CAPITULO 22

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CAPÍTULO

22


Me desperté cuando el sol estaba muy alto en el cielo, después de retorcerme y dar vueltas toda la noche, llena de dolor.

Los sirvientes dormían tras la noche de celebración, así que tomé un baño largo, tranquilo. Traté de olvidar la sensación de los labios de Lan Xichen en el cuello. Tenía un moretón enorme donde él me había mordido. Después de bañarme, me vestí y me senté frente al espejo para hacerme las trenzas.

Abrí los cajones de la cómoda buscando una chalina o algo para cubrir la piel amoratada que asomaba por encima de la túnica morada, pero después me detuve bruscamente y me miré al espejo. Él había actuado como un bruto y un salvaje, y si esa mañana había vuelto a dejarse llevar por su sentido común, ver lo que había hecho sería un pequeño castigo.

Suspiré, desabotoné el cuello de la túnica y me acomodé algunos mechones de mi cabello detrás de las orejas para que no ocultaran el moretón.

Había cruzado un límite, estaba más allá de cualquier deseo de esconderme.

Canturreando para mí mismo y balanceando los brazos, bajé por la escalera y seguí los olores hasta el comedor, donde sabía que se servía el almuerzo para Lan Xichen y Hua Cheng. Cuando abrí las puertas con un gesto brusco, los descubrí despatarrados sobre la silla.

Podría haber jurado que Hua Cheng se había dormido con el tenedor en la mano.

—Buenas tardes —saludé con alegría, dedicando una sonrisa artificial al alto lord.

Él parpadeó, mirándome, y los dos inmortales murmuraron unos saludos mientras me sentaba frente a Hua Cheng y no frente a Lan Xichen, cómo lo hacía siempre.

Bebí un largo trago de mi copa de agua y después me serví comida en el plato. Saboreé el tenso silencio cuando terminaba de comer lo que tenía frente a mí.

—Pareces… recuperado —dijo Hua Cheng echando una mirada a Lan Xichen.

Yo me encogí de hombros—. ¿Has dormido bien?

—Como un bebé. —Le sonreí y tomé otro bocado, y sentí que los ojos de Hua Cheng viajaban de forma inexorable hacia mi cuello.

—¿Qué es ese golpe? —quiso saber.

Yo señalé a Lan Xichen con el tenedor. —Preguntádselo a él. Él me lo hizo.

La mirada de Hua Cheng pasó de Lan Xichen a mí y después volvió a hacerlo en sentido inverso.

—¿Por qué le hiciste un moretón en el cuello a Jiang Cheng? —preguntó con un tono verdaderamente divertido.

—La mordí —dijo Lan Xichen sin dejar de cortar la carne—. Nos encontramos en el pasillo después del rito.

Me enderecé en la silla.

—Diría que este humano tiene el deseo de morir —dijo él mientras seguía cortando. Las garras estaban escondidas, pero le tensaban la piel sobre los nudillos. Se me cerró la garganta. Ah, qué furioso estaba…, furioso por mi estupidez, porque yo había abandonado mi habitación, y sin embargo se las arreglaba para mantener la rabia contenida, bien contenida—. Si Jiang Cheng no consigue obedecer las órdenes que le doy, no soy responsable de las consecuencias.

—¿Responsable? —estallé yo, poniendo las manos sobre la mesa—. ¡Me acorralaste en el pasillo como haría un lobo con un conejo!

Hua Cheng puso un codo sobre la mesa y se cubrió la boca con la mano; tenía el ojo púrpura muy brillante.

A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora