CAPITULO 32 PART.1

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CAPÍTULO

32

 

Me concedí un minuto, un minuto solamente, para quedarme así, de rodillas en medio de lo que quedaba del vestíbulo.

Después me puse de pie con mucho cuidado para no tocar el vidrio ni la madera rota…, ni la sangre. Había manchas de sangre en todas partes, charcos y manchurrones sobre las paredes arrasadas.

«Otro bosque —me dije—. Otras huellas para rastrear».

Muy despacio, me moví por el suelo, tratando de entender la información que aquellos restos habían dejado. Había sido una pelea feroz…, y a juzgar por las manchas de sangre, la mayor parte del daño había ocurrido en el mismo momento de la pelea, no después. El vidrio destrozado y las huellas iban y venían desde el frente hasta el fondo de la casa, como si el lugar hubiera estado rodeado. Los intrusos habían tenido que abrirse paso a través de las puertas de entrada; destrozando por completo las que daban al jardín.

«Ningún cuerpo», me repetí una y otra vez. No había cuerpos y la sangre no era tanta. Tenían que estar vivos.

Lan Xichen tenía que estar vivo.

Porque si él había muerto…

Me froté la cara y respiré hondo, temblando. No quería hacer demasiadas conjeturas. Me temblaban las manos cuando me detuve frente a las puertas del comedor, desencajadas y rotas.

No conseguí decidir si ese desperfecto provenía del momento en que él se había enfurecido después de la visita de Liu Qinghe, el día anterior a mi partida, o si lo había causado algún otro después. La gigantesca mesa estaba hecha pedazos, las ventanas rotas, las cortinas convertidas en jirones. Pero no había sangre…, nada de sangre. Y si lograba interpretar las huellas en los pedazos de vidrio…

Estaba esparcido, pero conseguí distinguir dos grupos grandes, uno junto al otro, que empezaban en el sitio en que había estado la mesa. Como si Lan Xichen y Hua Cheng hubieran estado sentados ahí cuando empezó el ataque y hubiesen salido del comedor sin luchar.

Si yo tenía razón…, entonces estaban vivos. Seguí los rastros hasta el umbral, me puse en cuclillas un momento para descifrar el mensaje de las astillas quebradas, el polvo y la sangre. Se habían encontrado ahí con múltiples pares de huellas y se habían dirigido al jardín…

Oí un crujido en el pasillo. Saqué el cuchillo de caza y me agaché, buscando un lugar para esconderme. Pero todo estaba hecho pedazos. Sin otra opción, me encogí detrás de la puerta abierta.

Me puse una mano contra la boca para amortiguar el sonido de mi respiración y espié por la rendija que quedaba entre la pared y la puerta.

Algo entró cojeando en la habitación y olfateó el aire con cuidado. Le veía la espalda solamente…, una espalda cubierta con una capa simple, de altura media… Lo único que tenía que hacer ese inmortal para encontrarme era cerrar la puerta. Tal vez si decidía entrar en el comedor yo podría salir sin hacer ruido pero eso requeriría que abandonara mi escondite. Tal vez, con suerte, esa figura miraría a su alrededor y se iría.

Volvió a olfatear el aire y a mí se me encogió el estómago. Me había olido.

Busqué un punto débil, un lugar para hundir el cuchillo si era necesario.

La figura se volvió un poco en mi dirección.

Salté y la figura gritó cuando empujé la puerta con fuerza.

—Mian Mían…

Ella me miró con la boca abierta, una mano en el corazón, el vestido marrón de siempre roto y sucio, sin delantal. Pero no había sangre, nada de eso, nada excepto esa cojera leve que le provocaba el tobillo derecho cuando se me acercó con rapidez; su piel de color corteza estaba blanca como la de los abedules.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora