A duras penas me da tiempo a escuchar un sonido muy alejado, quizás un despertador o que alguien ha dejado la televisión encendida en algún lugar. No lo sé, apenas consigo despertarme y mi cerebro no está del todo operativo. Lo único de lo que estoy seguro de percibir es que algo se ha movido de mi lado, se ha deslizado como lo haría una serpiente hasta acabar entre mis piernas y siento el contacto de algo húmedo entre los huevos. El gemido de placer, seguido de un gruñido ronco, es automático y el bulto bajo la sábana se levanta al instante hasta alzar la tela.
—Joder, casi parece que tenga pilas. Se ha levantado en nada.
Eso es lo que escucho conforme mis ojos intentan esclarecer el lugar en el que me encuentro. La cama huele a mí, pero no tanto como me gustaría y a mi mente acude lo que pasó ayer por la noche: Ewan estuvo más atento y tentador de lo que recordaba. Sus caricias consiguieron sacarme parte de un enfado que llevaba retenido por tanto tiempo, nos pusimos cachondos y me dijo que me echó de menos. A mí y a mi olor de lobo. Recuerdo que me susurró que quería que bailáramos como la otra vez, pegándome a su espalda y que le susurrara guarradas porque luego me « cabalgaría » en la cama hasta que saliera el sol. Así que eso fue lo que hicimos casi de manera mecánica; hasta lo volví a marcar mientras gemía algo incomprensible por la música. Seguidamente, tras casi una hora, ya estaba demasiado alterado para detenerme por más tiempo y le obligué a que se montara en la moto. Volvió a gritar mientras subía el velocímetro y en nada llegamos a su casa. Ni siquiera recuerdo muy bien lo que tardamos en ir quitándonos la ropa de camino a su habitación, pero lo que sí sé perfectamente es que gritó como nunca y llegué a la quinta corrida en menos de hora y media hasta quedarnos dormidos.
—Oh, joder, así... —se me escaba en un gemido de placer cuando los labios del rubios inician una mamada bajo las sábanas. Se ha encargado de que esté mojada con la saliva de su lengua y mi líquido preseminal antes de metérsela en la boca.
Sólo permito que juegue con mi intimidad mientras termino de despertarme por completo, obligándole a que no saque la cabeza para que mis feromonas lo encierren en una cárcel de aroma lobuno. Escucho cómo gime durante el proceso, suelta comentarios de que sabe muy fuerte y que quiere respirar. No lo permito, ya que cuando se la quita de la boca e intentar sacar la cabeza se la vuelvo a meter dentro bajo la manta para escuchar sus insultos, los cuales provocan que se me escape una sonrisa maliciosa. Sin embargo se niega a seguir, así que eso es suficiente para enfadarme y levantar la prenda mientras me observa con el ceño fruncido.
—Necesito un poco de aire, porque te huele la polla demasiado fuerte.
—Pero te encanta, porque huelo tu excitación —acierto en un gruñido ronco, viéndole rodar los ojos—. Sigue o no tendrás premio.
—Que. Te. Jodan —pronuncia palabra por palabra, pareciendo un poco enfadado e intentar irse—. Yo decido cuándo termino algo o no.
Inconcebible. No le permito siquiera que saque un pie de la cama, porque si me ha provocado de buena mañana, entonces va a tener que concluirlo. Tiro de su brazo con fuerza para que ascienda, arrancándole un quejido y lo pongo boca arriba para quedar yo encima. No puede empezar algo, dejarme así y largarse; así que su castigo es metérsela entera pero sin moverme, haciendo que sus ojos se abran de golpe.
Lo miro muy serio, gruñendo por lo bajo con un deje desaprobatorio. Eso no me ha gustado.
—Nunca calientes a un lobo por la mañana y luego te largues sin terminar lo que empiezas —le advierto, sacándola tan lentamente que sus labios entreabren para respirar—. Si nos das una señal de esa clase de interés, vamos a ir a por ella. Y sólo te lo avisaré una vez. —La vuelvo a meter con la misma lentitud, notando que se le escapa un espasmo—. ¿Lo has entendido, Ewan? Si huelo tu excitación, aunque sea leve... Ten por seguro que te voy a arrastrar a la cama o donde sea para cumplir mi función; aunque para ello vas a tener que dejarme claro que te intereso. ¿Comprendes?
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𝕽 o w e n [También en Inkitt]
Werewolf[Libro 1] Ser la mano izquierda de tu Alfa es un honor que no todo lobo puede llevar sobre sus hombros, pero es aquello a lo que muchos aspiran alcanzar en algún momento de su vida. Dicen que ese rango especial es lo más cercano a la perfección, al...