[Capitulo 28] "Día D"

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KENSINGTON - LONDRES
Pov. Calle

7:04 a.m.

Ayer no parecía real. Literalmente todo lo que había pasado durante el día y la noche parecían situaciones sacadas de una intensa novela dramática.

De hecho aún estaba procesando algunas partes. Como el beso que nos dimos. De hecho, esa parte era la que más repetía, una y otra vez la imagen venía a mi mente sin cansarse y sin remordimiento.

Ya ni siquiera tenía caso mentir, ese beso había significado el soplo divino de fuerza para mí. Como un haz de aliento para seguir y, aunque no lo admitiría en voz alta, era algo me gustaría repetir pronto.

Pero mi momento de catarsis había pasado y ahora estaba lista para enfrentar al mundo real.

Hoy era el Dia D. Hoy empezaría a trabajar para salir de este embrollo en el que estaba metida, porque solo así podría avanzar con lo que sea que estaba pausado entre Poché y yo, y la verdad es que quería averiguarlo sin todas las complicaciones que me tienen acorralada.

Y a juzgar por la noticia que me había dado, mientras íbamos a su casa, Ella también quería lo mismo.

En un día se había tomado el tiempo de hablar con la directora de la academia infantil en la que daba clases de danza, y me había conseguido una cita hoy temprano para ver si podía encajar en un puesto temporal que quería cubrir. De alguna manera, ese apoyo que me estaba dando, se convirtió en el punto de quiebre que necesitaba.

Me emocioné tanto que terminé lanzandome a sus brazos de nuevo y así nos quedamos hasta que nos dieron las 10 de la noche. Solo abrazadas, como si el tiempo se hubiera detenido para ambas.

Cómo si con ese abrazo eterno, pudiéramos juntar las piecitas rotas de nuestras almas.

Sin embargo, como siempre, poco después el tiempo nos alcanzó y cuando el mundo comenzó a girar de nuevo, nos tocó despedirnos.

En ese momento, ella me invitó a quedarme otra vez en su casa, pero aunque estaba tentada a decir que si, debía ser sensata y empezar a pensar más fríamente. No podía arriesgarme a que se percataran que no había llegado en dos días.

Debía evitar fricciones lo más posible para que no se dieran cuenta lo que estaba haciendo. Así al llegar a la casa, decidí pasearme prácticamente por todos los espacios habidos y por haber.

Necesitaba que todos los empleados me vieran para que si alguien  preguntaba por mi, dijeran que estaba en mi cuarto como siempre.

Solo Erika sabía lo que me proponía. Ella me había demostrado lealtad y confianza suficiente como para confiarle mis planes y también pedirle ayuda. Ahora mismo estaba averiguando si mi abuelo ya había salido para poder irme yo también.

No soportaría encontrarmelo con su cara de falsa amabilidad y menos, podría fingir cordialidad cuando lo único que quería era decirle lo avergonzada que estaba de pertenecer a su familia.

Unos golpecitos ligeros en la puerta llaman mi atención y después veo a Erika entrar sigilosamente. Tan silenciosa como siempre.

—¿Ya se fue? —le pregunto de inmediato y ella asiente.

—acaba de salir. Preguntó por usted pero le dije que seguia dormida y me entregó esto —dice alcanzandome un sobre negro sellado— iré a avisar para que tengan listo su auto.

—Genial Eri. Mil gracias. Ahora bajo —respondo sacando el papel del sobre mientras ella sale de mi cuarto.

Era una invitación para un cóctel en la casa de Erick con los Whiteman.

Nunca te dije adiós 🌙 [Caché]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora