CAPÍTULO
23
La tarde siguiente, estaba acostado boca arriba en la hierba, saboreando la tibieza de la luz del sol que se filtraba a través de las hojas de las copas y pensando cómo iba a plasmarla en mi próxima pintura. Hua Cheng dijo que tenía obligaciones miserables que llevar a cabo como emisario y nos dejó a los dos solos, y el alto lord me llevó a otro lugar hermoso de su bosque encantado.
Pero ahí no había hechizos, ninguna laguna de luz de las estrellas, ninguna cascada llena de arco iris. Era solamente una colina cubierta de hierba y árboles, vigilada por un sauce y recorrida por un arroyo de aguas claras.
Nos sumimos los dos en un silencio cómodo y miré a Xichen, que dormitaba a mi lado. El cabello rubio y la máscara brillaban contra la alfombra de color esmeralda. El arco delicado de sus orejas puntiagudas me quitaba la respiración.
Abrió un ojo y me miró con pereza.
—La canción de ese sauce siempre me hace dormir.
—¿La qué de qué? —dije, levantándome sobre los codos para mirar el árbol por encima de nosotros.
Xichen señaló el sauce. Las ramas suspiraban en la brisa.
—Canta.
—Y supongo que canta versos de guerra, ¿no?
Él sonrió y se sentó, volviéndose para mirarme.
—Eres humano —dijo, y yo puse los ojos en blanco—. Tus sentidos todavía están sellados, separados de todo.
Hice una mueca.
—Otro de mis defectos. —Pero de alguna forma, la palabra «defectos» había dejado de molestarme.
Él me sacó una brizna de hierba del cabello. El calor me subió a la cara cuando sus dedos me rozaron la mejilla.
—Yo podría hacer que lo vieras — dijo. Los dedos de Lan Xichen se entretuvieron un poco al final de mi trenza jugueteando con ella—. Podría hacer que vieras mi mundo…, que lo oyeras, que lo olieras. —Se me cortó la respiración cuando se inclinó hacia mí
—. Que le encontraras el gusto. —Sus ojos brillantes se detuvieron un instante sobre el moretón que todavía tenía en el cuello.
—¿Cómo? —pregunté. El calor me inundó cuando se puso en cuclillas frente a mí.
—Todo regalo tiene un precio. — Fruncí el entrecejo y él sonrió—: Un beso.
—¡No! —Pero la sangre me corrió con fuerza por el cuerpo y tuve que apretar las manos en la hierba para no tocarlo—. ¿No crees que estoy en desventaja porque no veo todo eso?
—Yo soy uno de los altos fae… Nunca entregamos nada sin recibir algo a cambio.
Para mi propia sorpresa, dije:
—De acuerdo.
Él parpadeó; probablemente esperaba que me defendiera un poco más. Disimulé mi sonrisa y me senté frente a él, mis rodillas pegadas a las suyas, las piernas apoyadas en la hierba.
Me lamí los labios, el corazón me aleteaba con tanta rapidez que me parecía tener un colibrí dentro del pecho.
—Cierra los ojos —dijo, y lo obedecí, los dedos apretados contra el suelo. Los pájaros charlaban unos con otros y las ramas del sauce suspiraban con fuerza. La hierba crujió cuando Lan Xichen también se puso de rodillas. Yo me encogí cuando él me rozó uno de los párpados con los labios, después el otro. Entonces se alejó y me quedé sin aire; sentía sus besos suspendidos todavía sobre la piel.
ESTÁS LEYENDO
A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]
Fanfiction-¿Qué vas a hacer conmigo ahora que estoy aquí? Los ojos de Lan Xichen seguían fijos en mí. -Nada. Haz lo que tú quieras. -Entonces, ¿no soy nuestro esclavo? -me atreví a preguntar. Hua Cheng se ahogó con el vino. Pero Lan Xichen no sonrió. -No tene...