CAPÍTULO
30
Tenía algo más que hacer antes de volver a la mansión de mi padre. Los aldeanos que alguna vez se habían burlado de mí o me habían ignorado se me quedaron mirando con la boca abierta, y algunos se cruzaron en mi camino para preguntar por mi tía y mi fortuna. Fui firme y cortés, aunque me negué a conversar con ellos, a ofrecerles nada que pudieran usar como chisme más tarde. Pero de todos modos me llevó tanto tiempo llegar a la parte pobre de la aldea que para cuando llamé a la puerta de la primera choza casi en ruinas, estaba exhausto.
Los pobres de nuestra aldea no hicieron preguntas en cuanto les entreguélas bolsitas de plata y oro. Trataron de rehusarlas, algunos ni siquiera me reconocieron, pero yo les dejé el dinero de todos modos. Era lo menos que podía hacer.
Mientras volvía a la mansión de mi padre me crucé con Wen Ning y sus compinches; estaban ahí, sin hacer nada, junto a la fuente de la aldea.
Charlaban sobre una casa que se había quemado hasta los cimientos con una familia atrapada en su interior hacía una semana, y se preguntaban si no habría algo que rescatar de entre las cenizas.
Wen Ning me miró durante un largo rato, los ojos pegados a mi cuerpo y una media sonrisa que ya le había visto ofrecer alas chicas de la aldea unas cien veces.
¿Por qué había cambiado de idea mi Hermano? Lo miré sin bajar los ojos y seguí adelante.
Ya estaba casi fuera del pueblo cuando la risa de una mujer tintineó sobre las piedras, y al girar en una esquina me encontré cara a cara con Wen Chao Hale y una joven regordeta que tenía que ser su nueva esposa. Iban del brazo, los dos sonreían, los ojos encendidos desde dentro.
La sonrisa de él se quebró cuando me vio.
Humano…, parecía tan humano con esos miembros flacos, esa figura simple y agradable, pero la sonrisa que tenía un momento antes lo había transformado en otra cosa.
La esposa nos miró a los dos, tal vez algo nerviosa. Como si lo que ella sentía por él, fuera lo que fuese —el amor que yo había visto brillar en esa cara—, fuera tan nuevo, tan inesperado, que temía que se acabara en cualquier momento. Educadamente, Wen Ning inclinó la cabeza para saludarme. La última vez que lo había visto no era más que un chico; sin embargo, la persona que ahora se me acercaba era distinta… Fuera cual fuese el sentimiento que había florecido entre él y su esposa lo había convertido en un hombre.
Nada…, no había nada en mi corazón ni en mi alma para él, nada excepto una vaga sensación de gratitud.
Después de unos pocos pasos nos dejamos atrás. Le sonreí a él, les sonreí a los dos, e incliné la cabeza mientras le deseaba el bien con todo mi corazón.
El baile que mi padre daba en mi honor se llevaría a cabo dentro de unos días y la casa ya era un frenesí de actividad.
Tanto dinero malgastado en cosas que nunca, en ningún momento, habíamos soñado con volver a tener. Le habría rogado que no lo desperdiciara en eso, pero Yanli era la encargada de planificarlo y de conseguirme un vestido en el último momento y… bueno, era solamente una noche. Una noche en la que tendría que tolerar a personas que nos habían cerrado la puerta y nos habían dejado morir de hambre durante años.
El sol estaba cerca del horizonte cuando dejé el trabajo de ese día: cavar un parterre cuadrado para la nueva huerta de Yanli. Los jardineros se había horrorizado cuando una persona más de la familia había elegido esa actividad…, como si nosotras fuéramos a hacerlo todo y eso significara que pensábamos dejarlos sin trabajo. Les aseguré que no tenía buena mano para las plantas y que lo único que quería era tener algo que hacer durante el día.
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A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]
Fanfiction-¿Qué vas a hacer conmigo ahora que estoy aquí? Los ojos de Lan Xichen seguían fijos en mí. -Nada. Haz lo que tú quieras. -Entonces, ¿no soy nuestro esclavo? -me atreví a preguntar. Hua Cheng se ahogó con el vino. Pero Lan Xichen no sonrió. -No tene...