[Capitulo 42] "Lo nuestro"

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Pov. Calle

—No. Imposible —se niega Poché moviendo la cabeza de un lado a otro

—¿Por qué no? —reclamo. Ya habían Sido demasiados días tratándome como a una muñeca de porcelana— Ya estoy bien

—El médico dijo que quince días de reposo, Calle. Quince. No doce, ni...

—a ver, no es como si me pusiera a dar saltos por ahí. Solo quiero ver como van los ensayos del centenario y ya —la corto— además necesito regresar al trabajo.

La verdad es que me preocupaba mucho ese tema. Por suerte este maldito golpe había llegado en la semana de descanso, y el lunes debía regresar con mis niños, para no fallarle a Dinah. Pero sobre todo, necesitaba ocuparme de otras cosas un tanto más complicadas y no podía hacerlo si tenía vigilancia constante.

Poché me mira impasible, mientras vagamente se escucha el sonido de mi celular, pero decido ignorarlo.

Últimamente esa cosa no traía nada bueno.

—¿No vas a ver quién te escribió? —me pregunta en un burdo intento de distraerme, pero yo niego con la cabeza firme.

—No hasta que terminemos aquí.

Le sostengo la mirada y por un largo rato nos debatimos en silencio. Yo sabía que ella quería cuidarme, pero no me iba a romper y ella lo tenía que entender.

—No quiero que te vuelvas a lastimar —me dice finalmente y pongo los ojos en blanco.

—No va a volver a pasar. Estaba distraída y ya. Yo sé cuidarme sola, Poché. Siempre lo he sabido hacer.

—Ok. Pero ya no estás sola, gorda y no siempre tienes que ser la todopoderosa Daniela Calle —explica rápido y suspira. Toma mi mano y me lleva de regreso al sillón para sentarse conmigo— yo sé que eres fuerte. Eso jamás lo he dudado. Solo intento que estés a salvo mientras te recuperas bien.

Mi corazón se calienta, pero no puedo dejar que me convenza de nuevo

—Lo sé y te lo agradezco de verdad —tomo su mano entre las mías y entrelazo nuestros dedos.

Ese acto sencillo e inconsciente me hacía sentir su calor y siempre me tranquilizaba. Era raro lo natural que se sentía hacerlo, pero sinceramente me gustaba ese efecto calmante de su piel sobre la mía.

—¿Pero? —me insta a seguir y apenas me doy cuenta que también me he perdido en sus ojos sin completar lo que estaba diciendo.

—pero, ya no es necesario. Estoy completamente bien. Ya no me duele nada. Te lo juro.

—Tuviste una costilla rota. Eso no se cura de la noche a la mañana —me recuerda y en su mirada veo dolor genuino.

—Y por eso estoy siguiendo todas las recomendaciones del médico —le hablo suave juntando su frente con la mía— pero no puedo quedarme tres semanas sin hacer absolutamente nada.

Me mira como si en realidad esa fuera una opción viable.

—y ni me mires así, que ya suficiente hice con acatar el descanso obligatorio.

—aun te faltan tres días —me recuerda

—dos —replico— hoy ya no cuenta. Así que a partir del lunes vuelvo a mi vida normal. Y no quiero más niñeras ¿Bueno?

Niega con la cabeza —No. No harás cosas que puedan lastimarte, no moveras cosas pesadas, ni esforzarás tu voz. Que tal si te duele cualquier cosa y no hay nadie cerca.

Suspiro sonriendo por la seriedad de sus palabras. Había olvidado lo bien que sentía saber que alguien se preocupa por ti.

Junto mi nariz a la suya aún sintiendo un poco de nervios por el impulso de acercarme.

Nunca te dije adiós 🌙 [Caché]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora