CAPITULO 10

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CAPÍTULO

10

Dᵉᵈⁱᶜᵃᵈᵒ ᵃ shup_BLUP

 

 

Se me heló la sangre cuando sentí un frío acechante que se arrastraba, pegado a mí. No veía nada, nada excepto un brillo vago con el rabillo del ojo, pero el caballo se tensó entre mis piernas.

Obligué a mi cara a no expresar nada.

Hasta los bosques primaverales, tranquilos, parecieron retroceder, secarse y congelarse.

La cosa fría susurró al pasar, hizo un círculo. Yo no la veía pero la sentía con claridad. Y en la parte de atrás de la mente, una voz antigua, vacía, me murmuraba:

—Voy a aplastarte los huesos con las garras; voy a beberte la médula; voy a darme un banquete con tu cuerpo. Yo soy lo que temes; yo soy lo que te aterroriza… Mírame. Mírame.

Traté de tragar saliva, pero se me había cerrado la garganta. Mantuve los ojos en los árboles, en las copas, arriba, en cualquier cosa excepto la masa fría que daba vueltas a nuestro alrededor una y otra y otra vez.

—Mírame.

Quería mirar…, necesitaba ver lo que era.

—Mírame.

Clavé la vista en el tronco áspero de un olmo distante, pensé en cosas agradables. Como pan caliente y estómagos llenos…

—Voy a llenarme la panza de ti. Voy a devorarte. Mírame.

Un cielo nocturno lleno de estrellas, sin nubes, pacífico, brillante, infinito.

Un amanecer de verano. Un baño refrescante en una charca del bosque. Encuentros con Wen Chao, ese perderme lejos de mí misma durante una hora o dos, perderme en su cuerpo de hombre, en las respiraciones compartidas de los dos.

La cosa estaba alrededor de mí, en todas partes, tan fría que me castañeteaban los dientes.

—Mírame.

Miré fijamente hacia delante, miré y miré el tronco de árbol; no me atrevía a parpadear. Me dolían los ojos; se me llenaron de lágrimas y las dejé caer, me negué a reconocer a esa cosa que acechaba a nuestro alrededor.

—Mírame.

Justo cuando pensaba que iba a ceder, cuando me dolían tanto los ojos de no mirar, el frío desapareció detrás de un arbusto, dejando un rastro de plantas en movimiento. Solamente después de que Hua Cheng hubo soltado el aire y nuestros caballos hubieron meneado la cabeza me atreví a relajarme en la montura. Hasta las plantas de azafrán parecieron enderezarse.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté limpiándome las lágrimas. La cara de Hua Cheng seguía pálida.

—No es bueno que lo sepas.

—Por favor… ¿Era un… suriel? ¿Esos que habéis mencionado hace un rato?

El ojo rojizo de Hua Cheng se había oscurecido cuando contestó con voz

ronca:

—No. Era una criatura que no debería estar en estas tierras. La llamamos bogge. Es imposible cazarla y también es imposible matarla. Ni siquiera con tus amadas flechas de fresno.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora