CAPITULO 44

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CAPÍTULO

44


Lan Xichen gritó cuando la daga le cortó la piel y le rompió el hueso. Durante un momento terrible, cuando su sangre me cubrió la mano, pensé que la daga de fresno lo había traspasado.

Pero entonces noté un golpe leve y una reverberación ardiente en la mano en el instante en que la daga tocó algo duro. Lan Xichen se tambaleó hacia delante, pálido, y arranqué la daga de su pecho.

La sangre se escurrió de la madera pulida, y en ese momento levanté la hoja.

La punta se había ondulado, se había doblado sobre sí misma. Xichen se aferró el pecho mientras jadeaba. La herida ya se estaba curando. Liu Qinghe, a los pies de la tarima, sonreía abiertamente. Sha Hualing  se había puesto de pie con esfuerzo.

Los inmortales murmuraban. Dejé caer la daga y la oí rebotar varias veces sobre el mármol rojo.

«¡Mátala ahora!», quería gritarle a Xichen, pero él no se movía, con la mano sobre la herida frenando la sangre que salía a borbotones. Demasiado despacio…, se estaba curando demasiado despacio. La máscara no se caía de su rostro. «Mátala ahora».

—El humano ha ganado —dijo alguien entre la multitud.

—Libéralos —fue el eco de otro.

Pero la cara de Sha Hualing  palideció, los rasgos se le retorcieron hasta que realmente pareció una serpiente.

—Los voy a liberar cuando lo crea conveniente. Jiang Cheng no especificó cuándo tenía que liberarlos…, solo que tenía que hacerlo… en algún momento. Tal vez lo haga cuando estés muerto —rugió con una sonrisa feroz—. Creíste que cuando dije «libertad instantánea» en cuanto a la adivinanza se aplicaba también a las pruebas, ¿no es cierto?

Humano estúpido

Humano imbécil.

Retrocedí cuando bajó de la tarima.

Sus dedos se curvaron en garras…, el ojo de Pei Ming se volvió loco dentro del anillo, la pupila se dilató y se encogió.

—Y tú —me siseó—, tú. —Los dientes le brillaron y se volvieron puntiagudos—. A ti te voy a matar.

Alguien gritó, pero no podía moverme, ni siquiera traté de apartarme cuando algo me golpeó, algo mucho más violento que un relámpago, y caí al suelo pesadamente.

—Voy a hacerte pagar por tu insolencia —siseó Sha Hualing , y proferí un grito que me dejó la garganta en carne viva cuando un dolor como ninguno que hubiera sentido nunca me atravesó el cuerpo.

Se me quebraban los huesos y mi cuerpo se alzó en el aire y volvió a caer golpeando el suelo; otra oleada de agonía tortuosa.

—Admite que no lo amas y te dejaré ir —jadeó Sha Hualing , y a través de los ojos anegados de dolor la vi inclinarse hacia mí—. Admite la basura humana cobarde, mentiroso e inconstante que eres.

No quería hacerlo. No iba a decir eso aunque su poder me convirtiera en un charco de sangre en el suelo.

Pero algo me estaba destrozando desde dentro hacia fuera y pataleé, incapaz siquiera de gritar para aliviar el dolor.

—¡Jiang Cheng! —rugió alguien. No, no alguien…, Liu Qinghe. Pero Sha Hualing  seguía acercándose.

—¿Crees que eres digno de él? ¿De un alto lord? ¿Crees que eres digno de algo, humano? —Se me dobló la columna y se me rompieron las costillas, una por una.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora