38. ¿𝚃𝚎 𝚊𝚝𝚛𝚎𝚟𝚎𝚜 𝚊 𝚌𝚞𝚎𝚜𝚝𝚒𝚘𝚗𝚊𝚛 𝚖𝚒𝚜 𝚍𝚎𝚌𝚒𝚜𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜?

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—Son como pequeñas y asquerosas arañas. Tejen su telaraña, esperando a que caigas y después si no les caes en gracia van por ahí chismorreando gilipolleces —masculla Hax mientras guarda los juguetes de los críos haciendo la siesta—. Te lo digo enserio, Rowen, los nuevos dan asco. Son unos putos chivatos —gruñe bajo, tirando una muñeca de trapo de mala manera al cajón.

—De mí no dicen mucho... y más les conviene si no quieren tener problemas —apeo un poco a Kabo, que se ha quedado durmiendo en una postura incómoda. Gruñe, aferrándose a la manta apestosa—. Aunque algunos no parecen demasiado contentos porque están recibiendo sermones por parte de Dalton por conductas un poco... incorrectas. ¿Qué te hicieron a ti?

El Delta resopla de mala gana, agarrando la caja para desplazarla a otra parte del Garden. Mery hoy tenía que dar clases a los lobatos, y todos sabemos que aunque sean unos descerebrados es innegable que algunos aman a la chica y van sólo por verla. Bueno, es guapa, una muñequita, pero nunca hay que olvidar que Mery es única y exclusivamente para Dalton y cualquier conducta inapropiada será justamente impartida. Sin excepción. 

—¿No puedes quitarte al cachorrito de encima?

—Se aferra fuerte, seguro que sus dedos me dejarán marca cuando consiga arrancármelo cuando toque irme —suspiro. 

He aceptado que me van a llamar para cualquier cosa que tenga que ver con Kabo. La semana pasada Mery me llamó al borde del llanto porque no conseguía bañarlo, ya que si se acercaban otros niños le daba un rabieta hasta atacarlos; y mucho menos podía tocarlo otro lobo soltero, ya que tiraba a morder directamente y sólo me llamaba a mí a gritos. A Ewan no le hizo ni puta gracia, pero quisiera o no mi deber era ayudar a la manada cuando me necesitara. ¿Y fue fácil bañarlo? No. Acabé empapándome y llenándome de jabón porque al mocoso le pareció buena idea darme la turra con que si no metía la manta, él no iba a meterse dentro; y una vez dentro fue tan cabrón que de tanto palmear el agua me entró jabón en la boca. El agua llena de mierda como era de normal, pasando del suave blanco al sucio marrón por toda esa pocilga de tela que a saber cuántos siglos hacía que no se mojaba. 

Después llegó lo peor, la hora de secarlo y utilizar el secador fue la peor idea de mi vida: Se largó escopeteado con todo al aire, gritando palabras ininteligibles hasta que conseguí atraparlo y convencerlo de que lo haríamos con la toalla. 

No es fácil cuidar a un mocoso con necesidades especiales.

—Adóptalo.

—No.

—¿Por qué? —pregunta, crispado por alguna razón que no entiendo y sigue metiendo más juguetes esparcidos—. Eres el único al que acepta el contacto físico, el que lo puede bañar y dar de comer. Siempre está atento cuando suena la puerta. ¿Por qué no piensas en ello?

Porque no me gustan los mocosos, Hax. ¿Qué más razones necesitas? Kabo merece a una familia mejor, no a mí porque no tengo nada que ofrecerle.

—Ya me imagino al mocoso abriéndome agujeros en la pared para jugar al escondite, perdiéndose por el bosque para traerme una ardilla muerta o cagar en mi jardín para abonarme las plantas al natural —hago una pausa para rodar los ojos—. ¿Crees qué si se transforma en lobato en lugar de problemas me traerá las ganas de no matarlo a palos?

Él se desternilla por unos segundos hasta que se tapa la boca para no despertar a los cachorritos de la siesta. A mí, por el contrario, ni puta gracia. Una cría necesita muchas cosas y yo estoy constantemente bailando en el borde de la navaja, teniendo tiras y afloja con Ewan, soportando poco la estupidez de los nuevos y tragándome opiniones que tengo ganas de vomitarlas algún día cuando explote. Y queda poco. 

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora