CAPITULO 13

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CAPÍTULO

13

 
ᵈᵉᵈⁱᶜᵃᵈᵒ ᵃ ElizabetharaceliQuis
 

Xichen agitó la mano y cien velas saltaron a la vida. Era evidente que eso que había dicho Hua Cheng sobre la magia —que se había secado y torcido por la plaga— no había afectado de forma tan dramática a Xichen o, tal vez, si todavía era capaz de cambiar la forma de sus centinelas y transformarlos en lobos cuando quería, había sido mucho más poderoso antes. El olor metálico de la magia me rozó los sentidos, pero mantuve el mentón alto. Bueno, hasta que observé lo que había dentro.

Las palmas de las manos empezaron a sudarme cuando vi ese estudio enorme, opulento. Había tomos y tomos alineados en la pared como soldados de un ejército silencioso, y sillones, escritorios y alfombras gruesas tendidas por toda la habitación.

Hacía más de una semana que había abandonado a mi familia. Aunque mi padre me había dicho que no volviera, aunque mi promesa a mi madre se había cumplido, por lo menos tendría que hacerles saber que estaba sana y salva…, relativamente. Y mandarles una advertencia sobre la enfermedad que barría Gussu y que tal vez, algún día, pronto, atravesaría el muro.

Solo había un método para hacerlo.

—¿Necesitas algo más? —preguntó Xichen, y me estremecí. Él seguía detrás de mí.

—No —dije, y entré en el estudio dando zancadas. No quería pensar en el poder que me había mostrado hacía un instante, en la gracia despreocupada con la que había dado la vida a tantas llamas. Era importante que pusiera toda la atención en la tarea que tenía por delante.

No era del todo culpa mía que apenas supiera leer. Antes de la ruina de mi padre, mi madre había descuidado completamente nuestra educación, no se había preocupado por tomar una institutriz. Y después de que nos golpeara la pobreza, y mis hermanos mayores, que ya leían y escribían, consideraran que la escuela de la aldea era poco para nosotras, tampoco se preocuparon por enseñarme. Yo leía apenas lo suficiente para funcionar…, lo suficiente para darles forma a las letras, pero tan mal que hasta firmar me avergonzaba.

Ya era bastante que Lan Xichen lo supiera. Pensaría en el modo de hacer llegar la carta a los míos cuando la hubiera terminado; tal vez podría pedirles un favor a él o a Hua Cheng.

Pedirles que escribieran por mí sería demasiado humillante. Ya imaginaba sus palabras: «Una humana típica, tan ignorante». Y como Hua Cheng parecía convencido de que me convertiría en espía apenas pudiera, sin duda quemaría la carta y cualquier otra cosa que intentara escribir después. Así que tendría que aprender.

—Te dejo, entonces —dijo Lan Xichen cuando el silencio entre los dos se volvió demasiado largo, demasiado tenso.

No me moví hasta que él cerró las puertas y me dejó dentro. Sentí latir mi corazón en todo el cuerpo cuando me acerqué a un escritorio.

Tuve que hacer un intermedio para la cena y para dormir, pero estuve de vuelta en el estudio antes de que hubiera salido del todo el sol. Descubrí un pequeño escritorio en un rincón y busqué papel y tinta. Reseguí una línea de texto con el dedo y susurré las palabras allí escritas.

—«Ella… ella tomó, tomó el zapato…, de pie… en su po… pos…».

Me senté en la silla y me apreté los ojos con las manos. Cuando sentí que estaba más calmada, cogí el pergamino y subrayé la palabra: «posición».

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora