CAPÍTULO
38
Traté de no mirarme el brazo izquierdo mientras frotaba con un enorme cepillo el suelo del pasillo. La tinta de los tatuajes —que bajo esa luz se veía de un azul tan oscuro que parecía negro— era una nube en mis pensamientos, y estos eran bastante deprimentes aun dejando de lado el hecho de que yo me hubiera vendido a Liu Qinghe. No conseguía mirar el ojo que estaba dibujado en mi palma.
Tenía la sensación absurda, terrorífica, de que ese ojo me vigilaba.
Metí el cepillo en el balde que me habían arrojado los guardias de piel roja. Apenas los entendía cuando hablaban a través de sus bocas llenas de largos dientes amarillos, pero cuando me dieron el cepillo y el balde y me empujaron a un largo pasillo de mármol blanco, comprendí.
—Si no está fregado y brillante para la cena —había dicho uno de ellos, apretando los dientes cuando sonrió— tendremos que atarte al asador y darte unas cuantas vueltas sobre el fuego.
Y diciendo eso, se fueron. No tenía idea de cuánto tiempo faltaba para la cena, así que me puse a limpiar frenéticamente. Me dolía la espalda y solo había estado fregando durante unos treinta minutos. Pero el agua que me habían dado estaba sucia, y cuanto más cepillaba el suelo, más repugnante se ponía. Cuando me acerqué a la puerta a pedir un balde de agua limpia, descubrí que estaba cerrada. No me ayudarían.
Una tarea imposible…, pensada solo para atormentarme. El asador… Tal vez esa era la fuente de los gritos constantes en las mazmorras. Unas pocas vueltas en el asador, ¿me abrasarían la piel, me quemarían lo bastante como para obligarme a otro trato con Liu Qinghe?
Maldije mientras seguía fregando, y los pelos del cepillo susurraron y crujieron contra las baldosas. Detrás iba dejando un arco iris de marrones. Gruñí mientras volvía a hundirlo en el balde. El agua sucia salpicó el suelo, manchándolo aún más.
La mugre aumentaba con cada cepillada. Respiré con desesperación, tiré el cepillo al suelo y me cubrí la cara con las manos húmedas. Bajé la mano izquierda cuando me di cuenta de que había apoyado el ojo contra ella.
Respiré hondo para calmarme. Tenía que haber una manera racional de hacer eso; tenía que haber algún truco de ama de casa. Escupir… Traté de escupir como un cerdo.
Tomé el cepillo del lugar en el que había quedado y froté el suelo hasta que me dolieron las manos. Pero era como si alguien hubiera esparcido barro en ese lugar. Cuanto más frotaba, más se convertía la suciedad en barro. Con toda seguridad terminaría rogando y pediría piedad cuando me hicieran girar en ese asador. Había visto líneas rojas en el cuerpo desnudo de Ming Fan… ¿De qué instrumento de tortura provendrían? Me temblaban las manos al apoyar el cepillo. Tal vez era capaz de acabar con un gusano gigante, pero fregar un suelo…, esa sí que era una tarea imposible.
En algún lugar del pasillo se oyó el ruido de una puerta abriéndose y salté sobre mis pies. Una cabeza rojiza me miró desde fuera. Suspiré de alivio. Hua Cheng…
No era Hua Cheng. La cara que se volvió hacia mí era femenina… y no llevaba máscara.
Me pareció un poquito mayor que Sha Hualing , pero su piel de porcelana era de un color exquisito, las mejillas agraciadas por un rubor levísimo y rosado. Como si el cabello rojo no hubiera sido señal suficiente, cuando sus ojos púrpura miraron los míos, supe quién era inmediatamente. Incliné la cabeza frente a la dama de la Corte Otoño, y ella inclinó un poquito el mentón. Supongo que eso era honor suficiente.
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A TRAVÉS DE LA MONTAÑA-ADAPTACION/COMPLETÁ [EN EDICIÓN]
Fiksi Penggemar-¿Qué vas a hacer conmigo ahora que estoy aquí? Los ojos de Lan Xichen seguían fijos en mí. -Nada. Haz lo que tú quieras. -Entonces, ¿no soy nuestro esclavo? -me atreví a preguntar. Hua Cheng se ahogó con el vino. Pero Lan Xichen no sonrió. -No tene...