que no había duda de que los habían limpiado hacía poco, y la brisa con perfume a rosas flotaba a través de las ventanas abiertas.
Todo eso…, todo, lo había hecho por mí. Como si a mí me hubieran molestado algunas telas de araña o algo de polvo.
Cuando Lan Xichen se detuvo frente a un par de puertas de madera, la leve sonrisa que me dirigió fue suficiente para hacerme tartamudear:
—¿Por qué hacer algo… algo así de bueno para mí? —La sonrisa se desvaneció.
—Hace mucho tiempo que no hay nadie aquí que aprecie estas cosas. A mí me gusta la idea de que se usen de nuevo. —En especial cuando había tanta sangre y tanta muerte en las otras parte de su vida.
Abrió las puertas de la galería y me quedé absolutamente sin aliento. Los suelos de madera clara brillaban bajo la luz limpia, resplandeciente, que entraba sin impedimento por las ventanas. La habitación estaba vacía excepto por algunas sillas y bancos para ver…, para ver el… Casi no percibí el momento en que entré en la larga galería, una mano apoyada en el cuello, los ojos fijos en las pinturas.
Tantas, tan diferentes, y sin embargo dispuestas para que fluyeran de modo uniforme. Tantas vistas y retazos y ángulos del mundo. Pinturas pastorales, retratos, naturalezas muertas…; cada una de ellas una historia y una experiencia; cada una, una voz que gritaba o susurraba o cantaba sobre lo que había sentido en ese momento, frente a esa sensación en particular; cada una, un grito que se arrojaba al vacío del tiempo para decir que ellos habían estado ahí, que habían existido. Algunos de esos cuadros los habían pintado ojos como los míos, artistas que veían en colores y formas que yo comprendía. Algunos mostraban colores que no había considerado nunca; esos tenían una mirada hacia el mundo que me decía que los habían pintado otro par de ojos.
Una puerta hacia la mente de una criatura tan diferente y, sin embargo…, yo miraba el trabajo y lo comprendía y lo sentía, y ese trabajo me parecía importante.
—No sabía… —dijo Lan Xichen a mí espalda—… que los humanos fueran capaces de… —Dejó de hablar cuando me di la vuelta. La mano que había estado en el cuello ahora reposaba en el pecho, donde el corazón me latía con una especie de alegría, de pena y de humildad rugientes, increíbles. Sí, una gran humildad frente a ese arte tan magnífico.
Él estaba de pie junto a las puertas, la cabeza inclinada de esa forma en que lo hacen los animales, las palabras todavía perdidas en la lengua. Me sequé las lágrimas de las mejillas.
—Es… —Perfecto, maravilloso. Más allá de mis sueños más salvajes, nada de eso lo describía. Mantuve la mano sobre el corazón—. Gracias — dije. Era lo único que se me ocurría para mostrarle lo que significaban esas pinturas para mí, lo que significaba para mí que me hubiera dejado entrar en esa habitación.
—Ven todas las veces que quieras.
Yo le sonreí, incapaz de contener el calor que fluía en mi corazón. La sonrisa que él me devolvió fue tibia, aunque brillante; después me dejó para que yo recorriera la galería tranquila, a solas.
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A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]
Fanfiction-¿Qué vas a hacer conmigo ahora que estoy aquí? Los ojos de Lan Xichen seguían fijos en mí. -Nada. Haz lo que tú quieras. -Entonces, ¿no soy nuestro esclavo? -me atreví a preguntar. Hua Cheng se ahogó con el vino. Pero Lan Xichen no sonrió. -No tene...