CAPITULO 18

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CAPÍTULO

18

ᵈᵉᵈⁱᶜᵃᵈᵒ ᵃ Myosotis16

 

Al día siguiente, para cuando terminé de desayunar, bañarme y vestirme, la sangre del inmortal ya había desaparecido. Me había tomado mi tiempo esa mañana, y era casi mediodía cuando me detuve en la parte superior de la escalera, mirando al vestíbulo de la entrada. Para asegurarme de que no había nada ahí.

Había decidido buscar a Lan Xichen y explicarle, explicarle realmente lo mal que me hacía sentir lo de Minghue. Si se suponía que tenía que quedarme allí, que tenía que quedarme con él, entonces por lo menos intentaría una vez más reparar lo que había arruinado. Miré hacia la gran ventana que tenía detrás de mí, la vista tan amplia que se veía hasta el reflejo de la laguna tras el jardín.

El agua estaba lo bastante quieta como para que se reflejasen, como congelados, el cielo vibrante y las nubes gordas, hinchadas. Preguntar por lo que le había pedido parecía fuera de lugar después de lo ocurrido la última noche, pero tal vez cuando llegasen las pinturas y los pinceles me aventuraría hasta la laguna para tratar de plasmarla en el lienzo.

Tal vez me habría quedado mirando esa mancha de color, luz y textura si Lan Xichen y Hua Cheng no hubieran salido al vestíbulo desde otra ala de la mansión.

Discutían sobre una patrulla o algo por el estilo. Se quedaron callados cuando bajé por la escalera, y Hua Cheng salió caminando por la puerta de entrada sin decir siquiera buenos días, solamente un gesto desenfadado con la mano. No fue un gesto agresivo, pero sí que hizo evidente que no tenía intenciones de unirse a la conversación que íbamos a tener Xichen y yo.

Miré a mi alrededor deseando ver alguna señal de las pinturas, pero Lan Xichen me señaló las puertas abiertas por las que había salido Hua Cheng. Más allá de ellas vi nuestros dos caballos ensillados, esperando. Hua Cheng ya estaba subiendo a un tercero. Me volví hacia Lan Xichen.

«Quédate con él, te va a mantener seguro y las cosas van a mejorar». De acuerdo. Eso era algo que podía hacer.

—¿Adónde vamos? —Mis palabras fueron casi un murmullo.

—Tus cosas no van a llegar hasta mañana. Están limpiando la galería y han pospuesto mi… mi reunión. — ¿Estaba divagando?—. Pensé que podríamos… ir a pasear un rato, sin matar nada. Sin naga que nos preocupen.

—Mientras terminaba la propuesta con una media sonrisa, la pena parpadeó de forma clara en sus ojos verdes. Y sí, ya había tenido suficiente muerte en esos dos días. No quería matar más inmortales. No quería matar nada.

Lan Xichen no llevaba armas al costado ni en la banda de cuero, solamente un cuchillo cuya empuñadura le brillaba en la bota.

¿Dónde había enterrado al inmortal? Un alto lord que cavaba la tumba de un desconocido. Si me lo hubieran contado, tal vez no lo habría creído.

—¿Adónde? —pregunté. Él se limitó a sonreír.

Cuando llegamos me quedé sin palabras, y supe que incluso si hubiera sabido cómo pintar lo que veía, nada le habría hecho justicia. No era solo que ese fuera el lugar más hermoso que hubiera visto en mi vida, ni que me llenase de deseo y de alegría, sino que además parecía… parecía perfecto. Como si los colores, las luces y las formas del mundo se hubieran reunido para formar un único lugar irrepetible, un pedacito de verdadera belleza. Después de la última noche era exactamente el lugar en el que yo necesitaba estar.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora