CAPITULO 46-FINAL

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CAPÍTULO

46


Todo estaba oscuro y tibio... y espeso. Como tinta, pero bordeado de oro. Yo nadaba, pataleaba para llegar a la superficie donde me esperaba Lan Xichen, donde me esperaba, sí, la vida. Arriba, arriba, desesperado por respirar aire. La luz dorada se hizo más fuerte y la oscuridad se transformó en vino burbujeante, más fácil de atravesar. Las burbujas danzaron a mi alrededor y...

Jadeé, el aire me entró por la garganta.

Estaba en el suelo duro. No había dolor..., ni sangre, ni huesos rotos.

Parpadeé. Encima de mí colgaba un candelero...; nunca había notado lo intrincados que eran los cristales, cómo rebotaba en ellos el eco, la respiración contenida de la multitud. Una multitud...

Yo seguía en la habitación del trono y no..., no estaba muerto. Había... había matado a los... Había... La habitación daba vueltas a mi alrededor.

Dejé escapar un gruñido y me apoyé en el suelo con las manos, preparándome para ponerme de pie, pero... cuando me vi la piel me quedé frío. Brillaba con una luz extraña y los dedos parecían más, sí, más largos, quietos sobre el mármol. Me puse de pie.

Me sentía... me sentía fuerte y rápido y bien. Y... Y me había convertido en un alto fae.

Me puse rígido cuando sentí a Lan Xichen detrás de mí, olí ese perfume a lluvia y a lavanda más denso que nunca antes. No podía darme la vuelta para mirarlo..., no podía moverme. Un alto fae... un inmortal.

¿Qué me habían hecho?

Oí cómo Lan Xichen retenía el aliento... y lo oí soltarlo. Oí la respiración, los susurros, las lágrimas y la celebración tranquila de todos en ese salón, de todos los que todavía seguían mirándonos..., seguían mirándome a mí.

Algunos salmodiaban el poder glorioso de los altos lores.

-Era la única forma de salvarte - dijo Xichen con suavidad. Pero entonces miré a la pared y me llevé la mano a la garganta. Me olvidé de la multitud por completo.

Allí, bajo el cuerpo descompuesto de Ming Fan, estaba Sha Hualing , la boca abierta y la espada clavada en la frente.

Ya no tenía garganta... y la sangre le empapaba la parte delantera de la túnica.

Sha Hualing había muerto.

Ellos eran libres.

Yo era libre.

Lan Xichen era...

Sha Hualing había muerto. Y yo había matado a esos dos altos fae, yo había... Meneé la cabeza despacio.

-¿Estás...? -La voz sonaba demasiado fuerte en mis oídos cuando retrocedí frente a esa pared negra que amenazaba con tragarme. Sha Hualing había muerto.

-Míralo tú mismo -respondió él.

Mantuve los ojos en el suelo mientras me daba la vuelta. Ahí, sobre el mármol rojo, había una máscara dorada que me miraba con los ojos vacíos-. Jiang Cheng -dijo Lan Xichen, y me tomó el mentón entre los dedos para levantarme la cara con suavidad. Vi el mentón que ya conocía, después la boca, y después...

Él era exactamente como yo había soñado que fuera.

Me sonrió, la cara entera iluminada con esa alegría tranquila que yo había llegado a amar tanto, y me apartó un mechón de pelo de la cara. Saboreé la sensación de sus dedos sobre mi piel y levanté los míos para tocarle el rostro, para seguir los contornos de esos pómulos altos y esa nariz recta, amada..., la frente limpia, ancha, las cejas ligeras que enmarcaban sus ojos.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora